jueves, 25 de febrero de 2010

Cap. 33 < Memorando con fuego >





[Capítulo anterior: Yo la había elegido. Yo había elegido toda una experiencia en un lugar desconocido de Alemania. Yo había elegido hot cakes y cóctel de frutas para el desayuno. Yo lo había elegido a él.]


(Gemelos Kaulitz)

- Pero querías venir al Mc Donalds – se quejó Bill haciendo girar los ojos - ¿De que sirve un lugar de hamburguesas siendo vegetarianos?

- Ten imaginación Bill, les podemos quitar la carne – dijo Tom con modestia mientras entraban al lugar, acompañados de dos guardias y gorras que ocultaban un poco más allá de sus frentes.

- ¡Oh Tom eres un genio! ¿Cómo no se me ocurrió antes? – Se mofó el pequeño – Claro, nos quedarán unos deliciosos panes con lechuga y dos pálidas rebanadas de tomates ¡Yumi!

- Idiota – respondió el otro mientras se formaban en la fila para ordenar menús – Entonces trágate un puñado de papas.

- Sólo porque adoro las papas de aquí, ignoraré lo que acabas de decir.

- ¡Aham! – Tom expresó con un molesto tono de sarcasmo; todo era en broma, o por lo menos este gemelo así lo pensaba.

- Déjame en paz – contraatacó Bill, lo cual desorbitó a su hermano por completo, no era un tono agradable. ¿Acaso ya no era diversión? No, ya no lo era – Yo, lo siento – repuso segundos después.

- No hay cuidado, tú… ¿estás bien?

- Sí, no es nada – el delgado regaló una esplendorosa sonrisa que le hizo un gran favor a sus palabras – Ya sabes, me estreso con toda la presión de Jost.

- ¡Hermanito! Las chicas siempre babearán por nosotros – Tom pasó un brazo sobre los hombros de Bill, después guiñó un ojo – Trabajemos o no, siempre lo harán – agregó.

- Con esa posición de patanes… – lo apartó con ambas manos de su cuerpo – llego a dudar.

- ¿Qué insinúas? – Preguntó Tom divertido mientras le daba a su hermano con el puño cerrado en el mentón – Eso te lo merecías.

- Tal vez – Bill se sobaba el golpe entre risas – Pero a los patanes les toca más duro… - su puño paró en el pecho de Tom, se escuchó un golpe en seco. Mientras sus dos guardaespaldas hacían lo posible para tapar el `` show ´´ con sus inmensos cuerpos. Ya era suficiente cargar con dos superestrellas como para que se remontaran en sus épocas de infantes a mitad de un lugar de comida rápida.

Un poco más tarde, cuando el inicio de la fila ahora eran ellos dos, ordenaron una gran ración de alimentos y volvieron a una mesa desocupada con dos charolas atascadas de colores y aromas.

- Ensalada…

- Otra vez.

Rieron. Para ese par no había cosa mejor que pasarla entre familia y amigos, eso era todo, ni más ni menos.

- Tommy… - dijo Bill, aún no tocaba su comida y permanecía viendo la infinidad en la amena terraza del lugar.

- ¿Qué? – respondió con un gran bocado en la boca que dejaba apreciar una combinación extensa de aderezos.

- ¿Crees que soy sensible? – Su cabello bailaba al ritmo del viento – Es decir, lo soy… pero ¿soy desmesuradamente sensible?

- Pues… - Tom tragó su enorme bocado y siguió – Yo creo que como todos, tienes tus momentos.

- Mis momentos – asintió Bill reflexionando aquella frase - ¿Mis momentos? – luego preguntó al no encontrar sentido alguno.

- Sí, sí – los dedos del otro jugaban con una papa frita – Eres sensible, y eso ambos lo sabemos, pero no tiene nada de malo ¿o sí? ¿¡Sin ti de donde tomaríamos tanta inspiración para componer canciones!?

- Me gustaría que eso no se involucrara con mi vida social – su mirada seguía perdida en el horizonte. En realidad eso lo pensaba, y se le escapó en voz alta.

- ¿Vida social? No te entiendo.

- Quizá me tomo las cosas muy a pecho.

- ¿Me perdí en alguna parte de alguna conversación o algo similar? No te entiendo Bill.

- ¿Soy muy sensible Tom? – volvió a preguntar ahora intercambiando la mirada Kaulitz, esta se empañaba con ligereza y dentro de ella un espectro gritaba desolado pidiendo ayuda. Estaba solo, y lo había estado desde que el tenía memoria. Quería dejar toda la mierda atrás y sonreír día y noche pronunciando un nombre. Se introdujo en los recuerdos del día pasado a ese, tenía que desahogarse, su hermano era la mejor persona para sentirse escuchado…


- ¿Este es tu departamento? – preguntó Bill dentro del auto que acababa de perder velocidad.

- Mi edificio en realidad – sonrió ella con orgullo al apreciar más a detalle lo que había sido capaz de conseguir – Mi departamento me hace sonreír aún más.

- Es hermoso Elisa…

- Lisa. Me puedes decir Lisa – sonrió.

Dentro de ella, se producía una revolución al escuchar de sus propios labios, su propio sobrenombre. Ni siquiera las personas más cercanas se atrevían a volver a llamarla así, pero Bill lo diría, y eso en vez de alterarla, le causaba calma.

- ¡Lisa! Perfecto – apremió el chico.

- Sí, tiene una larga historia ese diminutivo – lanzó una mirada coqueta – Pero ocuparé este tiempo para contarte otro largo relato.

- Soy todo oídos – sonrió Bill relajando sus manos del volante – Me gusta oír tu voz.

- Gracias – contestó ella entre una tímida risita, sus mirada tintineó en simetría a la de él – Bueno… yo eh… ¿cómo comenzar?

- Eh, sólo dilo – sus manos se entrelazaron con miedo, ambos estaban nerviosos y ninguno sabía la razón exacta - ¿Estás cómoda? ¿Quieres un trago de agua? ¿No tienes frío?

