sábado, 31 de julio de 2010

Cap. 40 < Eres tan... >





[Como si las apocalípticas resonancias del ayer se borraran, poco a poco, paso a paso, con los escondrijos de una hermandad renacida. Una relación que florece y cubre huellas profundas en los corazones con sus antiguos frutos, pero ahora, renovados.]

(Georg Listing)

- Debes de estar bromeando – me dice con una sonrisa.

- ¿Tendría sentido? – Les pregunto cachando la cerveza que el moreno me arroja – Díganme, ¿en verdad tendría algún sentido que les mintiera sobre algo así?

- No lo sé Hagen, tal vez tu cerebro por fin está evolucionando y tienes un macabro plan en mente – levanta las cejas y abre su bebida. Le contesto con una mirada fría.

- No – contesta el otro gemelo – Tom, aunque lastime tu orgullo, Georg tiene razón. No le veo la gracia ni el motivo de que esto sea una farsa. Además ¿No escuchaste la historia? ¡Es demasiado detallada, larga y complicada como para que se la haya sacado de la manga!

- Gracias – digo exhausto hacia las palabras de Bill. Tienen que creerme.

- ¡Bill! ¡No me digas que te tragas su rollo! – Tom casi escupe el trago de cerveza al dar una carcajada.

- No es ningún rollo. Es una historia muy importante… también seria Thomas – dice Bill cruzando los brazos y arrebatándole la lata de alcohol a Tom – No creo que te debas reír al respecto.

- ¡Es verdad! – insisto desesperado.

Los gemelos e incluso Gustav, quien no parece muy interesado en la conversación, voltean repentinamente a verme. Creo que estoy más exasperado de lo que creía.

- ¡Tranquilo Hobbit! – me grita Tom aguantando la risa - ¡No saques tu fuerza Hulk aquí! Es un lugar muy pequeño…

- Basta de bromas – interrumpe Bill calmando a su hermano con esa actitud de mamá gallina que posee.

- No entiendo mucho de lo que nos contaste, pero yo te creo – apoya Gustav.

¡Bien! Tres contra uno. Todos tienen que creerme. Necesito alguien para hablar sobre la bizarra historia. Necesito a los tres. Me termino la cerveza en un par de largos tragos. Estoy dispuesto a hablar hasta convencer a todos.

- ¡Es que no cabe en mi cabeza como una persona puede ocultar a alguien de su propia sangre! ¡Alguien como su hermana! Y menos si ese alguien es Daiana – Bill hace demasiados ademanes con las manos mientras habla.

- ¿Está guapa? – Pregunta Tom en el silencio que se estaba creando - ¡No Georg! ¡No me refiero a Daiana! – contesta antes de que le arroje la lata vacía – Bueno, sí que lo está, pero ella eligió mal. Se fue contigo. Me refiero a su hermana, ¿es linda?

- ¡Tom Kaulitz! – Grita Bill molesto – ¿Puedes dejar tu cerebro apartado del físico y complexión femenina por tan sólo un rato?

- Lo que menos importa ahora es si ella es bonita – pongo las manos en mi cara y las deslizo encima de esta.

- Sí. Está bien – contesta a mala gana - ¿Es su hermana… mayor?

- Así es – respondo. Creo que por fin está cediendo – No se por cuantos años, no deben ser muchos. Se ven casi de la misma edad.

- Su hermana mayor, entonces… ¡está que arde Hobbit!

- ¡TOM! – Bill, Gustav y yo. Fue un grito de desesperación extrema.

- ¿Qué? ¡Lo siento pero yo no establecí esa regla de que los hermanos mayores somos los más apuestos!

- Contigo no se puede men – suspiro – Sabes que me gusta bromear. Pero esta vez no es la ocasión. Pensé en ello toda la noche, no pude dormir. Pasa por mi cabeza como una película.

Era verdad. Aunque lo intenté, no pude cerrar los ojos ni un momento. La escena del rencuentro de dos hermanas tan perfectas era como… irreal.

- Eres un tarado – suelta Bill, dejando su cuerpo caer en uno de los sillones. Lo último que quiero es que inicien una de sus peleas. – No te resistes a cualquier cosa que tenga piernas. ¿Y Atziri? ¿Ya pasó de moda? - Veo como Tom abre la boca, esta dispuesto a atacar…

- ¡Hey chicos! – interrumpe Gustav parándose de un brinco del sillón, no me di cuenta en que momento los gemelos lo hicieron también, ahora está en medio de los dos, deteniéndolos.

Corro a ayudarlo. Son como dos titantes enfurecidos, los brazos de Gustav y los míos no van a aguantar mucho más.

- ¡Tranquilícense! – digo viendo fijamente a Tom. Noto como ambos están relajando sus cuerpos.

- ¡Dios mío! ¡Paren! – Gustav detiene a Bill.

- ¡Hola mis bebés! – Entra David animado, pero parece que se le saldrá el corazón del pecho al ver la escena - ¡Wow! ¡Tranquilos!

También nos ayuda, sus manos son suficientes como para separarlos.

- ¡¿Qué demonios hacen?! – Pregunta, a gritos – ¡Sí quieren pelearse, háganlo afuera! ¿Qué no ven que están dentro de una cabina de grabación? Pensé que su etapa adolescente de peleas absurdas ya había pasado a la historia.

- No sucede nada malo David – exclama Bill con trabajo y haciendo su mejor intento de sonrisa. Tom también lo intenta, pero el resultado no es muy bueno - ¡Sólo estábamos jugando! – abraza a el viejo.

- Eh… sí. Nosotros les dijimos que no lo hicieran aquí – río - ¡Ni loco te voy a pagar algún equipo de este lugar por culpa de estos dos! ¿No escuchaste las risas, mi buen Jost?

- No – contesta confundido - Pero… ¿no estropearon nada?

- Llegaste justo a tiempo – sonrío levantando los pulgares. Está pareciendo creíble. Creo que ninguno de los cuatro queremos que nuestro productor se preocupe por situaciones así. Está demasiado ocupado con lo de nuestro nuevo material como para hacerle de psicólogo también.

- ¡Exacto! Llegaste justo a tiempo de que se acabaran los panecillos – Tom le extiende un platillo con unos bocadillos de salmón – El mounstro devorador de Hagen ya se comió tres platos.

- Y Tom dejó sólo una cerveza a salvo – bromeo mientras rodeo a los gemelos con mis brazos. Sus músculos todavía se sienten tensos.

- ¡Vaya! Tengo que poner a uno a dieta, y al otro lo tengo que llevar a rehabilitación alcohólica. Díganme que Gustav no es drogadicto y que Bill no sufre problemas de identidad.

- ¡Nosotros somos normales Dave! – Bill sonríe de esa manera que hace que las fans desfallezcan – Puedes estar seguro.

- ¡Me alivia escucharlo! – ríe y saca una libreta con varias fechas anotadas – Bueno chicos, han tenido unas satisfactorias vacaciones bastante largas. Es hora de trabajar. No los seguiré alimentando si no hacen absolutamente nada.

