domingo, 24 de octubre de 2010

Cap. 45 < No me había fijado en tu mirada >

[Arrastré mis pies y mis pensamientos hasta la suite, y los dejé caer con la suavidad de una pluma sobre la almohada. Estaba feliz. Estoy feliz. Feliz cumpleaños Marabi.]


Demasiado temprano como para despertar. He buscado a Mimi por toda la suite, pero no está. Su cama aún se siente tibia.

Estoy en la recepción, después de tomar un apresurado baño que me heló los huesos. Los veo ahí, como un grupillo de turistas, con cámaras colgando de sus cuellos y lentes de sol.

- ¿Por qué nadie me avisó de que habría reunión a las 8:30 de la mañana en el lobby? – pregunto fingiendo indignación una vez que estoy uniéndome al círculo de rostros perfectos.

- Dormías como un bebé. Me dio miedo despertarte. – Mi hermana me rodea la cintura con un brazo – Tu expresión angelical, seguramente iba a cambiar a la de un demonio Constance – ríe.

- ¡Yo pagaría por ver eso! Daiana con humos de recién levantada y mirada asesina – dice Andreas, quien luce unos Ray Ban rojos y el cabello peinado cuidadosamente al igual que Bill.

- Más bien, tú pagarías por ver a Diana recién levantada, pero en pijama – Gustav hace un gesto de repulsión hacia el rubio.

- ¡Uf! ¡No lo había pensado! ¡Buena idea Gus! – Andreas hace sonidos placenteros, que más que darme miedo, me causan una carcajada al igual que a Mimi. Los demás, sobre todo Dunja, le dan un buen golpe en la cabeza debido al comentario.

- Odio estar sin Tom. El me defendería diciendo otra estupidez superior a la mía – Andreas se soba la frente y esconde una risa entre dientes.

- Por cierto, ¿En dónde se han metido el guitarrista y bajista estrellas? – pregunto. Aún no me había percatado de que faltan en nuestra ``comuna ´´, puesto a que aún estoy un poco adormilada.

- Son amargados y no quisieron venir Dai, pero nosotros nos divertiremos – me dice Bill con una de sus despampanantes sonrisas. Dunja ríe y comenta.

- Ellos se quedaron a ensayar en una de las habitaciones, cariño. Les gusta hacerlo juntos porque pueden afinar detalles musicales.

- ¿Ensayar? ¿Qué no se supone que es una gira de autógrafos? – pregunta Mimi.

- Sí hermosa, pero yo, David Jost – simula aplausos – tuve la brillante idea de que en cada firma se toque una canción.

- Ustedes son excelentes con sus fans – ella lo dice en un tono tan real, que hasta su mirada lo representa – Seguro cada uno de ellos siente la atención de su parte. Debe de ser el mejor regalo.

- Neh. Yo te puedo enseñar lo que es el mejor regalo – dice la ``bomba sexual ´´ de Andreas, levantando las cejas – Más bien, les puedo enseñar – corrige volteándome a ver ahora a mi, de una manera lasciva.

- Ni lo sueñes, estás enfermo. Si las sigues acosando ordenaré un guardaespaldas para cada una, exclusivos para defenderlas de ti – dice Jost iniciando el paso hacia la salida, donde una camioneta nos espera.

- Más vale que te calles Andrew – exclamo de inmediato al escuchar la muy mala propuesta de David.

- Por mi puedes seguir diciendo lo que quieras. Yo me puedo cuidar sola, y más si se trata de un rubio torpe con mentalidad de niño precoz – culmina Mimi con autoridad, lo que provoca la burla de todos y lo rosado en los cachetes del receptor de la frase. Sale cabizbajo del hotel, mal acompañado de la ola de risas.

Rumbo a algún restaurante en donde alimentar nuestros estómagos matutinos, paramos junto algo que me parece un Club de Golf. Hay muchas áreas verdes y el menú de los desayunos luce muy apetitoso.

Comenzando con nuestros platillos enfrente de cada lugar, David nos explica acerca de los planes que tendremos a partir de mañana, el día que se da inicio a la gira. A pesar de ser un planeamiento y horarios estrictos, suena muy divertido.

- Hola, preciosa – siento unos labios apoyándose en la raíz de mi cabellera, un ligero beso, y unas manos sobre mis hombros, justo estoy terminando el postre. Es el, Georg quien ha llegado junto con Tom.

- Pensé que te saludaría hasta que estuviera de vuelta en el hotel – le digo dándole un abrazo cuando me incorporo de la silla.

- Hasta crees que el tragón de Georg se perdería la hora del desayuno – se burla Tom con una sonrisa, quien después me saluda y se va para saludar a los demás.

- Buenos días – Georg ríe entre dientes.

- Buenos días ¿qué ocurre? – pregunto. Me observa de una forma precavida. Echo un vistazo hacia abajo para asegurarme de que el desayuno no ha dejado manchas ni rastros en mi ropa.

- Vamos a juego – suelta la risa.

Me doy cuenta de que el lleva una chamarra ligera del mismo color que la mía, que deja al descubierto una camisa blanca debajo y jeans azules, justo igual que yo.