- Sí, no y… un poco – rió Elisa sintiéndose torpe.

- Está helando allá afuera – observaron a través de los vidrios del vehículo – ¡Demonios! Te daría mi chamarra si tuviera una encima – Bill observaba como los dientes de Els comenzaban a castañear. Con tal de `` matar el frío ´´ sus cuerpos se enlazaron en un tibio y dulce abrazo.

- Pri… - dudó – Princesa, ibas a contarme algo.

Ella no reunía fuerzas suficientes como para hacerlo.

- Bill… - suspiró – Te he mentido todo el tiempo, y yo no puedo más con esto. Yo, pues, te lo diré de una vez para que todo sea más rápido, mientras menos dure, mejor – hizo una prolongada pausa, era el momento de hacerlo – Peter, seguro lo recuerdas; no es mi amigo, nunca lo ha sido…

Bill saltó en su propio asiento, la sangre le comenzaría a hervir.

- No tienes de que preocuparte Bill, Peter no sería capaz de hacerme algo, no me lastimaría, por que no lo conozco. Ni siquiera estoy segura de que se llame Peter, es un completo desconocido. Sí, me lo encontré esa noche, ahí mismo. No lo conozco…

- ¿Por qué me lo escondiste de esa manera? – Interrumpió Bill - ¿Era un tipo de necesidad?

- Nada de eso, ni siquiera se por que lo hice. A veces mi conciente no conecta muy bien con mi inconciente – Elisa sonrió tratando de destensar el momento – Lo vi esa noche, coqueteamos, y dejé que mis hormonas…

- ¿…le ganaran a tus neuronas? – terminó él. Se produjo un silencio de suspenso. Elisa no estaba a mucho de salir del auto ofendida, aunque por dentro no sabía si ella era la que tenía que molestarse o estaba cambiando de papeles.

- Gracias por traerme – dijo con su aguda voz, ahora irritada. Desabrochó su cinturón de seguridad con velocidad y comenzó a tomar sus cosas con mucha fuerza. Bill rompió en risas - ¿Qué? – preguntó ahora desubicada.

- ¿Sabías que te vez muy bonita así de enojada?

- ah… ¿sí? – respondió esta fingiendo una indiferencia que ni ella misma se creía.

- ¡Claro! – respondió Bill entusiasta y le plantó un beso en la mejilla a la chica que lo volvía loco de una forma buena y mala también.

Bill, el no estaba feliz. No lo hacía feliz imaginarla con Peter, o como quiera que se llamara aquel hombre que degustó los labios de Elisa y partes de su cuerpo por igual, pero adentro, no muy dentro de el, alababa la sinceridad de la chica para decir lo que la hacía culpar.

- Bill… - Elisa sentía que a pesar de la sonrisa de él, algo terminaría mal – ¿Me perdonas?

- ¡Oh! No tengo nada que perdonar – jugó con el perfil del volante, a la vez que su voz salía tenue y clara – No somos maridos, somos… amigos. ¿Por qué habría de enfadarme?

- ¿Amigos?

- Eh… sí – levantó los hombros mientras sonreía.

- Sí, amigos – confirmó Elisa con timidez. Por dentro se decepcionaba, pues por sus actos esa palabra `` amigos ´´ se alejaba de la frase `` algo más ´´. Ella quería eso, quería algo más.

- Lisa, ¿quieres que te acompañe a la entrada? – Bill rompió temeroso el silencio, pues habían pasado alrededor de quince minutos en un silencio incómodo, del cual Elisa apenas había caído en cuenta, se perdió con la palabra referente a la amistad.

- ¡Perdón! No gracias, no te molestes – sonrió apenada mientras los seguros de las puertas se desactivaban – ¡Bye!

- Adiós linda, cuídate – se abrazaron con una frialdad terrible. Elisa nunca había sido muy dada a las despedidas ni a los saludos – Nos veremos luego.

Ella limitó a asentir una vez con la cabeza y partió hacia las puertas de cristal del edificio. Bill apreció su silueta conforme a sus pasos, no de la forma que su gemelo Tom lo haría, era más bien con… añoranza. Ya la comenzaba a extrañar.

- ¡Joder! – gritó en la absurda soledad de su coche. Hecho un vistazo al retrovisor y observó a los de seguridad desde la otra camioneta haciéndole señas para comenzar a avanzar, hora de irse, hora de dormir, hora de olvidar.



- Bueno… - comentó Tom una vez que entendió dado por terminado el relato – Poniéndome en tus zapatos, yo apreciaría mucho su sinceridad.

- Y lo hago ¡Lo hago!

- Lo hecho está hecho, no se puede regresar el tiempo, aunque algún día existirá una máquina que lo haga. Pero estamos en el 2014, así que vive el 2014. No te preocupes tanto, sólo te causarás una colitis, gastritis, o algo que acabe con `` itis ´´ - sonrió Tom jugando con los recipientes ya vacíos de la comida, después, a disposición de su hermano, comenzó la segunda ronda de ensalada dejando a Bill con el estómago vacío.

El comelón no era precisamente muy bueno dando consejos, pero Bill estaba más que seguro de que era el mejor para escuchar, no había conocido a nadie mejor. Nadie que lo comprendiera de la misma manera, estaba seguro de que se debía a su conexión gemela. Simplemente bastaba unos minutos de la boca del delgado y otros del oído del bronceado para obtener la combinación perfecta de calma y reflexión.

- Pero, no lo imaginé de ella, creo que eso es todo.

- Te decepcionó.

- No.

- Sí.

- Tal vez, pero creo que la franqueza es la pomada que cura las heridas.

- Hermanito, guíate en eso – Tom se recargó lo más atrás que pudo de la silla y palmeó su estomago junto a una cara de arrepentimiento – No vuelvo a comer dos combos grandes escuchando una historia estresante.

- ¿Te compro un helado? ¿Una malteada? – Bromeó Bill señalando el letrero de postres al fondo – Un sundae de chocolate con jarabe extra ¿Qué tal?

- ¡No molestes Bill! – dijo Tom poniendo sus manos sobre su boca e inflando los cachetes.