- Tenemos dos canciones grabadas – señala Bill. Tom lo sigue con la mirada, como gato al ratón. Le doy un codazo para que pare, pero sólo gira los ojos, irritado.

- Así es pequeño. Están en proceso de edición para perfeccionarlas – continua David – Estamos produciendo más letras junto con los gemelos, pero si alguno de los G´s quiere cooperar con alguna idea, será perfectamente bienvenida y se les compensará.

- Así es, si hacemos un buen trabajo estaríamos hablando de que el nuevo álbum será lanzado en el verano del próximo año – una voz dulce se escucha dentro de este estudio.

- ¡Dunja! – gritamos todos emocionados mientras la rubia sonríe, entrando al cuarto.

- Hola mis polluelos. Los extrañaba.

Justo fue ella quien relajó el ambiente por completo. Hace el papel de madre de la banda y es quien siempre te saca una sonrisa por más amargado que estés.

- Lindo bronceado – le dice Bill.

- ¡Oh! Me escapé a Cancún, una playa en México por unos días. Necesitaba un momento libre de chicos – ríe y nos da un beso en la mejilla a cada uno.

- Bueno, como les decía, – retoma David – Dunja ya se ha encargado en esparcir la noticia del nuevo álbum de Tokio Hotel. Pero eso no es lo suficiente como para satisfacer la sed de las fans. Sería completamente absurdo comenzar una gira cuando estamos por lanzar un nuevo proyecto, por eso hemos tenido una brillante idea…

- ¡Firmas de Autógrafos! – Completa la rubia – Un tour por Alemania. Recorrer lo más que podamos de nuestro propio país haciendo felices a miles de chicas. No interrumpirá en mucho al nuevo disco.

Reaccionamos bien ante la propuesta. Las firmas de autógrafos son entretenidas y es divertido interactuar con los fanáticos. Nunca antes habíamos tenido un tour con ese motivo, suena interesante. Bill reaccionó exageradamente feliz, a su manera.

- Me alegra que esta vez, para mantener a las fans activas, no me pongan otra Chantelle Paige – celebra Tom, tomando otra cerveza, ofreciéndole una a David quien la acepta agradecido y otra a Dunja, quien la rechaza con espanto.

- ¡No puedes negar que ella te encantaba! – Suelto en una carcajada - ¡Agradecías a muerte que la publicidad fuera así, hombre!

- ¡Te la pasabas hablando sobre ella! – dice Gustav entre risas.

- Creo que todos nos sabemos su biografía completa gracias a ti dude – río mientras los cachetes de Tom se tornan rosas.

- ¡Bien! – Dice apenado – Era una obsesión momentánea…

- Raro en el – me dice Bill con sarcasmo en un susurro inaudible para su hermano. Noto en su voz que sigue molesto.

- Aparte no besaba tan bien y esa nariz, ¡que horrible nariz! – se justifica mientras estallamos en carcajadas.

- Supéralo Tom, todo se puede arreglar con una simple cirugía – le digo dándole unas palmadas en el hombro.

- Sí, tienes razón, ¡todo! ¡Hasta tu cara! – provoca más risas dentro, también la mía.

- ¡Ay chicuelos! Siguen siendo el mismo desastre de siempre – Dunja nos da un abrazo.

- ¡Pero así nos quieres! – protesta Bill dando una patada al piso como niño pequeño.

- Sí, así los amo – extiende los brazos hacia el, quien la recibe en los suyos.

Comentamos los últimos puntos del plan entre las clásicas rondas de bromas de Tom y mías. Es fácil trabajar de esta manera, aunque los Kaulitz siguen estresados entre ellos. Creo que los acompañaré de regreso a casa, no es muy buena idea dejarlos solos. Cuando ese par está enojado, piensan con la cabeza caliente, sobretodo el mayor de los dos. Es una buena oportunidad también para hablar sobre Daiana y Marabi. No sé de donde surge esta urgencia dentro de mí de decírselos, explicárselos, presentárselas como las hermanas Ruzzo.

- Permítanme un segundo – dice David sonriendo mientras levanta la tapa de su celular - ¿Bueno? – pone una cara de confusión.

- Seguro es su esposa regañándolo porque dejo la ropa sucia tirada – bromea Bill - ¿Verdad David?

Jost contesta agitando la mano. Le da mucha concentración a la voz del teléfono, la cual sale del aparato y es audible para nosotros, como un murmullo, pero aún así la distingo de inmediato.

- Lo siento en verdad ¿Quién dices que habla? – pregunta intrigado. Después de una pausa, sonríe con mucha emoción – ¡Cariño! ¡Perdóname por no reconocerte!

Inconcientemente, todos, hasta Dunja, estamos interesados en la llamada.

- ¿Cómo has estado? – Continua Jost - ¿Yo? Muy bien gracias linda ¿Quieres que te pase a alguno de los chicos? Ellos están conmigo ¿Quieres qué te comunique con Georg?

Era ella, lo suponía. Me puse nervioso cuando me comenzó a extender el teléfono. Todos comenzaban a ponerse emocionados y hacer bromas, cuando de la bocina del móvil salió un ``No gracias, quiero hablar contigo si no te molesta ´´ audible para todos.

No importa. Tan sólo escuchar una nota de su voz causó una sensación inexplicable dentro de mí.

- Eres tan feo que te cambian por David – celebra Tom en mi cara, interrumpiendo el efecto perfecto.

- ¡Cállate! – exclamo lanzándole una gran migaja de los bocadillos.

- ¿Quién es? – Pregunta Dunja, justo como lo haría mi madre - ¡Oh Georgi! ¿Me voy de vacaciones y te consigues una novia?

- ¡No! – digo sobresaltado. ¡Demonios! Tengo que controlar ese tipo de reacciones – No… ella es… una amiga.

Absurdamente, Daiana sigue siendo mi amiga. Amigos, amigos, amigos. La quiero junto a mí, la quiero como mi chica, mi novia. Yo no puedo establecer una amistad con ella, no me resistiría a su piel, su mirada, el olor de su pelo, cada vez que saliéramos al centro comercial o cualquier cosa que se supone que los amigos hacen. Yo la deseo.

- ¿Tour por Alemania? – Continua David haciendo caras graciosas mientras habla - ¿Tu sola o… ya tienes acompañante? – Volteó a ver mi reacción - ¡Con tu hermana! ¿Tienes una hermana? Bueno, creo que eso ya es más personal, disculpa. Claro que tengo los contactos necesarios, y claro que te los puedo brindar, pero no lo haré. Como permitiré que dos chicas Ruzzo viajen por todo el país solas ¿No has escuchado las noticias? ¡Tantos secuestros y cosas feas hoy en día! En cambio, no las privaré de viajar. Te tengo una propuesta…. – esas fueron las últimas palabras que pudimos escuchar, pues salió del lugar hablando junto a un gran portazo.

Después de un rato aquí, encerrados, viendo como los Kaulitz se intentan reconciliar, aunque ninguno de los dos quiere hacerlo completamente, y platicando con Gustav y Dunja, David ha vuelto, tiene una feliz expresión. Otra cualidad de Dai: Contagiar su buen humor.