- Me has leído la mente esta mañana – le sonrío.

- Ojala, cuanto me gustaría hacerlo – dice, con un poco de… ¿frustración? – La única diferencia es que tú pareces modelo de pasarela y yo no.

- Tienes razón – digo lamentando – Tú pareces Rockstar.

- No parezco. Lo soy – dice sin modestia, lo cual me causa una tremenda carcajada.

- Déjale el papel ególatra a Tom – exclamo, haciéndole una recomendación del menú al apuntar mi dedo índice contra una de las imágenes del libreto.

La mesa ahora luce con más color a la llegada de los dos últimos. El día luce con más color a la llegada de uno de los dos últimos, Tom. Sus ojos despiden un brillo especial, es como si fuera el otra vez. Se ha sentado justo a un lado de Mimi, del otro lado tiene a su hermano quien nos cuenta animado una historia acerca de su odio al brócoli.

Marabi platica con Tom, lo cual llama completamente mi atención. Esta vez el gemelo no hace ningún gesto grosero, por el contrario, ríen. Ríen como si se conocieran desde hace mucho tiempo. Ríen, sonríen como si no le importara nada a su alrededor.

Tom desayuna animadamente mientras contempla revolotear las motas de polvo en los chorros de luz que se filtran por las amplias ventanas y también los ojos de ella.

No lo comprendo. Sé que no ha sucedido simplemente por que sí. Ellos conversan por algún motivo específico, puesto a que hace pocos días, más bien, pocas horas, pareciera que eran polos opuestos, extremadamente opuestos.

Mi mirada poco discreta y curiosa es notada por ellos. Esbozo una sonrisa más amplia de estímulo y ambos fruncen el ceño. Me siento torpe, pero algo hay ahí, y no precisamente me huele tan bien. Suelto un suspiro. Un sonrojo enmascara el siguiente.

- Yo también me pregunto que le pasa – rompe Georg, quien se sentó a mi lado. Me ha estado analizando – Tom está muy raro. Pero hoy se ha comportado como el mismo, hasta dijo vulgaridades.

- Ja. Supongo que está pasando por esa etapa de la vida en la que no sabe quien es ni a donde va – opina Gustav, quien parece ya saber la historia del vegetal verde de Bill de memoria, por lo cual, le ignora.

- ¡Cálmate poético! Yo nunca he pasado por esa etapa, y soy mayor que los Kaulitz – se defiende Georg.

- Algún día entrarás en ella – digo segura – y te estarás quejando.

- ¡Uy! ¡Eso duele Hobbit! ¡Y eso que es tu novia! – continua Andreas, dejando a Bill hablando prácticamente sólo.

- No es mi novia – dice Georg en acto reflejo. Y es ahí donde me pesan las palabras. No somos novios. Tomo un sorbo de la limonada para que nadie note mi incomodidad.

- Aparte de apestoso, comelón, flojo y tonto, ¡no te aplicas! – Andrew niega con la cabeza mientras enlista con los dedos los supuestos defectos – Si yo soy caso perdido, tú eres uno realmente extraviado Hagen. Te apuesto que Dai sólo se pregunta en que maldito momento le harás la tan esperada pregunta. Estúpido.

Oculto una risa porque Andreas siempre me causa una, pero a la vez, siento un hueco en mi pecho, como si lo que dijo fuera verdad. Georg se limita a reír también, pero cuando todos regresan a sus conversaciones, me devuelve la mirada.

- Dai… - su voz se escucha temblorosa.

- ¿Sí?

- Respecto a lo que dijo Andy ¿es verdad?

- No sé a que te refieres – le sonrío y me sumerjo en lo verde del césped que se aprecia a través de las ventanas. Toma un trago de su bebida.

- Bueno, tú… ¿piensas que soy lento? – toma mi mano derecha, que está encima de mi pierna, la entrelaza con la suya con sumo cuidado y comienza a acariciarla. Mi corazón revolotea tan fuerte que podría ser un buen beat para batería.

- No – su mirada, sus pequeños ojos verdes, sus labios, me cautiva. Me acerco a darle un beso corto, un roce de labios. Esta vez no me importa quien está presente. La suave carne de sus labios al contacto de los míos causan una chispa eléctrica – Creo que las cosas deben darse conforme el tiempo las de – digo, cerca de su cálido aliento.

- ¿Sin prisas? – Dice con los ojos aún cerrados a causa del beso-

- Sin prisas – asiento, apartando mi rostro del suyo.

- Sin prisas – me sonríe.

- Así es. Sin prisas – le sonrío.

- Daiana – vuelve a tomar mi mano - te quiero.

- También te quiero Georg.

Pero ambos sabemos que tenemos prisa, tenemos prisa de amarnos. El a mí, yo a él. A seducirnos cada mañana, cuando despertemos en la misma cama. Entusiasmo en las miradas y ese brillo cósmico. Reír por detalles inútiles, absurdos. Perdernos muy lejos, escapar de lo mundano. Tener nuestro pequeño escondite para las dulces huidas. Decirnos te amo, por primera vez.


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