- Tú recompensa por tragón.

- Cállate huesitos. Eres una calavera preocupada andante.

- Mejor que un creído glotón en busca de `` acción ´´

- Te estás ganando una paliza – rió Tom - ¡Ah no! Es imposible pegarle a un palo.

- Le diré a mamá al respecto.

- ¡Ay! Que ternura. `` Bill Kaulitz acusa a su hermano con su madre Simone ´´ - anunció el gemelo como si se tratara de un titular de revista.

- Así es – contestó el otro sonriendo con la vista distraída en el celular que acababa de sacar de su bolsillo – Veamos. Mhm… Contactos ¡Bien! – señaló los pasos que seguía en su móvil – Ma… ¿Maddie? ¡No! – Hizo un silencio - ¡Mamá! ¡Aquí está!

- Uh… ehm… - Tom se retorcía en su asiento, nervioso - ¡Guarda eso!

- ¡Sabía que no te aguantarías al poder de mamá! – contestó el otro entre carcajadas. Tom lo miró molesto, he incluso los chicos de seguridad ubicados en otra mesa rompieron en risas.

- Ya cállense todos – terminó el molesto contagiado por la risa.

- Imposible, tengo un hermano gallina.

- Y yo tengo un hermano al cual no quiero volver a ver con cara larga.


.  .  .   .  .   .


- ¡Tom! – gritó Bill al pie de la escalera. Comenzaba a anochecer.

- Dime – respondió el otro mientras escuchaba los pasos subir por los escalones. Se encontraba reposando encima de su cama con la televisión prendida.

- Llamaron Hagen y Gustav, nos invitan a tomar unos tragos – dijo Bill con la respiración agitada cuando estuvo en el marco de la puerta del desordenado cuarto de su hermano - ¡Uh! Mejor deberías de quedarte a recoger aquí.

- Lo haré – dijo desinteresado – Pero no recogeré, que quede claro, eso lo haces tu.

- ¡Hasta crees! – Alzó las cejas – Vamonos ya, nos esperan.

- Es en serio, lo haré, me quedaré aquí.

- No tienes que recoger – Bill giró los ojos – Ven, pongamos a Georg ebrio.

- Me quedaré aquí, no tengo ánimos de ir – Bill regresó de la media escalera que ya había abarcado al escuchar las palabras de su medio.

- Pasa algo – dijo mientras caminaba lentamente hacia la cama, se tumbó en ella junto a Tom.

- No.

- Eso no era una pregunta, algo ocurre, lo puedo sentir.

- Bill, ve a divertirte, combina tequila y whisky, dale la combinación a Listing cuando sus supuestos `` cinco sentidos ´´ se reduzcan a ninguno.

- No lo haré – contestó serio – Me quedaré a escucharte.

- ¿Para qué? Aprovecha el alcohol.

- Tu estuviste ahí cundo lo requerí, ahora yo estaré aquí cuando lo necesites, siempre.

- ¡Ya vete! Se te hará tarde.

- Thomas, no esquives el tema.

Pasó un minuto en el que el único ruido de la habitación era el eco de las voces de la televisión rebotando con las paredes.

- Es muy largo – soltó Tom.

- Tengo el tiempo de todo un año o mucho más.

- Se trata de Atziri – dijo en voz cortada.

- ¿Qué pasa con ella? – Bill parecía muy interesado en la situación, en un sentido protector - ¿Se resiste a tus encantos? – agregó en broma.

- Así es – suspiró – Tal vez por eso me despierta interés, ¿por qué no le intereso? ¡Irónico! Comprendo la actitud de `` mujer difícil ´´ pero no la de `` mujer imposible ´´.

- Esa línea es muy delicada, las chicas deben aprender a equilibrarla y nosotros…

- nosotros los machos…

- ¿eh? Aha, los `` machos ´´ debemos de aprender a interpretarla.

- Pensé que esta vez había encontrado a la chica indicada, y yo podría madurar un poco más.

- Sin embargo no lo haz hecho – dijo Bill en ese tono tan suyo - ¡No tienes por que angustiarte! No has madurado ¿Quién te está obligando a hacerlo? Si yo lo menciono, es simplemente por que no quiero que lastimes a los miles de ojitos emocionados que te siguen por las calles en una noche, pues aparte de ellas, te lastimas a ti, generas tu propia soledad.

- ¿Cavo mi propia tumba?

- Sí algo así, sin tanto dramatismo. Razona, diviértete, sólo no lastimes. No son objetos, son humanos. Muchas de ellas maravillosas. Atziri es una gran chica; no te preocupes si es de las pocas que se resisten a tu `` sensualidad ´´ - Bill hizo una mueca graciosa – Aprende a entenderla, no te rindas porque no te da las cosas de una manera fácil, ve a su ritmo. Conócela.

- Bill, quiero alguien a mi lado, y no lo digo por urgencia. Necesito ese complemento. Yo quiero… enamorarme.

- El amor llega cuando menos te lo esperas. Tom pronto… muy pronto te vas a enamorar

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domingo, 7 de febrero de 2010

Cap. 32 < De playeras y corazonadas >








[Capítulo anterior: - Come ya – imploré dejando un gran eco de devoción en el aire. Hacía tiempo que no veía las cosas así, y esa sensación regresaba, para chocar conmigo misma más fuerte que nunca.]


Sí, era hora de regresar a casa. Salir de la quimera que ese lugar me brindaba. Estar de vuelta en la cruda realidad.

- Yo te llevo – dijo comiendo el último trozo de hot cake de su plato – No es una pregunta.

- No te molestes – sonreí – Puedo pedir un taxi.

- ¿Te incomoda?

- ¿Qué cosa?

- Que te lleve a tu casa ¿es eso? ¿Te incomoda?

- ¡Claro que no! Sólo no quiero causar más peso, ya te hice un gran desorden en la cocina.

- Eso fue culpa de los dos – sonrió cruzando sus coquetos ojos verdes con los míos, marrones – Vamos, no te quiero quitar más tiempo – se paró de la silla y extendió una de sus manos enfrente de mi, la tomé para levantarme – Te llevo.