- Dunja no soportará tantas hormonas masculinas juntas todo el tour – dice poniendo una mano en el hombro de ella – Te conseguí acompañantes.

- ¿Chicas? – pregunta desubicada.

- Así es. Les tengo la emocionante noticia a todos. Las hermanas Ruzzo nos acompañan en la travesía – lo anuncia como si se hubiera sacado la lotería, cuando le debería de poner aún más emoción.

No puedo describir la reacción de todos, y por supuesto, menos la mía. Sentí como si mi estómago estuviera en el espacio y el resto de mi cuerpo más debajo de la tierra. ¿Estaba respirando?

- ¡Que agradable sorpresa! ¡Cada vez me gusta más ese tour! – Bill aplaude - ¿A que se debe su compañía?

- Para empezar, no tenía ni la más remota idea de que Daiana tuviera una hermana, pero bueno. Ambas quieren hacer un tour turístico por Alemania, me pidieron algún contacto para llevarlo acabo, pero sinceramente… no me animo a dejarlas solas por ahí explorando todo el país. Además Daiana está involucrada en un proyecto de Taylor Pethel, quien busca sacar al estrellato a la nueva estrella de rock, ella está seleccionada, pero se que aún necesita ayuda ¡Dunja y yo podemos darle nuestros mejores consejos y presentarla a varias personas influyentes en este medio! Se ahorrará muchos problemas, le será de gran ayuda. Entonces, ante todo esto, saquen sus conclusiones….

- Las hermanas Ruzzo viajarán junto a nosotros en nuestra gira de autógrafos por Alemania, así ellas podrán hacer su tour turístico también, además Dunja y David ayudarán a Dai con todo eso del mundo artístico porque será la futura estrella del rock – dice Gustav con un gesto de obviedad, sacando las dudas de Tom y yo ante tanta información.

Cuarenta días junto a ella. Cuarenta días junto a esas miradas imposibles de olvidar. Cuarenta días para tenerla a mi lado, para hacerla sólo mía… Genial.

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miércoles, 28 de julio de 2010

Cap. 39 < Reiniciación >




[- ¡Sólo por eso te encontraré a alguien con quien te pueda molestar, solterona! – exclamé en una carcajada mientras Marabi me perseguía como una psicópata armada de una gran almohada por todo el departamento, una y otra vez.]

- ¡Préstame ese vestido morado! – Exclamó emocionada parándose de la orilla de la cama en un brinco - ¡Préstamelo!

- ¿Acaso no traes ropa en tu excesivo equipaje para salir está noche? – pregunté divertida mientras movía las prendas del closet intentando seleccionar algo.

- ¡Oh! Solamente siete vestidos – hizo una mueca desanimada.

- Solamente – dije burlona levantando las cejas – Te lo prestaré de todas formas, no me gusta mucho en mi. Es un color que va más contigo. Toma - lo arrojé en el aire.

- ¡Gracias! – Lo admiró de cerca cuando ya estaba en sus manos - ¿Qué usaras tú? Sí dejas de mover las manos como maniaca esperando que aparezca mágicamente una prenda perfecta, te puedo dar algo que te quedará magnífico.

Corrió hacia su maleta, la abrió en un ágil movimiento y me extendió un vestido. Sí, precioso. A pesar de tener gustos tan diferentes, podemos entendernos a la perfección. Me agrada. Es una habilidad que la hemos tenido desde niñas; cuando paseábamos los domingos por el parque y terminábamos arrasando con la dulcería. Mimi compraba algodón de azúcar para mi, yo galletas napolitanas para ella.

- Es como si fuera hecho…

- Justo para ti – completó cuando yo admiraba la prenda sobreponiéndola encima de mi ropa – Y sí, lo compré para ti, hace tres años. Tenerla conmigo era como una especie de recordatorio, que me decía todo el tiempo que eras mi hermana. Necesitaba verte, estar junto a ti.

La miré con ternura, queriéndole dar un gran abrazo, uno que le llegara hasta los huesos.

- ¡Agh! Pero Constanza ¡No me mires así! – reclamó haciendo un puchero y cubriéndose la cara con el vestido púrpura.

- ¿De que manera? – insistí con la voz más melosa que pude.
- ¡De esa manera! – volvió a quejarse cuando apartó un cacho de la tela. De inmediato se volvió a cubrir - ¡Quita tus ojitos pizpiretos de anime!

- ¿Cómo me pides eso? Acabas de aceptar que necesitabas verme, compartir tiempo conmigo ¡que me amas y me necesitas! Soy tu oxígeno, tu razón para vivir – reí haciéndole burla mientras me arrodillaba ante sus pies y me colgaba de una de sus piernas haciéndola fastidiar.

- Lo exagerada no se te ha ido, ni un poco – fingió indignación, pero pude ver como retenía la risa también - ¡Levántate del piso Ruzzo!

- ¡No! Es muy cómodo…

- Lo dudo.

- No dudes de mi – rugí tirando más de su firme pierna – Mira… ¡pruébalo! – jalé aún más. Si, ambas estábamos tumbadas, ella, con esa cara de desconcierto que tanto me fascinaba. No se de donde surgía mi obsesión para hacerla bramar con mi inmadurez. Mi inmadurez a mis 24 años.

(Mimi Ruzzo)

Daiana me hizo terminar en el suelo. Su frenética risa retumbaba por toda la habitación hasta que en un punto, se hizo contagiosa. Aún así, le di una mirada de pocos amigos cuando entre las dos, logramos incorporarnos.

- Sí, sí, me dirás que sigo siendo un bebé – giró los ojos mientras volvía a apreciar el vestido que yo le había dado momentos atrás. La manera en que aprecia todos los detalles, tan pequeños que sean, es de sus mejores cualidades – No me importa – fingió.

- Efectivamente. Lo sigues siendo. Lo serás siempre – sonreí, aunque a ella no pareció hacerle mucha gracia y me sacó la lengua.

Giré riendo para alistar mis prendas de esa noche. Estaba ansiosa por ponerme ese color morado sobre mí. Entre ruidos y unos pocos vistazos percibí como Constance se desvestía sin pudor para ponerse la ropa de gala. Se quitó la camiseta y los pantalones por igual, quedando en ropa interior.

- Eh… yo… - aclaró la garganta cuando me vio ahí – Lo siento, ya estoy acostumbrada a vivir sola.

Sus pálidos cachetes se sonrojaron como en la adolescencia cuando hablábamos acerca de chicos. Se puso el vestido en el movimiento más rápido posible.

- Somos hermanas, tonta – sonreí mientras desabrochaba mi pantalón, así deslizándose por mis piernas y acabando abultado en la madera del piso. Me carcajeé por la ridícula forma en la que se volteó al ver un poco más de piel de su propia sangre - ¡Somos hermanas Const!

- Me desacostumbré a ver asombrosas piernas desde hace un tiempito – volteó de nueva cuenta, temerosa, haciéndose la desinteresada.

- Eres una boba – reí quitándome la blusa por igual.

- ¡Ok! También me desacostumbré a ver asombrosos pechos.

