viernes, 23 de abril de 2010

Cap. 36 < Mimi Ruzzo >





[Capítulo anterior: - ¿Se involucran mucho en el relato? – Endureció el gesto. No quería recaer en crisis pero mis manos temblorosas no apoyaban mucho la idea. - Ellos son la historia…]

Georg y yo estamos saliendo del departamento de los Kaulitz. Son las diez de la noche o una hora cercana a esta. Hace viento y nuestras largas cabelleras se alborotan al ritmo. El asfalto está húmedo ¿Llovió esta tarde?

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Me fascina la lluvia. Me fascinan los días lluviosos. Todo va a la perfección. El avión está aterrizando y las caras de los pasajeros son todas de asco, pavor, alivio y ansiedad. Yo sin embargo disfruto mucho de esto. Cierro los ojos. He llegado.
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 - ¿Hermana? – me preguntó hace un momento. No he contestado – Daiana ¿Tienes una hermana mayor?

- Sí Georg, tengo una hermana - aseguré. Finjo no darle importancia mientras juego con las gotitas de lluvia salpicadas en las ventanillas de su coche.

- Y… ¿Cómo es que no sabía de ella?

- Ja – pareció un bufido – Ni siquiera yo sabía de ella…

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- Mucho equipaje… ¿le ayudo? – me pregunta un chico alto, rubio, ojos claros, con una sonrisa en rostro. Hubiera recibido su ayuda a no ser de su mirada depravada.

- No, yo puedo sola – suspiro – Gracias – culmino en un tono hostil.

Tomo un taxi en el sitio más cercano. Mi alemán es muy inútil, pero mi salvación es un impecable inglés.

- ¿A dónde la llevo señorita? – me pregunta con el acento nativo combinado con una extraña especie de americano. Le sonrío, me está observando desde el espejo retrovisor.

Busco en mi bolso. Saco el papelito con la dirección anotada, estaría perdida en un país desconocido sin este.

- Justo ahí – indico mientras siento el calor del motor traspasar el asiento.

- Claro – contesta el taxista para luego sumergirme en un desconocido tour. Alemania es hermosa.

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- ¿Entonces… es bonita? – pregunta con un tonito pícaro mientras juega con el volante haciendo al auto bailar.

- ¡Deja de hacer eso! – respondo histérica. Le doy un golpe en el brazo acompañado de una risa - ¿Qué si es bonita? ¿Pretendes viajar hasta México para conquistar a mi hermana?

- Eh… - alza los hombros con indiferencia – Me hacen falta unas vacaciones. ¿México como destino? No estaría mal – se carcajea.

Lo ignoro divagando mi mirada a los demás autos que nos acompañan en el destrozador tráfico.

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¿Cómo explicarle qué estamos tan cerca?

Tomé mi celular buscando su número. Lo marqué cerca de tres veces, un trío de llamados inútiles pues ninguno lo contestó. Esta vez no dejé mensajes de voz, tampoco servirían. El número de su móvil lo agradecería hasta la muerte, por desgracia lo desconozco.

¿Y si abandonó también a Alemania y ahora se encuentra en España, Perú, Japón, Chile o Portugal?

Estoy comenzando a arrepentirme. Es un viaje salvaje, y el taxi no deja de avanzar. ¿Qué hago en un país desconocido probablemente sola?

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- Pero… sigo sin entenderlo ¿Por qué la ocultaste tanto tiempo? ¿Quién oculta a su propia hermana? 
– Tose con una sonora risa – Bueno… a parte de una loca como tu.

- Supongo que esta loca tiene sus motivos.

- Genial – levanta una ceja intrigado. Los ruidos de los demás motores comienzan a marearme – Cada vez le pones más picante a la historia – continua.

- Como si se tratara del rumor del siglo – giro los ojos. Lo toma como una broma, estoy segura. ¿Quién no lo tomaría así al desconocer el trama detrás de… nosotras?

- Pues… de hecho.

- ¡Hey! – reclamo con una palmadita en uno de sus pectorales. Se siente como una roca hirviendo, una suave textura que le da la camiseta que trae encima, el calor contagia mi mano…

- Eh Dai…

- ¿Sí?

- No es por nada, pero si no quitas tu mano de mi pecho, hay muchas probabilidades de que nos estampemos con el auto de enfrente – me suelta una sonrisa y lo miro extrañada, hasta que me señala con los ojos la palma de mi mano posada aún en su cuerpo; lo que empezó como un ligero golpe ahora es una caricia.

- Claro – suelto apenada quitando mi mano de encima. Puedo sentir como el calor está subiendo por mis mejillas. El sólo ríe con entusiasmo.

- Dai – voltea a verme después de que las llantas del coche dieran otra vuelta entre los tantos vehículos – Eres un pequeño desastre.

- Un gran desastre diría yo.

- Pensé que `` pequeño ´´ sonaría más sutil – dice con voz dulzona – Pero ¡bueno! Luego no me culpes si tus ánimos bajan e intentas cortarte las venas con un… ¿lápiz labial?

- ¡Bah! – Ahora ambos estamos riendo – Sería más útil un rizador de pestañas ¿no crees?

- Vaya que eres tétrica – las risas comienzan a acumularse.

Le eché un vistazo a los discos que estaban en la guantera y puse uno de Yellowcard. Sabía que le gustaba el grupo, es de mi agrado también.

Georg tararea la canción. Yo miro a través del cristal, el me imita ahora. Sus ojos se abren hasta parecer dos relucientes platos y se quedan estancados en algo… alguien en realidad.

- Ella… - dice señalando algo frente a mis narices.