Recorrí con prisa el lugar, recolectando el caminito de mis pertenencias que había creado. ¿Era conveniente salir a la calle con unos boxers y una camisa a medio abotonar? No lo creo. Me tomé la libertad de seleccionar los jeans más pequeños que encontré y una camiseta negra, me había llamado mucho la atención desde la mañana, tenía un divertido estampado de una calavera que abarcaba todo el frente y manchas simulando gotas de pintura en tonos neón, los dientecillos de la figura estaban conformados por las letras `` Rock Hard, F*** Safe ´´. Un gran lema, he de admitir.

- Espero que no te moleste, tomé alguna ropa tuya, ya sabes, no suelo salir a la calle en boxers – dije saliendo de la habitación.

- ¡Sí! Hasta crees que te iba dejar salir allá afuera así – rió mientras volteaba - ¡Lo hiciste apropósito! – dijo emocionado al verme.

- ¿Eh? – levanté una ceja.

- No te hagas Dai, la playera, la seleccionaste adrede – señaló a la calavera.

- ¡¿Eh?! – Volví a preguntar más confundida - ¿Acaso no me la podía poner? – sonreí apenada.

- ¡No es eso! Es sólo que esa playera… - se quedó callado – Olvídalo, vamonos ya.

- ¿Qué hay con la playera? – pregunté intrigada.

- Nada, no es nada – sonrió retraído mientras ponía sus manos en la nuca.

- Georg… - insistí.

- Nada, te queda muy bien Dai – caminó desde donde estaba con los brazos extendidos, para llegar a mi con un cálido abrazo – Te queda muy bien.

Había una historia detrás de esa prenda, estaba segura, pero no decidí insistir.

Después de abrigarnos un poco más, salimos de aquella casa que a futuro me traería buenos recuerdos. Abordamos ese auto que me hacía babear y nos ensartamos en las calles de la desconocida Alemania.

- Me gustan las gotas de lluvia en los vidrios – susurré tocando lo helado de la ventana del copiloto. El oscuro cielo empezaba a llorar.

- A mi también – dijo risueño sin apartar la vista del camino.

Luché contra mis párpados para que no cerraran, pues los sentía tan pesados como dos elefantes enormes, pero no lo logré y cedí mi cuerpo al sueño, después de todo, no había descansado una noche entera. Era un camino largo, tendría tiempo de ordenar mis ideas entre el sosiego.

Abrí los ojos a una cuadra antes de mi edificio. Georg me observaba sin despecho, lo miré también, mantuvimos la mirada gracias al semáforo y su luz roja. Todo era más claro ahora, o tal vez más confuso, pero seguía siendo ¿magnífico?

- Dicen que hacen falta tan sólo ocho segundos manteniendo la mirada para que un hombre se enamore de una mujer – lo escuché, sacudí la cabeza.

- Apenas fueron cinco – sonreí y acumulé ternura para plantarle un suave beso en la mejilla.

- Claro.

Avanzamos el último tramo para volver al lugar donde mi dulce agonía se depositaba. Era hora de bajar pero miles de preguntas me atormentaban: ¿Lo volvería a ver? ¿Era mi amigo, mi amigo-novio, qué diablos era? ¿Dónde me la pasé las últimas horas? ¿Qué había con la camiseta? ¿Qué había pasado con todos los rumores? ¿Qué era yo para él? Etcétera, etcétera, etcétera.

- Bueno, pues servida, sana y salva señorita Ruzzo – me ayudó con el cinturón de seguridad que rodeaba mi cintura, sentí la suave tela de la playera con la tenue presión de sus dedos.

- Gracias… – seguramente pensaba que le agradecía por haberme acercado a mi hogar, pero en realidad le agradecía por resucitar una parte escondida de mi – por todo.

- Repitámoslo cuantas veces sea necesario.

- ¿Te volveré a ver? – me sentí ridícula con una auténtica mirada de esperanza.

- ¡Por supuesto! ¿Qué te hace pensar lo contrario tontita?

- ¡Hey! – me quejé haciendo un gracioso puchero.

- Quita esa carita o te raptaré de aquí hasta… un rincón escondido del mundo – acarició mi pómulo.

- Sí, bueno, es hora de irme – me aparté un poco. No quería más. Le temía a algo.

- Oh, sí – dijo un poco nervioso – Deja que te abra la puerta.

Bajó del coche y rodeó el frente del mismo, sentí la brisa en el aire cuando abrió la puerta de mi lado. Me ayudó a salir.

- ¡Brr! Hace frío – exclamé abrazando mis brazos.

- Bastante – se quitó su chaqueta y la puso sobre mis hombros.

- Geo... no hace falta, aquí está mi casa, subiré y me enrollaré de cobertores – le guiñé un ojo mientras me despojaba un hombro de esta.

- No – volvió a tapar mi brazo – quiero que te la quedes, me la devuelves después junto con lo demás.

- Bueno, gracias – sonreí apenas arqueando las comisuras de mi boca.

- Sonará bobo, pero así podrás estar un poco más segura. Nos volveremos a ver – ladeó la cabeza – Obvio nos volveremos a ver.

- Así será – asentí para luego darle un beso en la boca, uno casi invisible – Gracias, otra vez.

Giré para culminar la despedida. Mis zapatos, lo único mío que llevaba puesto, retumbaban como siempre en el lobby. Saludé al portero con una sonrisa y tomé el elevador.

.  .  .   .  .  .

Me encontraba haciendo planes con mis dos compinches, ambas tomarían el té en mi casa saliendo del trabajo, ya faltaba poco. Años atrás solíamos hacer eso, después del trabajo el día era sólo para nosotras; no importaba si estábamos cansadas o si simplemente no ahorrábamos las ganas suficientes para vernos. Ahí estábamos las tres, tomando un té o un café (aún más tiempo atrás de eso, eran cervezas). Convidando la felicidad o tristeza en sus momentos. Lo extrañaba, así como extrañaba un sin fin de cosas más. Mi vida era un engaño repleto de añoranzas.