- ¡Eres una boba! – repetí aventándole mi ropa en la cara. Y la aprecié mejor. El vestido le quedaba como un guante – El vestido. Sabía que era para ti.

- Espera a que tu te pongas el tuyo, me vas a opacar – hizo un mohín bastante cómico y fingió derrota.

- Las dos deslumbramos cariño, no te preocupes.

Salimos del departamento cerca de las ocho de la noche. Vaya que Berlín es frío, los aires helados son mortales. Estoy aferrada al calor y brisa cálida de Los Ángeles. Soy más apegada a eso, pero he de admitir que las lluvias son mi pasión y aquí es raro el día en el que las nubes no lloren.

Estamos en camino a un ``tranquilo bar ´´ (así es como lo describió Constance, aunque no confió mucho en su concepto de tranquilidad). Veré a Elisa de nuevo y conoceré a una tal Atziri, que según sus fotos, se ve simpática.

Las calles están repletas de luces y cabelleras rubias al igual que ojos claros, aunque también destacan personas con piel más obscura, pero facciones alemanas. Le adquiero un mayor interés a la ciudad, pero extraño mi California.

Parece que hemos llegado. Luces rojas salen disparadas del local. No lo describiría como tranquilo, pero no aparenta ser tan denso. Constance me toma de la mano al salir del taxi. Aún me pregunto porque todavía no tiene un coche, yo lo manejaría y apuesto que hubiéramos llegado un sentar de veces más rápido. Soy adicta a la adrenalina.

- ¡Mira! Ahí están – mi pequeña señala un lugar con varios sillones en donde dos chicas con su deslumbrante piel morena están conversando.

- ¡Marabi! – Elisa me taclea cuando aún nos estamos acercando a los silloncitos. Me mira con sus ojos dulces – ¡Pensé que habías muerto!

Volteé a ver a mi hermana confundida…

- Sólo está bromeando Mimi – contestó esta con una risa mientras la otra chica, que supongo que es Atziri, la abrazaba emotivamente.

- ¿Cómo estás? – Elisa sigue eufórica y parloteando tan rápido que ni siquiera he podido hablar.

- Elisa, hermosa, estoy muy bien ¡alegre por estar aquí! – Sonreí devolviéndole el primer abrazo – Tanto tiempo sin verte. No habíamos estado juntas desde...

Paré mi gran boca. La última vez que había visto a Elisa me traía pésimos recuerdos.

- Desde la vez del aeropuerto – bajó la mirada.

- Sí. Que bueno que nos podamos ver fuera de ese tipo de circunstancias.

- Tienes razón – sonríe, o supongo que lo hace, todo el tiempo tiene una imborrable sonrisa en la cara – Estás radiante, como siempre…

- Gracias Elis. Y... gracias por cuidar de Constance todo este tiempo. Se que no es tarea nada fácil, cada día se mete en más embrollos – me siento mal por hablar de mi hermana como si tuviera diez años de edad.

- Tiende a hacerlo – ríe animada – No agradezcas, lo hubiera hecho aunque tu no me lo hubieras pedido. Dai es todo un bello caos.

- Ella no debe de saberlo. No debe saber que te pedí que vieras por ella como si yo lo hiciera, no queremos que se moleste – sonrío alzando los hombros. A pesar de la sutileza de mis palabras, Elisa capta el mensaje inmediatamente, como siempre lo hace.

- Marabi… ven para acá – interrumpe mi hermana alegremente - ¡No te he presentado a Atziri!

Jala de mi brazo hasta el lugar donde ellas dos están. Elis se nos une.

- Mucho gusto Atziri, soy Marabi Ruzzo – mis labios truenan en su mejilla.

- No se como Daiana pudo ocultar tanto tiempo que tenía una hermana. No me lo trago – dice sorprendida. Tiene una bella mirada y su cabello se ondula de una forma muy bonita - ¡No jodan que esto es una de sus bromitas!

- ¡Hey! – Dice Elisa exaltada – Atzi… sin groserías – devuelve su noble sonrisa mientras le da un ``disimulado ´´ codazo a la morena.

- Ay, ¡Dios! Como si tú no dijeras ninguna – repela Atziri sonriendo. Elis le lanza su mirada más amenazadora, aunque no logra mucho.

- Prometo que no es una broma. Por algunas complicadas razones nunca te lo mencione nena – rompe Const con una voz dulce - ¡Pero no me reclames más! ¡Aquí la tienes en vivo y a todo color!

- Eso sí. Si que tiene color, no como tú Dai, eres una paliducha – ríe. Me gusta su actitud ``vale todo ´´, a pesar de eso, creo que entiende que queremos evadir el tema.

- Calla. Simplemente yo soy la versión deslavada – mi hermana asiente levantando un pulgar y dando una bella sonrisa.

- Sus características son muy distintas, pero tienen la misma mirada – Elisa le señala a Atziri, quien observa detenidamente.

- La mirada Ruzzo – decimos Constanza y yo al mismo tiempo. Nos reímos juntas después de echarnos un cómplice vistazo.

- Oh dios mío…. Son tan iguales que hasta dan asco – Atziri ríe animada y nos abraza a las dos a la vez – No se nada de ti Marabi, no se de donde saliste o no se si esto sigue siendo una broma de cámara oculta, pero como sea ¡bienvenida a la ``familia ´´!

- Prepárate para ser torturada por este mounstro el resto de tus días – soltó Elisa en una carcajada lo cual causó que Atziri se trepara en su espalda tratando de aniquilarla.

Ante tan cómica escena pero también vergonzosa, Const y yo decidimos ir por unos tragos. La música es buena.

- ¿Siempre son así? – pregunto. Estamos en unos incómodos banquitos pegados a la barra.

- Siempre – sonríe dándole el primer trago a su bebida y haciendo una carita digna para foto – No hay día que no me hagan reír. Son una bomba de personalidad, y más juntas.

- ¡Que me he dado cuenta! – también le doy el trago a mi vaso, trato de disimular más la reacción. A lo lejos se ve como aquel par siguen entre carcajadas y jaloneos.

- Un día van a acabar enamoradas y nosotras vamos a ser las madrinas de boda.

- No lo dudo – suelto con otra sonrisa, otro trago también. Más gente se reúne en la pista de baile, que no es muy amplia, pero está más animada que muchas de las que he visto en mi vida.

- ¿Qué? – Pregunta con su gesto curioso - ¡Tú quieres bailar! – suelta animada parándose del banco en una pirueta fulminante.

- Eh…

- ¡Vámos! ¡Mimi!

- No… - le enseño mi trago – Estamos tranquilas, platicando.

- ¡Anda! Platicaremos regresando al departamento ¡como sea!

- Ahá… y mañana por la mañana te quejarás de las ojeras y me darás la razón a mí, completamente arrepentida.

- Tus hipótesis son una tontería Mimi.

- Da igual. Pediré otro trago.

- ¿Quién se ha dedicado a amargarte tanto? ¿Eh? ¿Y la loca chica de California que dice ser mi hermana?

- ¡Yo no soy ninguna amargada! – contesto, hablando en serio.