Dentro de uno de los tantos vehículos, las facciones de una chica son iluminadas por el crepúsculo. Tiene la piel con un ligero tonto tostado, su cabello negro con mechones rojo sangre en las puntas. Ojos relucientes. La mirada, esa mirada la conozco…

- … Ella es muy bonita – continua Georg. No lo dice en mala forma, una terrible confusión se le escapa hasta por las orejas – Creo que la conozco.

- También me resulta familiar.

- Sus…

- Ojos – completo. Georg asiente con suavidad.

- Y su…

- Mirada – culminamos al mismo tiempo.

Los ases de luz aún la bañan. Parpadea con delicadeza mientras la luminosidad del cielo la deslumbra. Color rojo se desliza por sus hombros desnudos, más arriba el negro, enmarca su rostro.

- Sí – murmullo.

- ¡Estoy seguro de que yo la he visto en alguna parte! – Georg saca del bolsillo de su pantalón su teléfono celular. Está buscando entre sus contactos. Se detiene en cada nombre para echar un vistazo a la diosa, así cerciorándose de que ella nunca se ha cruzado en su vida.

Me está mirando. Cruzamos miradas. Siento el corazón revoloteando en mi pecho. Pasa un mechón de su cabellera detrás de su oreja; curiosamente yo estoy haciendo lo mismo. Es un reflejo. Ella me conoce, yo la conozco.

- Esa chica me recuerda a alguien. Tengo el nombre en la punta de la lengua – Geo aprieta entusiasmado las teclas de su celular. Repasando por segunda vez la lista de contactos – Me recuerda a… a…

Le arrebato el artefacto de las manos y controlo los nombres hasta llegar al indicado. Lo devolví dos segundos después.

- Te recuerda a mí.

El dirige la mirada hacia su móvil en donde el nombre `` Daiana ´´ está seleccionado. Lo observa, luego me observa a mí como si fuera una extraña. Nos compara.

Ella, mira convenciéndose de lo que está sucediendo. Yo… no lo creo.

- Te recuerda a mí – repito junto a una sonrisa. En el espejo retrovisor, observo mi imagen. Sí, totalmente diferentes, simplemente iguales.

Se desahoga del tráfico, baja del auto con su andar desordenado. Se está sentando en uno de los escaloncillos de aquel edificio enorme. Aún tiene la mirada seduciendo a este coche.

Georg aparcó la nave en un espacio vacío enfrente de la construcción. No me pregunta nada, pero está leyendo mi mente. Sigue con esa intranquilidad en lo verde de sus ojos.

Bajamos a la vez. Tomo de su mano cuando está cerca de mí y caminamos hasta el filo de los escalones. En el quinto es en el que ella está. El aire alborota la delgada tela del blusón turquesa que usa.

¿Qué decir?

- Sabes cuanto me molesta que no contestes tus teléfonos – empieza. Trata de sonar molesta, pero su voz deslumbra una dulzura increíble – Sabes que vine a buscarte prácticamente sin ninguna referencia… y sabes también que estoy apunto de… de…

- ¿Podrías callarte y sólo darme un abrazo?

- Pensaba decir `` apunto de golpearte ´´ pero un abrazo no es tan mala idea Ruzzo.

Extendí mis brazos y cerré los ojos. Escucho sus zapatillas desfilar rápido los cinco peldaños que nos separan, corrompiendo esa distancia similar a la eterna.

Abro de nueva cuenta mis párpados. Estamos encima del frío concreto riéndonos como el par de niñas que alguna vez fuimos o seguimos siendo. Me ha tumbado y ahora me llena de besos la frente. Le hago cosquillas para apartarla y pataleo incansablemente.

- Hermosa… - me dice en el drástico cambio de la comedia al drama. Siento su tibio aliento en mis facciones. Seguimos tiradas en el suelo. Mis ojos se nublan, una lágrima en su recorrido me quema la sien. Lo nota, seca el contorno de mis ojos con su dedo índice – Cuando pienses que la noche se ha instalado en tu mente, que en tu interior estás retorcida y angustiada, deja que te demuestre que estás ciega, baja las manos porque puedo verte. Yo seré tu espejo.

Nos incorporamos. Georg mira atónito con una sonrisa.

- Ven – susurro en el oído cubierto por la cortina negra de su cabello – Quiero presentarte a alguien.

- Georg… ¿recuerdas que justo te contaba la historia de unas hermanas? – digo acercándome a el. Jalo a ella del brazo. Geo, con las manos cruzadas, no nos priva de esa perfecta dentadura que retoza asombro – Pues el cuento acaba en un bizarro encuentro entre ambas y… todos vivieron felices para siempre. Fin.

- Dai… esa historia dura muy poco. La deberías de continuar – alienta el.

- Siempre me he preguntado lo que hay más allá del final feliz, lo quiero descubrir. Mucho gusto… soy Marabi Ruzzo.

- Mi hermana mayor. Marabi Ruzzo.... Mimi Ruzzo.

Mimi… mi rumbo, mi dirección. Quieres decirme adiós como si existiera el olvido, le pides a tu corazón que no se junte más conmigo. En tu mirada me encontré una ventana por donde se ve el camino, hoy descubrí que estaba escrito en tus palmas mi destino. La soledad es mejor si la comparto contigo, pesa mas el corazón cuando lo llevo vació. Y todavía tengo mis tenis viejos para ir corriendo detrás de ti, y todavía tengo un chiste nuevo para hacerte reír, y todavía tengo el corazón abierto por si quieres venir. 


Para Mara Reyes. Gracias por se la continuidad de mis sueños.

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