Alex, que llegó minutos más tarde, me hizo el favor de ir al supermercado para comprar todo lo que una supuesta despensa debe tener, pues la mía tenía deliciosas aguas en polvo, exquisitos sobres para preparar gelatina y nutritivas cápsulas de vitaminas. Incomible. Volvió con un festín más grande de lo necesario, pero el menú de este hacía agua en la boca. Preparé una bandejita con galletas y las bebidas, todo estaba listo para cuando sonó el timbre de la puerta.

Elisa y Atziri pasaron con cara de muertas, la típica cara después de una intensa jornada. Noté como me miraron por ni nuevo `` look ´´ si así se le puede llamar, aún tenía la ropa de Georg encima y no pensaba cambiármela, no comentaron nada al respecto, pero sus miradas expresaban confusión. Me ahorré de explicaciones, así que decidí quedarme callada y les extendí las infusiones que renovaron sus ánimos.

- Mora azul – Atz suspiró olfateando la taza.

- Zarzamora – dijo ahora Elis echándole un vistazo a la suya.

- Y frambuesa para mí – concluí en un brindis seguido por un trago coordinado de las tres. Conocía esos sabores de sobremanera y también la cantidad exacta de azúcar para cada uno.

- No imaginé que los recordaras – Els se tumbó en el sillón mientras Atzi se apoderaba de la computadora.

- ¡Ay! Calma dramática – reí quemándome la punta de la lengua con la hirviente cocción.

- Bueno, con eso de que olvidas hasta tu trabajo – Atz puso los ojos en blanco.

- ¿Trabajo? – Pregunté confusa - ¡Demonios! – grité al recordar mi gran compromiso con mi futuro como cantante.

- ¡Pero que boba! – Rió Elisa sin vergüenza – Has de estar enamorada.

- No – contesté con frialdad de una manera automática.

- Era sólo una broma – repuso esquivando mi mirada.

- Eh… ¡no! Es decir, yo, no, bueno, no creo estar enamorada ¿me entienden? – el nerviosismo me invadió y me sentía una gran, gran tonta.

- ¡Aha! – contestaron a unísono mandándome de a loca.

- Mejor volvamos a lo del trabajo – levanté las cejas - ¿Qué opina Taylor de todo esto?

- Ya sabes, comienzan sus desplantes de diva – Atz torció los labios fingiendo angustia – Está desesperado, y piensa llamarte.

- Pues ¡adelante! Que me llame – contesté según yo segura.

- No querrás que eso pase, con la primera llamada, los problemas empiezan.

- He ensayado, pero con el golpe me duele practicar – toqué mi rostro, ya estaba más desinflamado, creo que podía dejarme de pretextos y comenzar mi vida en el trabajo; el dinero que había ahorrado durante mi estadía en Intense Magazine no iba a ser eterno, estaba viviendo de el, pero comenzaba a desvanecerse. Tenía que hacer algo y no quedarme de brazos cruzados – Iré al casting final.

- ¡Ok! – dijo mientras desplazaba sus dedos y mirada por las partes de la portátil – Entonces nos ves a Taylor y a mí por allá, iremos a apoyarte, una semana, Elis, tu también puedes ir.

- ¿¡Una semana!? – Escupí el trago de té que tenía en la boca y dio a parar en el rostro de ambas, pero eso no detuvo a mi preocupación - ¿En una semana es el casting?

- Ehem… sí, una semana – Atziri limpió las gotitas de su cara – No me bañes por favor.

- Una semana… estoy en problemas.

- ¡Ay por dios Dai! ¿Tú cuando no estás en problemas? – Rió Elisa seguida por Atz, pero les paré su alegría con mi mirada – Lo harás bien de todas formas, estoy segura.

- ¡Sí! Y si no es así, Taylor te asesinará, pero de ahí no pasa.

- ¡Ja! ¡Ja! Que graciosa – dije con un tono hostil mientras ellas seguían riendo.

- No te quejes – me regañó Elisa – Agradece que no tienes más a Stephenie como jefa.

- Un punto a mi favor.

- Exageras demasiado Dai, yo tengo que tener un ouffit completo para pasado mañana y aún no tengo ni la idea base – dijo Atziri.

- Ingresa a la red, puedes sacar patrones o modelos de ahí – sugerí mientras corría hacia su sillón y me tumbaba dando un vistazo a la página web que tenía abierta.

- Es lo que hago – contestó. La página tenía varios colorcillos y símbolos que daban piruetas. Me llamaron la atención la mayoría de los diseños.

- ¿Qué página es esta? – pregunté.

- Es de H & M – hizo girar los ojos, le gustaba resaltar su conocimiento en el mundo de la moda – Una compañía especializada en ropa, tienen buenos diseños.

- Ya veo.

- ¡Oh sí! Tengo algún par de prendas de esa marca – expresó Elis perdida en la televisión.

- Sí, pero busco una línea que sacaron ya hace un buen tiempo – encogió sus ojos tratando de hallar algo en la pantalla - ¡Aquí está! – dijo triunfante haciendo doble clic encima de un logo. Enseguida se cargó una nueva pantalla llena de diseños, pude admirar que varias celebridades tenían camisas encima, ellos mismos eran los modelos – Esta campaña fue diseñada hace unos años, tiene como base la lucha contra el sida. – Me explicó - Varios artistas participaron diseñando una camiseta, así se vendieron muchas más y pudieron apoyar de una manera ingeniosa la causa. Vela, tiene diseños muy buenos, yo iré a molestar a Elisa – dijo parándose del sillón y cediéndome el equipo.

- ¡Oye! – le reclamó Elis acostada desde el otro sillón y comenzaron a jugar luchitas, les gustaba volverse niñas afuera del mundo del glamour, y tengo que admitir que a mi también. Mientras yo daba aliento a Elisa, y a ratos a Atziri por que me reclamaba de ello, observaba los diseños de las camisetas, eran muy divertidos y bien realizados.