Me mira levantando las cejas, y cruzando los brazos. Ella no me reta. No utilizará mi propia técnica conmigo, oh no.

- ¿Quieres saber quien es la amargada?

- Sí – contesta complacida. Se pone feliz al notar que me levanto del asiento.

- Lo averiguarás después de esto.

Creo que dejé mi trago en la barra, no recuerdo. La jalé de la mano hasta esta masa de personas. Nos adentramos entre ellas y aquí estamos, justo al centro. Bailando, como antes. Me divierto otra vez, me divierto junto a mi hermana y eso es genial.

Como si las apocalípticas resonancias del ayer se borraran, poco a poco, paso a paso, con los escondrijos de una hermandad renacida. Una relación que florece y cubre huellas profundas en los corazones con sus antiguos frutos, pero ahora, renovados.

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domingo, 25 de julio de 2010

Cap. 38 < Inténtalo a mi lado >






[Capítulo anterior: - ¿Qué te parece mi mejor intento ante eso? - Tu mejor intento. No pido más… - le arrebaté el cigarro, fumé. Fumé todo.]


Y no. No conquistamos al mundo… esa noche. La mañana siguiente lucía prometedora. Me di un baño veloz cuando Marabi aún seguía dormitando en uno de los lados de la cama. Al salir de la ducha con un conjunto ya puesto la descubrí en la sala, tomando un vaso de jugo, escuchando una tenue música y cambiando las páginas de un álbum fotográfico.

- Elisa, ya es tan diferente a como la recordaba – así me saludó. Señalaba una fotografía, la típica fotografía de Elisa y yo, en medio de la nieve. Aquella que vi por última vez en la editorial de Intense Magazine – Pero su mirada profunda sigue ahí.

- Es igual de encantadora y protectora que siempre. Deberíamos avisarle que tú estás aquí, sabes que ella también te quiere como una hermana mayor – sonreí.

- Sí, también la extraño – cambió la página - ¿Trabajan juntas? ¿No es así? – ahora tenía su dedo índice encima de una foto que revelaba a Elisa y a mi sonriendo, organizando el diseño de un artículo, entre colores, telas, recortes y demás.

- Trabajábamos – suspiré.

- ¿Y qué pasó? ¿Nuevas ofertas para alguna de las dos?

- Me corrieron – saqué la lengua como niña pequeña.

- ¿A ti? ¡Debes estar bromeando!

- Digamos que la directora de la revista es una perra.

- ¡Pero tu también lo eres! – Canturreó animada, pero abrió mucho los ojos al ver mi no tan agradable expresión – Me refiero a que tu la puedes superar. Recuerdo cuando ponías en su lugar a las chicas que se querían pasar de listas contigo en la preparatoria, tan sólo con un puñado de palabras inteligentes.

- Tu me enseñaste, no intentes hacerme sentir bien – giré los ojos.

- No puedes negar que eres una muy buena aprendiz – me hizo un guiño.

- Esta vez no dependía ciertamente de mi, ni siquiera tanto de ella, Stephenie. Entrevisté a Tokio Hotel en el Alter Party de los MTV Music Adwards, fue una chispa inmediata. Varias camaritas se encargaron de fotografiarnos a Georg y a mí, inventaron rumores, salió todo en periódicos y televisión. Aparte de tener fans de la banda furiosas conmigo y tener que aguantar seguridad privada por un largo rato, no le favorecía nada a Intense Magazine y ¡Bye!

- Así que así fue…

- Pues sí, pero tengo un proye…

- No me refiero al trabajo. Así conociste a Tokio Hotel.

- Sí, ellos son tan agradables – le enseñé una foto de la banda que estaba en mi móvil – Ya conoces a Georg, el bajista. El de rubio de lentes es Gustav, baterísta. El alto de facciones impecables y mohicana nada discreta es Bill Kaulitz, cantante. El último, de trenzas y gorra, es el hermano gemelo de Bill, Tom Kaulitz. Seguramente ya los conocías.

- Claro. Me había fijado un poco en ellos. Todos son sumamente atractivos.

- Créeme, en persona impactan aún más. Bill tiene una mirada tan interesante y apantallante.

- ¿Bill? ¿Te traes algo con él? – me dio un pícaro codazo.

- No – reí con agrado – Es la persona con el carácter más lindo que conozco, pero no. Aunque debo de confesar que sus ojos fueron los que más me atrajeron, me siguieron esa noche en la fiesta, pero me habló únicamente con el interés de acercarse a Elisa. No son novios, pero sospecho que están en el proceso de serlo – me di cuenta que estaba sonriendo como boba ante tan memorables recuerdos.

- Claro ¿cómo puedo pensar que traes algo con la mohicana si el amor se te desborda hasta por los oídos por el bajista?

- ¿Georg? – pregunté inmediatamente, exaltada, casi tirando el vaso de jugo. Me sentí tan torpe.

- ¿Qué acaso la banda tiene dos bajistas? Obvio cariño, ¡Georg!

- Eh… no, Georg el… es sólo mi amigo – por suerte la frase se me dio con naturalidad.

- ¡Que gran alivio Constance! – Sonrió acomodándose el cabello – Por un momento pensé que tendríamos que compartirlo.

No creía lo que acababa de escuchar. Repetí la frase mentalmente varias veces.

- ¿Compartirlo? ¿A que te refieres? – tartamudeé.
- Es perfecto para mí – asintió - ¿Crees en el amor a primera vista? Porque yo sí, completamente.

Respiré hondo y tragué una gran cantidad de saliva. Sentí una gran presión en mi abdomen. La textura de un profundo desasosiego dentro de mí.

- No me mientas Ruzzo. Si crees que no he notado tu color rosado en las mejillas y tus ojos apunto de estallar un mar de lágrimas, estás muy equivocada – me quedé atónita, con la misma cara de sorpresa – Bien, ahora puedes respirar ¡Respira que si no lo haces te mueres! ¡Respira! No, no me gusta Georg. Es tu lección, no me mientas. El chico es muy agradable, lo veo junto a ti… y sobre todo, lo apruebo como cuñado.

- Eh…. – exclamé aliviada. Aunque esa prueba no me había simpatizado en lo absoluto - ¿Necesito de tu aprobación con los chicos?

- No la necesitas, es obligatoria – sonrió desafiante.

- Sí claro – ignoré – Aún así, sigue siendo mi amigo.

- ¿Quieres que sea algo más?

- Pues…. – solté una risita nerviosa.

- Eso es un sí. Te conozco. ¿Quién es el que se está viendo lento? ¿Tú o el? Sí eres tu te soltaré una buena bofetada – levantó su mano en alto, cerca de mi mejilla – Y sí es el, lo veré como un idiota el resto de su existencia, pero puedo hacer que se apure.

- Baja esa mano – protesté tomando esta y posándola encima de sus piernas – No lo sé, no se quien es quien. Hemos estado juntos ya…

- ¿Te refieres a que has dormido con él? – recapacitó – Bueno… sí es que se le puede llamar ``dormir ´´.

- No. No con exactitud. No hemos pasado más allá de las caricias y besos.

- Decir que lo amas sería muy apresurado. Pero te gusta, y el te desea….