Así cambiando entre clic y clic, me detuve especialmente en uno de ellos, sí, era esa misma playera. No puedo creer que hasta volteé con discreción hacia mi pecho para comprobar mi teoría por más obvia que fuera. Sí, era la misma. En la foto, los cuatro la aportaban, Tom, Bill, Gustav y Georg. Era la misma ¡la misma!

Cerré la página a escondidas de Atziri y me les uní al juego. Rato más tarde, rasguñadas y magulladas, se retiraron de la casa prometiendo volver pronto por más té y acción tipo John Cena o Jeff Hardy, pues hasta Alex y su equipo se habían unido al juego y mi casa se había transformado en un gran cuadrilátero.

En la mañana del día siguiente, traía `` Rock Hard, F*** Safe ´´ aún impregnado en mi abdomen. Dormí con ella y pensaba desayunar con ella ¿por qué no? Yo la había elegido. Yo había elegido toda una experiencia en un lugar desconocido de Alemania. Yo había elegido hot cakes y cóctel de frutas para el desayuno. Yo lo había elegido a él.


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viernes, 5 de febrero de 2010

Cap. 31 < Cercanía >







[Capítulo anterior: - Es mucho nombre para un vino – me extendió la copa y el brillo en nuestras pupilas se convirtió más líquido que la propia bebida. Maravilloso.]

.   .   .   .   .

- Anda, te acompaño a tu casa – el insistía una y otra vez. La madrugada se extinguía para convertirse en amanecer.

- No, puedo yo sola – yo simplemente guardaba mi postura – Veo poco probable que me llegue a perder.

- ¿De verdad? – dijo con mirada retadora.

- Sí – confirmé seria mientras disimulaba el dolor de cabeza. Habíamos bebido toda la botella hasta la última gota en un segundo, el resto comenzaba a transformarse en historia, pero eso era por que mi memoria estaba lo suficiente aturdida como para recordar que había pasado con exactitud en las últimas horas.

- Oh ya – asintió – Muy bien, ¿puedes decirme donde estamos señorita ubicada?

- En tu casa – solté una risa boba.

- ¡Ja! ¡Por favor! No tienes ni la mínima idea de en que lugar alemán estás parada.

- Pues, lo averiguo. Fácil – levanté los hombros con indiferencia y mis tacones retumbaron en el piso de madera, luego el rechinido de la puerta llamó la atención de Georg – Algún taxista debe saber en que lugar está varada la señorita ubicada, seguro conoce también el regreso a casa.

- No pensarás irte ahora – dijo no exactamente en forma de pregunta.

- ¿Por qué no?

- ¿Es enserio? ¿Te quieres ir ya?

Y de nuevo lo hizo. Un perfecto lavado de cerebro, con las manos a la altura de la cintura y actitud relajada. Dos ojos verdes que tintineaban con galantería y unos labios repitiendo: `` ¿en serio? ´´.

- Odio que hagas eso – reí estruendosamente mientras arrojaba mis tacones a algún rincón del lugar y corría como niña hacía sus brazos.

- Yo amo que odies eso – susurró con delicadeza a mi oído y sentí mis pies fuera del suelo, en forma literal. Sostenida por sus trabajados brazos y riendo los dos, juntando nuestras narices y moviéndolas de un lado a otro, formando un coqueto juegue de cariño.

- Tal vez me quedo para el desayuno – reí mientras mis pies descalzos volvían a sentir lo frío de la madera.

- No – exclamó con dureza – No quiero un `` tal vez ´´ . Te quedas a desayunar y todos felices y contentos.

- ¡Ah! Ahora estoy obligada a desayunar en la casa del bajista de Tokio Hotel, interesante – reí trotando hacía la cocina para ayudar al hombre a preparar algo.

- Te equivocas – abrió el refrigerador y sentí una ráfaga helada que este despedía – Estás obligada a desayunar en la casa de Georg Listing, no del bajista de el fenómeno mundial Tokio Ho…

- Perdón – lo interrumpí – Yo no quise herirte.

- Calma linda, no es para tanto – sonrío extrañado – Es sólo que a veces me gusta quitarme de toda la fama y ser el yo de antes…

- Sí lo entiendo, pero no me refiero precisamente a eso – torcí los labios. Todo estaba sucediendo tan rápido. Entre la penumbra se veía un futuro, pero yo no podía seguir así, repleta de mentiras y dudas. Cargaba un gran peso de encima, tenía que arrojarlo muy lejos para que este no me siguiera aplastando. Lo tenía que hacer. No era obligación, era necesidad.

- ¿Qué pasa? – preguntó ameno. Jugaba con un mechón de mi cabello pasándolo detrás de mi oreja. Estaba curioso por mis palabras.

- Lo siento, no quise herirte.

- No se a que te refieres.

- Georg yo… yo desconocía que el iba a llegar y que iba a suceder todo eso…

- ¡Hey! – Me interrumpió – Espera, ¿Tiene que ver con el ventanal? – Paseó su mirada por la blanca cocina – Bueno, el ventanal es un buen tipo, me cae bien, me da buena espina y no logró ponerme celoso; admitiré que el tal Danny fue todo lo contrario. ¿Por qué no le pide consejos al ventanal? – estaba bromeando, sí, estaba bromeando.

- Sí, justo ese es el tema – suspiré. No quería enfrentarme a sus ojos, no aún – Creo que debí de darte una explicación en ese momento – y los reflejos verdes de sus pupilas sonreían, el sonreía. ¿Por qué sonreía?

- Esperé esta plática por un tiempo, pero ya no más. Te creo Dai, te creo cual haya sido la razón de todo el alboroto. Dejémoslo en el pasado, vivamos el presente ¿sí?

- Pero…

- Dai, te creo.

- No pensarás que he inventado alguna excusa para librarme de esta, no, estoy dispuesta a contarte la verdad, decirte quien fue Danny, lo que es de mi vida, quien soy yo…

- Te creo – repitió sin fastidio – No soy grosero, no creas que no te quiero escuchar, pero, ¿no será mejor borrarlo de nuestras mentes? Dai te creo.

- ¿Será mejor borrarlo? – dudé en su teoría.

- Será lo único que hace falta.

- ¿Lo único qué falta para qué?

- Para sentirte más cerca de mí – percibí su fuerza tirando del vestido que aún traía puesto, rigiéndome acercarme a su cuerpo, para este terminar rasgado en la parte del abdomen, un pequeño detalle sin importancia, pues toda la atención se la llevaba el cálido juego de nuestros labios unidos.

(Elisa y Atziri)

- ¡Sucia! – gritaba divertida Elisa a su amiga mientras revolvía con el popote la espuma del frappe.

- ¿Y ahora yo por qué? – contestaba la otra a la defensiva riendo también, mientras su vista divagaba por las personas en aquel café.

- `` Voy al cine con Tom ´´ ¡Eso suena pero inocente en extremo! ¡Aha! – Elis reía estruendosamente, pero detrás de todo, estaba evitando alguna pregunta de Atziri respecto a su preocupante confesión con el otro gemelo Kaulitz.

- Bueno, bueno, que tu trates de conservar la especie humana en los cines no es mi problema ¿si? – Bromeaba Atz dándole un sorbo a la bebida chocolateada – Yo le rindo homenajes a la inocencia.

- Más respeto por favor – la mano de Elisa aterrizó en el brazo de Atziri - ¿Me vas a contar o no?

- Dramatizas niña. Nada grave.

- ¡Uy! Define `` grave ´´.

- Estuvimos tranquilos, era la última función, así que no había casi nadie rondando en el cinema… - raspó el icono de `` Starbucks ´´ de su envase tratando de desaparecerlo. Al mismo tiempo Elisa se acomodaba en el silloncito, entendiendo que la historia iba a comenzar – Ya sabes que las películas de terror no son mi punto débil, así que elegí la más `` fuerte ´´ . Suponía que me burlaría de Tom por dos horas y media, le aposté que yo no haría ningún gesto y el se la pasaría gritando, asustando más a la gente por sus gritos que por la función. Antes de que empezara la película, fuimos a la dulcería y me complació todos mis caprichos – Atziri gritó `` no de ese tipo de caprichos ¡cerda! ´´ Cuando Elisa mal interpretó esa parte del relato – Nos volvimos peques arrasando con la dulcería.

- ¡Que raro! Tu atascándote de dulces – Elisa torció los ojos y soltó una risita. Después de que Atziri la fulminara con la mirada, prosiguió.

- Bueno, los chicos de seguridad acabaron transportando todas las porquerías que compramos y ya adentro de la sala, pues… comimos y platicamos – Atziri le dio un sorbo al líquido, pero al despegar sus labios de la pajita, no articuló palabra alguna.

- ¿Y… - Elisa destruyó el silencio con una actitud ansiosa.

- Y miramos la película, no estaba tan mala ahora que lo pienso.

- Miraron la película – Elis mordió su labio inferior y movió la cabeza de arriba para abajo.

- Así es.

- No se que me sorprende más; que me mientas respecto a una aventurilla o que me creas lo suficientemente tonta como para que me trague eso.

- ¡Es verdad! – Atziri abrió mucho los ojos – Es verdad – repitió más calmada.

- Promételo – la retó.

- Te lo confesaré – respondió la otra chica abrumada – Un único beso. Sólo juntamos nuestros labios y los despegamos ¿feliz?

- No tengo la mínima idea por lo cual no quieres contarme los sucios detalles – levantó una ceja y rió – Pero, se que es imposible debatir contigo, así que me conformo – frunció el entrecejo.

- ¡Gracias! – Atziri extendió las manos y miró hacia el techo.

No era una cuentista. Los hechos habían sucedido de aquella manera el día anterior; los labios de ella y Tom apenas habían compartido sus texturas en una fría despedida. No estaba dispuesta a sufrir más, y reconocía que acercarse a un hombre le causaba dificultades, pero sus dos amigas, conservaban la imagen de la anterior Atziri, dispuesta a conquistar el mundo con su forma directa y espontánea de ser. Ella era esa chica, la que dejaba pasar las cosas, y que sabía que todos sus encuentros eran aventuras hasta encontrar al hombre indicado, pero… ¿Qué tal si ese hombre ya se había presentado? Ya no estaba más, William se había ido. Lo había perdido. Eso era seguro. Buscarlo; ya había pasado esa idea por su mente veces anteriores, pero todo lo que conllevaba esa acción le destrozaba el alma y le causaba un constante desaliento sentir su ausencia. Era tiempo de empezar algo nuevo, pero estaba conciente de que un amor no quita a otro. ¿Tom podría ser su nuevo William? Ser indiferente con el, portarse inocente, le desesperaba, y por el otro lado a Tom también. Era tiempo de divertirse, divertirse mucho.

- Tu tienes más cosas que contar que yo – presionó Atziri mientras asechaba a Elis con la mirada.

- No mucho.

- ¿Ah sí? – Atzi echó un vistazo al reloj de la pared. Quedaba poco tiempo, ambas se habían tomado el receso de sus respectivos trabajos para verse, y la hora de regresar se aproximaba – Más vale que escupas todo de una vez, poquitos minutos nos quedan. ¿Qué tal resultó tu sinceridad con Bill?

- Pues – Elisa carraspeó la voz – No tan mal – se produjo un silencio.

- ¡Habla!

- Ya. Sólo no presiones – dijo con simpatía la narradora de la próxima historia Kaulitz – Se molestó Atz, se molestó mucho.

- Oh – bisbisó con miedo de que el consejo de Daiana se hubiera ido abajo – Bueno, es razonable ¿no?

- ¿Razonable? – Preguntó Els con desesperación – Me aconsejaron algo que hace enojar a la gente, pero esto es razonable ¿no?

- No lo veas de esa forma. ¿Quién no se enojaría con una noticia así? – Atziri soltó aire abatida – Pero dime, ¿no apreció tu sinceridad?