- ¿Eso tú cómo lo sabes? – Interrumpí, un poco irritada – Llevas un día aquí y estás sacando conclusiones falsas. Ni siquiera sabes cual es nuestro tipo de relación.

- ¿Y tú sí? – levantó una ceja, con esa actitud retadora tan suya. Marabi era de las pocas personas que me podían dejar con las palabras en la boca, más bien, Marabi era la única – Lo sé porque lo vi en su mirada. Hasta el más despistado lo podría notar. Te quiere a su lado.

- No lo sé, yo no se si podría…

- ¿Qué pasó con tu actitud de ``inténtalo ´´? – fue algo similar a un tono burlón. Le dio el último trago al vaso de jugo.

- Creo que no estoy preparada para una relación…. Para otro noviazgo.

Nos miramos por unos segundos, esa mirada que come, que absorbe. Sonrió y en de un brincó se incorporó del sillón. Entró a mi habitación y salió casi instantáneamente con una cajetilla y un encendedor. Prendió su cigarro a un paso del ventanal. A pesar de la distancia, comenzó a hablar mientras admiraba Berlín…

- ¿Qué te dijo Danny? – preguntó, más seria.

- Sabes que vino – no era pregunta – Tú lo sabías – tampoco lo era.

- Yo le di tu dirección – confesó segura de si misma, como siempre – Lo recordaste, recordaste todas tus travesías junto a el. Ahora no te sientes segura de comenzar una nueva relación.

- Y no me vas a forzar a empezar una – froté mis dientes, la sangre comenzaría a hervirme.

- En ningún momento mis intenciones son esas, tú hazlo cuando te sientas preparada; cuando sea el lo que puedas a olvidar y no lo tengas como referencia para cada persona que pasa en tu vida.

- Ya lo olvidé…. Ya olvidé su cariño – me sorprendió la frialdad que salió de mi boca – Ahora quedan sólo los recuerdos, pero sin ningún sentimiento en ellos.

Casi tenía que gritar debido a los pasos que nos separaban, yo permanecía en el sillón, y no era nada placentero. Me levanté de el, y me dirigí a su lado. Me ofreció cigarro de en su propia mano, sin soltarlo, absorbí y lo volvió a dirigir a sus labios.

- Pequeña… - exclamó dulzona, acomodando mi cabeza a la altura de su hombro.

- ¿Por qué le diste mi dirección? – sollocé.

- Era hora de que lo enfrentaras.

- Todo quedó igual, tal vez peor – mi primera lágrima rebotó contra su piel de seda y murió en el suelo. El día de la visita de Danny transcurría como una película en mi memoria – Él perdió la cordura.

- Él sigue en aquí, en Alemania, junto a Jacob y William – sacó una coqueta nube de humo – Sí Constantine, me siento culpable. Vine para ver como te encontrabas. Tal vez debí haber dejado todo en tus manos….

- No. Para ser sincera, ya me lo esperaba – otra lágrima me acarició la cara hasta llegar a mi barbilla – Esperaba que el primer paso lo dieras tú.

- No puedo ``salvarte ´´ siempre Daiana, aunque quisiera. Sí, erróneamente di el primer paso, ahora se desató todo.

- Prométeme que te quedarás junto a mi hasta que esto acabe – cerré los ojos y rodé su cintura con los brazos.

- Yo te hice entrar a la guerra sin fusil – suspiró – Aún no estabas preparada. Sigues siendo mi pequeña. No me apartaré de ti.

- ¿Lo prometes?

- Lo prometo – besó mi cabeza – Pero a cambio, tú debes ser feliz, intentar nuevas experiencias.

Le sonreí apartándome de ella. Limpié las lágrimas con emoción y alboroté mi cabello.

- Entonces Georg te gusta como cuñado ¿uhu? – reí.

- ¡Agh! – Rabió entre risas - ¡Esa es mi Ruzzo! – concluyó con un tosco abrazo.

.   .  .  .  .

En el transcurso del día, me dediqué a hacer llamadas. Elisa se puso como una loca al enterarse de que mi hermana estaba en la ciudad y prometió organizar un plan para esa noche, junto a Atziri, quien aún no conocía a Mimi. Ahora que lo pienso, creo que tampoco sabía que tenía una hermana.

También llamé a Taylor Pethel, quien aportó su actitud de diva ofendida ante mi ausencia de constancia y presencia. Le aseguré qué ya tenía seis canciones listas en promedio, y organizó una reunión necesaria para los próximos días. La llamada despertó el interés de Mimi y me preguntó al respecto. Le conté sobre el proyecto de lanzarme como cantautora y de inmediato se ofreció para ayudarme a completar las doce canciones que Taylor me solicitaba. Ella era buena para escribir y tocaba el piano con la misma facilidad y soltura que yo.

- Los siguientes días nada de estar aquí aplastadas – soltó animada a media tarde, cuando estábamos mirando series de televisión.

- Necesito comprobarte que este es un hermoso país. El representante de los Tokio, David Jost, podría sugerirme algún guía o plan turístico, el tiene muchos contactos. Le llamaré luego, así podríamos recorrer varias ciudades.

- Sería algo estupendo, aunque sospecho que tú sólo tienes ganas de presumirme tu nueva nación.

- ¡Claro! Me gusta aprovecharla – reí – Tengo tantos planes junto a ti.

- Me cobrarás todo el tiempo que pasamos distanciadas ¿verdad? – puso las manos en su cara y echó la cabeza hacia atrás.

- No… te lo cobraré con intereses.

- Perdón, pero no fui sólo yo la que se apartó.

- Tú me lo podrás cobrar después.

- ¿Con Georg? – me dio un ligero empujón mientras paseaba la lengua por sus labios de una manera traviesa.

- ¡Sólo por eso te encontraré a alguien con quien te pueda molestar, solterona! – exclamé en una carcajada mientras Marabi me perseguía como una psicópata armada de una gran almohada por todo el departamento, una y otra vez.

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sábado, 24 de julio de 2010

Cap. 37 < Aquí es donde los sueños se hospedan >


Antes de que se adentren en el capítulo ¡mil perdones por hacerlas esperar tanto! Soy una mala persona, lo sé. Así que cuando dejen su comentario al final de este capítulo, también pueden incluir de hasta lo que me voy a morir xD! <3 Im back babes...





[Capítulo anterior: Y todavía tengo mis tenis viejos para ir corriendo detrás de ti, y todavía tengo un chiste nuevo para hacerte reír, y todavía tengo el corazón abierto por si quieres venir.]


El volante estaba bajo el control de Georg. Me miraba y yo a el por el espejo retrovisor. Detrás, en los asientos traseros, las hermanas Ruzzo conversábamos animadamente… en silencio. Tenía una bomba de preguntas que hacerle pero no sentía que ella estuviera ahí. En cualquier momento yo iba a despertar del sueño más lejano, el más deseado, tenía que ser un sueño, tenía que ser mi imaginación haciendo de las suyas a mitad de la noche, tenía que serlo.