- No lo se. Creo que no lo he recapacitado – Elisa se adentró en sus recuerdos de la noche anterior. Enfrente de su edificio, dentro del coche de Bill, ahí las verdades habían sido expuestas – Se llenó de celos al escucharlo, me lo confesó, pero dentro de todo, me sonrió al despedirse, eso surgió con naturalidad.

- ¿Y antes de la despedida?

- Me lo agradeció, agradeció que había tenido el valor de decírselo. Prometió vernos muy pronto, me propuso un restaurante para la siguiente vez.

- Entonces Dai tenía razón.

- Sí, eso creo – admitió Elisa, sintiendo que a veces lo descabellado es lo correcto.

Sólo una docena de minutos después, salieron del café para separarse en el estacionamiento. Arrancando sus máquinas para dirigirse al trabajo, a la rutina que a veces parecía interminable de no ser por los sucesos alrededor de sus vidas.

Sin embargo, algo seguía aprisionando las almas de ambas, ese algo, tan especial. Las dos no pecaban de ignorancia, sabían que una sombra ataba su felicidad, y estaban más que dispuestas para solucionarlo.

(Daiana)

- ¿Cuándo olvidé como cocinar? – reí.

La cocina estaba hecha un lío. Harina por aquí, huevo por allá, jugo en el piso, mermelada en las paredes, restos de fruta en la barra y mezcla para hot cakes en el techo.

- ¿Cuándo olvidé que la cocina no es un buen lugar para…

- ¡Georg! – lo callé mientras entrábamos en una prolongada carcajada - ¡Ya vez! Qué bueno que te detuve, de lo contrario tu cocina se hubiera incendiado. Esto es tú culpa.

- La tuya.

- ¿La mía por qué?

- Quien te manda a ser tan… perfecta.

No respondí a ello, pero sentí un calor impresionante en mis cachetes, seguro estos ya estarían del color de un tomate.

- Te ayudaré a limpiar – dije en seco mientras tomaba una servilleta para secar el jugo de manzana.

- No – detuvo mi mano con la suya – Mañana pondré a Tom a limpiar, no te preocupes – sonrió – Ven, vamos a mi cuarto, te prestaré algo que ponerte, estás hecha un desastre y tu vestido está roto, cuando salgas desayunamos.

Tomó mi mano y me dirigió a un pasillo desconocido para mí, pues en las últimas horas solo había invadido la estancia y la cocina. Abrió una puerta de madera que se transformó en un cuarto blanco, con una cama enorme y pocos detalles en las paredes, una cálida luz y uno que otro póster de Yellowcard, Fall Out Boy, Oasis e incluso uno suyo en el que un marcador negro formando bigotes y un sombrero me hizo reír bastante.

- Sí sí – asintió con pena – Obra de arte por mis tres idiotas.

Abrió las puertas de un closet, había mucho contenido dentro.

- No se mucho de moda y no se que ropa te pueda quedar, pero elige lo que quieras – me guiñó un ojo y asentí agradeciendo. Cuando salió de la habitación, husmeé entre las prendas.

Había una gran cantidad de camisetas estampadas, chaquetas de gamuza y cuero y jeans. Deslicé los ganchos por el tubo dos veces y luego opté por los cajones. Abriendo y cerrando estos, me encontré con uno que tal vez no debí de haber abierto, pero le saqué muy buen provecho al encontrar unos boxers a rayas con tonalidades en negro y blanco. Me deshice del vestido y me los puse, se me veían como unos coquetos shorts. Mi tronco lo cubrí con una camisa de botones completamente blanca que supuse que yo estrenaría, se veía nueva; la abotoné hasta sólo un poco más arriba de la mitad. Ordené mi cabello y me quite un poco de maquillaje. Sí, estaba lista.

Caminé con sutileza hasta la cocina, pero el no estaba ahí.

- ¿Georg? – pregunté al aire. No hubo respuesta.

- ¿Georg? – insistí asomándome desde el marco de la puerta de uno de los cuartos.

- ¡Boo! – sentí sus manos por detrás picándome las costillas, di un cómico brinquito y el no paraba de reír, hasta que volteé y se quedó boquiabierta.

- ¿Qué pasa? – pregunté nerviosa. No paraba de verme.

- ¡Wow! – dijo, más bien gritó con entusiasmo - ¡WOW!

- Me harás sonrojar – admití riendo mientras le tapaba los ojos con una mano.

- ¡Wow! ¡Wow! ¡Wow! – Retiró mis dedos con prisa y volvió a escanearme con la mirada – Nunca pensé que mi ropa se fuera a ver tan bien algún día.

- Calla – dije entre una risita – Mejor comamos, muero de hambre.

Nos dirigimos a la mesa, y todas nuestras creaciones ya estaban ahí. Cóctel de frutas, hot cakes y pan tostado con mermelada de zarzamora.

- Se ve delicioso – el olor de la masa de los hot cakes penetró en mi nariz.

- No ¿Te digo qué se ve delicioso? – levantó las cejas.

- Mejor come – reí mientras lo observaba sentarse, yo aparté la silla de la mesa para hacer lo mismo.

Me volvió a mirar, pero ahora era de una manera distinta. Sus pupilas vibraban, sonreía conmovido. El sabía que yo lo notaba, pero eso no lo privó de seguir viéndome.

- ¿Qué? – pregunté dibujando una sonrisa curiosa.

- Wow – volvió a decir, pero ahora en un siseo lleno de encanto. Me sorprendió.

- Come ya – imploré dejando un gran eco de devoción en el aire. Hacía tiempo que no veía las cosas así, y esa sensación regresaba, para chocar conmigo misma más fuerte que nunca.


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Buenas noches ^^

Quiero mandarles un gran saludo a todas la almas maravillosas que me leen y fueron pacientes ante la ausencia de capítulos. Gracias, mil gracias por leerme y comentar.

Sufrí un confuso episodio psicológico con el FF, pero por lo visto está solucionado (gracias amor) ;D

Así que  ¡agarrense bien! Los capítulos han vuelto al igual que yo, con muchas macabras ideas en mente.

se les ama <3

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