- Dai… - resonó la voz de Geo – se van a quedar juntas, yo supongo – el coche había parado. Estábamos enfrente de mi edificio – O… tal vez quieren que haga rápidos movimientos, puedo conseguir una reservación no muy lejos de aquí.

- Gracias. Eso estaría perfecto – Marabi dijo en ese tono dulce de su armónica voz – Disculpe, aterrizo en tierras nuevas y le pido caprichos a un… extraño.

- No había escuchado a alguien joven hablarme de usted… no me acostumbro a eso, está bien si nos hablamos de tú ¿verdad? Soy Georg por si el nombre ya no recordabas.

- Y no es ningún extraño – sonreí – Es… Georg.

- Oh ¿El es tu…tu… – tartamudeó - ¿El es tu… marido? – su brillante par de ojos se posaron en mi mano buscando alguna sortija de compromiso que respondiera su pregunta.

- ¡No! – coreamos Georg y yo con brusquedad.

- No, no, no. El es mi… - ¿Qué era Georg para mi? – El es mi amigo. Pensé que lo reconocerías. Georg Listing.

Segundos después, ella comenzó a tararear un ritmo el cual subió de volumen y claridad para ser descifrado como Automatic. Cantó con una vocecilla ronca el coro.

- Tokio Hotel. Increíble – miró a Georg, y luego me miró a mí. Con esos ojos protectores, llenos de felicidad y orgullo, orgullo por su pequeña hermana que por fin había crecido – Estoy impactada. Son muchas sorpresas por hoy.

- Conoces la banda entonces, me da mucho gusto. Sí, soy el bajista de esta Tiene sus beneficios como conseguirte una reservación en menos de 5 minutos para esta noche – dijo Geo con aire presuntuoso mientras sonreía.

- Puedes quedarte conmigo – ofrecí. Mi voz quebró y no lo dije con la naturalidad que trataba aparentar.

Y sí, sentía la distancia. Mi hermana no quería la reservación para `` no molestarme ´´, mi hermana quería la reservación para tener su espacio, para pensar que decirme, explicarme años de ausencia en una incertidumbre inagotable, pero esa explicación, era mutua. En cierto modo era evitarme, no precisamente en forma negativa. Era un asunto irreal. Aprender de nuevo como ser hermanas.

- No es necesario. El hotel está bien – sonrío amena.

- Quédate – y mi voz aportó un tono de suplica.

- Tengo una maleta repleta de cosas. Sabes que me gusta desempacar liberadamente; no quisiera invadir tu espacio.

- Aún estoy acostumbrada a tu exageración de equipaje – insistí – eso no se me olvida, nunca.

Georg miraba la escena con inquietud. Creo que eran bastante notorias mis ganas por tener a Marabi como huésped. Sólo quería su compañía.

- Claro – contestó con esa voz que despedía tranquilidad – Tienes razón. Los hoteles ya deben estar repletos a estas horas, no quiero hacer que Georg se agote tratando de conseguirme una habitación.

- En realidad es bastante rápido…

- ¡No, no lo es! – pareció un grito, más bien, fue un grito – Es decir, eh…. Hay suficiente espacio en el Pent House, sería inútil recurrir a un hotel – corregí guiñando un ojo.

- Bueno – aceptó entre risas por exaltada reacción – Pero si necesitan algo háganmelo saber.

- ¡Eres muy agradable Georg! – Dijo Mimi con una sonrisa – Te lo haremos saber….

- ¿Me lo prometes? Porque tu hermana puede estar medio muriendo y seré yo la ultima persona a la que llame – rió.

- ¡Mentira! – exclamé berrinchuda, cruzando los brazos.

- Te lo prometo – concluyó Mimi entre risas – Y obligaré a Daiana para que siempre seas su primera opción.

Siempre, mi primera opción.

.  .  .  .  .

Me dio gusto ver todo en orden al abrir la puerta del departamento.

- ¿Acaso sabías que iba a venir? – dijo tratando de introducir su ancha maleta por la puerta.

- No...

- ¿Entonces por fin aprendiste a ser ordenada? – sonrió una vez que ya estaba adentro. Recorrió la mirada por cada rincón de mi nido.

- Yo siempre lo fui – protesté.

- No era de mí quien se quejaba mamá por las toallas mojadas encima de la cama y los tenis sucios en el pasillo – su mirada se tornó nostálgica, pero soltó una armónica risa.

- Por lo menos yo no dejaba cereales regados en el piso al servirme – reí.

- ¡Oh! ¡Cómo le fastidiaba eso! – dijo con una carcajada. Comenzamos a recordar esos aquellos momentos divertidos y los gestos de mi madre al regañarnos, nuestro intento de no reírnos cuando lo hacía.

- Sí… - suspiré cuando por fin pudimos parar las risotadas - ¿Cómo están todos? – pregunté animada.

Su semblante se tornó serio. Apartó su mirada de la mía y me dio la espalda, se hizo la distraída abriendo su valija y comenzando a desempacar.

- ¿Cómo están todos? – volví a preguntar. Ahora mi tono no era agradable. No contestó como supuse que haría.

- Marab…

- ¡No sé, no sé como están! ¡No lo se Constance! – así era como ella me llamaba. La última vez que nos habíamos visto, le pedí que no lo hiciera más.

- No me llames así, sabes que ya no me gusta.

- Tu eres Constance, te guste o no – ya no estaba elevando el tono de la voz, pero la furia retenida con lo que dijo me atemorizó aún más que los gritos – No se ya nada de ellos, y tu tampoco lo podrás saber.

- ¿Porqué? – Pregunté curiosa - ¿Perdiste los teléfonos? Pero si tú sabes las direcciones; de cualquier manera tenemos los contactos necesarios para saber donde están todos los Ruzzo.

- Demasiado tarde – dijo con un tono helado y se encerró en mi habitación, con un portazo que resonó no sólo en mis oídos, hizo retumbar también mi cerebro.

Demasiado tarde. Demasiado tarde. Demasiado tarde. Me quedé ahí, parada en medio de la estancia, más de dos horas, esperando el amanecer. Sin mover tan siquiera una mano. Analizando esas palabras imposibles. Por más que las estudié, no llegué a una teoría, mucho menos a una conclusión.

No se de que manera pude sacar a mi cuerpo de esa especie de trance. Corrí hacia mi alcoba, la abrí en tan sólo un movimiento y me arrodille a los pies de la cama. Ahí estaba ella, durmiendo. Su respiración se movía agitada y sudaba tanto que su blusa empapada se pegaba al sostén con encajes. Murmullaba palabras no entendibles y cambiaba su cuerpo de posición con movimientos rápidos. Estaba en medio de una pesadilla. La miré, asustada...


- ¡ah! – se levantó de un brinco. Su corazón saltaba como loco dentro de su pecho. Giró la mirada dentro de la habitación y la vio a ella, con sus ojitos de ratón asustado, aferrada al deslavado conejito de peluche.

- ¿qué te pasa hermana? ¿Por qué respiras raro? – la voz de la pequeña apenas se distinguía de los ruidos de la noche. Esperó a que su propia mente razonara y su cuerpo se relajara para contestar.

- Nada, vuelve a dormir – exigió cubriéndose con las suaves cobijas.

- Pero tú…

- Pero nada. Estoy bien, duérmete – interrumpió a la chiquilla, que sólo quedó más asustada ante las agresivas palabras de su alma gemela, su hermana mayor. Una fina lágrima deslizó en el cachete colorado de la más pequeña y se quedó ahí, admirando apenas las sombras de los muebles en esa temible oscuridad.

- Tengo miedo, y tú no estás bien hermana. Mamá dijo que estás enferma de algo muy feo – sus manitas temblaban – Mimi, ¿no te va a pasar nada? ¿Verdad?

La mayor de las hermanas, se levantó de su cama, su cuerpo estaba extremadamente caliente y húmedo. Su sedoso cabello empapado en sudor. Se acostó en la cama de la pequeña, y la rodeó con su brazo, abrazando su frágil cuerpecillo, quien la recibió de una manera tierna.

- No linda, no estoy enferma – acarició el cabello color almendra – Me pongo muy tensa y nerviosa…

- ¿Por qué? ¿No eres feliz hermana? – dijo dando un brinquito para incorporarse. Contemplaron sus miradas a pesar de la densa oscuridad – Mira…. La abuela me dio algo – corrió hacia el closet, abriéndolo con dificultad, sacó un frasquito con colores curiosos – Son dulces para ser feliz ¡te regalo uno! – Volvió a refugiarse dentro de la cama con la otra niña, que era mayor que ella, pero seguía siendo una.

- Gracias nena… - sonrió esta, tomando un caramelo morado. Lo saboreó unos segundos - ¡Listo! Soy feliz.

Y comenzaron a reír juntas, hasta que sus dos pares de párpados cedieron a un profundo estado de sueño, sueños interminables.

.   .  .  .  .


- Buenos días. Te preparé café – lo primero que vi ese día fue su deslumbrante sonrisa. Me extendió la taza hirviente apenas abriendo los ojos por completo.

- Gracias – dije con voz modorra. Estaba en el sillón, varias cobijas desordenadas me habían abrigado en la noche.

- Espero que no hayas pasado frío, perdón por ocupar tan descaradamente tu cama.

- No te preocupes, siempre me ha gustado más la sala para dormir…

- ¿¡Y entonces la cama para que es!?

- Esa es para otras cosas – levanté mis cejas seductoramente y ella me lanzó hasta el otro lado del sillón con tan sólo un empujón.

- ¡Recuerda que soy tu hermana mayor! – Rió - ¡Aún sigo siendo tu chaperona!

- Recuerda que soy tu hermana menor. Aún sigo siendo tu dolor de cabeza.

- ¿Dolor de cabeza? ¡Migraña querrás decir! – me miró hostilmente a broma y me extendió la taza.

- Café mentolado – le dije tan pronto recibí la bebida – Lo extrañaba tanto.

- Nadie lo sabe hacer como yo – presumió mientras le daba un sorbo al suyo - ¿Verdad, Constance?

No contesté. Le di sorbos al café, uno tras otro.

- Te seguiré llamando así. Eres mi pequeño retoño. Aunque intente decirte de otra manera, tú eres mi Constance – levantó su mirada hacia el ventanal cuando apenas los primero haces de luz desfilaron para nosotras. No me di cuenta de que era tan temprano – Lamento lo de anoche. No era la manera en la que pensaba cerrar el día de nuestro rencuentro.

- Mimi, también estoy acostumbrada a tus dramas – sonreí. Y sí, me carcomía la curiosidad de saber todo, hasta el mínimo detalle. Pero ya saldría, si presionaba en saber, causaría un problema, y uno muy grande. Esperaría hasta que Marabi se animara a hablar.

Y nos quedamos ahí, tomando una taza de café mentolado; yo admirando como sus mechones rojos se incendiaban aún más conforme el sol penetraba en mi hogar, su piel resplandecía y sus ojos adquirían brillo. Un brillo espectacular. Le di un beso en la mejilla, uno tenue y suave. Su suavidad de piel contra mis labios. Se estremeció con ese mínimo contacto y me provocó el mismo efecto. Estábamos desacostumbradas de nosotras. Desacostumbradas de nuestra hermandad ¿Cómo pude vivir sin ella tanto tiempo? Ahora se estaba convirtiendo en necesidad, en mi necesidad.

- Es un lugar increíble – admiró parada en frente del ventanal. Comenzaba a oscurecer.

Nos habíamos quedado juntas en los brazos de Morfeo, ese era el efecto de su famoso café. Cabíamos con exactitud en el silloncito y nuestros cuerpos se acoplaban a ambas figuras, como piezas de rompecabezas.

- Lo sé – contesté orgullosa – Y además en un país maravilloso. Alemania es tan hermosa.

- Yo aquí sólo veo una ciudad, una sofisticada, pero una más – respondió decepcionada.

- ¡No sabes lo que dices! – fue el momento en que asimilé todo. Estaba en Alemania, con mi hermana, mi hermana mayor. Con algunos proyectos incompletos, pero sin trabajo ni tantas preocupaciones. Conociendo a Tokio Hotel, la banda del momento. Y tenía Georg…. Georg junto a mi, no se que era Georg para mí, pero lo era, era el - ¡No pasaremos aquí una eternidad! Conozcamos Alemania. Hagamos radiar a la ciudad, como antes….

- He estado tanto tiempo bloqueada. No se si pueda con tanta emoción y euforia repentina…

- Dame tu mejor intento.

- No lo sé…

- ¡Mimi!

- No se si sea apropiado celebrar, tengo tantos recuerdos aturdiéndome.

- Bórralos, un día, una noche, sólo eso…. Hazme feliz.

- ¿Mi mejor intento?

- Sólo eso, sólo te pido eso.

- Entiéndelo. Estoy huyendo ¿Sí? Huí…. Huí…

- Huyendo del pasado.

- Sí, trato de huir, como si mi vida fuera una persona, que me persigue. Me escondo de ella. La quiero enfrentar, encarar.

- Entonces estamos huyendo juntas – cerré los ojos y sonreí. Estábamos en la misma situación. Escapando de un largo historial. Me gustaba eso. Burlarme de mi propia vida. Lastimarme con ella al recordarla, sí, me gustaba. Me gusta.

- Subir al cielo, ¿para después viajar al infierno? – preguntó encendiendo uno cigarro y fumándolo con la misma sensualidad de siempre. No me acostumbraba a ella, pero verla me daba tanta satisfacción.

- Estamos unidas en el infierno ya, porque no darnos un momento de algo diferente.

- Aparentar que todo está bien – sonó como una pregunta.

- Tal vez reiniciar todo…

- Eso es imposible – se acercó sigilosa y se sentó conmigo, pasando su brazo por mi cintura.

- No. Vamos. Quiero ser tu pequeña Ruzzo otra vez.

- Eres mi pequeña Ruzzo.

- Reseteemos la mala parte de la historia.

- ¿Qué te parece mi mejor intento ante eso?

- Tu mejor intento. No pido más… - le arrebaté el cigarro, fumé. Fumé todo.

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