viernes, 8 de abril de 2011

Biografías: Zeltzin Elisa

Zeltzin Elisa


25 años (21 de febrero de 1990)


Nacida en la Ciudad de México, México.

Al igual que Atziri, esta linda mexicana prefiere que le llamen por su segundo nombre.

Elisa nació en la Ciudad de México, pero siempre tuvo el deseo de vivir en algún país dónde la monarquía todavía estuviera en pie. Sí, de niña deseaba ser una princesa con ampón vestido rosa y una tiara repleta de diamantes.

Hija única de una cariñosa pero emprendedora pareja, pasaba los días de su infancia junto a su nana, Lolita. Ambas, amantes de los vestidos y accesorios, se escabullían por las tardes a comprar incontables metros de tela (kilómetros, más bien). Lolita se las ingeniaba para armarle un guardarropas despampanante, el cual generaba envidia de todas las pequeñas compañeras de Elisa.

La muerte de Lolita, fue el inicio de la verdadera vida de Elisa. Una mañana, al mirarse al espejo, descubrió que su cuerpo ya no era el de una niña. Decidió enfrentarse a la vida por su propia cuenta, aún temerosa. Explotó su personalidad coqueta y encantadora.

Estudió hasta la preparatoria en México; puesto a que en verdad deseaba irse del país. Aseguraba que no era el lugar indicado para ella. Cuando sus padres le preguntaron la razón de su partida, ella bromeo con "Yo no como chile; eso es algo inaceptable en una mexicana. No pertenezco aquí".

Viajó hacia Los Angeles, E.U. No tenía un plan en especial;  pero no era algo que le preocupara. Se enamoró de la ciudad desde que dio el primer paso fuera del aeropuerto. Hizo un casting en Intense Magazine America como asistente de modas, pero su currículum estaba tan bien escrito, que la contrataron como correctora de estilo y escritora de artículos. Fue ahí en dónde conoció a Daiana Ruzzo.

Su relación con Dai, fue una chispa enseguida. En menos de dos semanas en su estadía en el nuevo país, ya se encontraban compartiendo un bonito departamento juntas, con una impresionante vista a la ciudad (exigencia de Daiana, quien ama los paisajes urbanos).

El par de deslumbrantes mexicanas, tenían el hobby de salir a conocer todos los clubs de la ciudad en cuanto se presentaba la oportunidad; juntas, terminaban formando un bello desastre con varias botellas de Jack Daniel´s vacías. 

Una de esas alocadas veladas, conocieron a los hermanos Rowman. Jacob, el mayor de los tres, fue quien la conquistó con su trato dulce y sensual. Todo indicaba un cuento de hadas con final feliz hasta que una noche, después de cuatro años de conocerse, lo cambió todo.

Ella, junto con la pequeña Ruzzo, se mudaron de inmediato a Berlín; país que además de estar en sus sueños, tenía una sucursal de su trabajo: Intense Magazine Germany. El plan era olvidarlo todo, comenzar de nuevo.

Conoció a Atziri en un photoshoot de la revista y desde ese día no puede quitársela de encima. Siempre es víctima de sus bromas y ataques de locura, pero la ama con todo su ser y daría la vida por ella.

Después de un evento escandaloso, despidieron a Dai de I.M y ahora su trabajo no le resulta tan divertido como antes (además, tiene que soportar a su odiosa y narizona jefa).

Elisa es una persona con un buen corazón. Derrama miel y hojuelas conforme camina por las calles de Alemania. Le gusta tratar a las personas con un exceso de dulzura; pero si llegan a meterse en su camino, planea algo maléfico con precaución y mucha cautela.

Es amante de películas "para niñitas lloronas" (como les llama Atziri), del sushi, de novelas románticas y de los zapatos. Generalmente escucha rap, hip hop y música electrónica gracias a la influencia un de sus ex novios, el cual era DJ.

Lo único que extraña intensamente de su país natal, son los dulces típicos. En una ocasión, llevó a cabo una búsqueda exaustiva de alguna tienda mexicana por toda Alemania; después de cuatro horas de búsqueda, encontró un diminuto local y compró una caja gigantesca de caramelos con chamoy. Al regresar a casa y presumirle a Daiana su nueva adquisición, descubrió que la caja estaba vacía. Se sintió "ligeramente" estafada.

La única vez que se vengó de las incontables bromas que Atziri le juega, le supo a cielo. Cambió el relleno de la pasta dental por queso Philadelphia. Atz, no le dio importancia al extraño sabor del dentrífico, pero su aliento alejó a todas sus conquistas de la noche. Su auotestima estaba por los suelos hasta que encontró el bote vacío de queso en el cesto de basura. Elis no paró de reír hasta una semana después.

Le gusta la sinceridad, pero siempre encontrará la manera más sutil y apropiada de decirte las cosas. No soporta herir sentimientos.

Nunca se ha teñido el cabello y no está dentro de sus próximos planes, pero tiene un alaciado permanente encima. Daiana le solía llamar China cuando los caireles rebotaban encima de sus morenos hombros.

Posee una deslumbrante sonrisa y prefiere usar poco maquillaje, su belleza es muy natural y fresca.

Está desconcertada por la forma tan veloz en la que se ha encariñado con uno de los gemelos Kaultiz, Bill. Cuando los Tokio están de gira, acostumbran hablar en las noches hasta que las baterías de sus teléfonos se descarguen. Tiene un poco de miedo a estar enamorada, pero no puede evitar sonreír día, tarde y noche al recordarlo.

Le gusta escuchar a Ruzzo cantar, pero nunca se lo ha confesado; pues teme que al decirlo, Daiana deje de hacerlo.

No le agradan las arañas, la crema de maní, el café con azúcar ni la leche con chocolate.

 

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domingo, 9 de enero de 2011

Cap. 46 < Unámonos >







[Pero ambos sabemos que tenemos prisa, tenemos prisa de amarnos. El a mí, yo a él. A seducirnos cada mañana, cuando despertemos en la misma cama. Entusiasmo en las miradas y ese brillo cósmico. Reír por detalles inútiles, absurdos. Perdernos muy lejos, escapar de lo mundano. Tener nuestro pequeño escondite para las dulces huidas. Decirnos te amo, por primera vez.]
Tropezamos una y otra vez, el uno con el otro. El corre detrás de mí a veces, y luego soy yo la quien le persigue. Los gemelos y Mimi observan sentados en lo verde del césped, Gustav y Andreas pasean un balón.

Tira de mi ropa con fuerza, pero logro escabullirme de sus brazos. Siento como su cuerpo ha aumentado de temperatura, al igual que el mío, pero el clima es increíble. Una leve y fresca brisa empapan nuestros cuerpos poco a poco. Mi respiración agitada me hace jadear, ruidos curiosos que se combinan con los suyos.

- ¡Me vas a matar, hermosa! – grita, después de las carcajadas. Me detengo y miro hacía atrás. Inhala aire con desesperación y descansa con las manos en las rodillas.

- ¡Sigue corriendo! – le ordeno, mientras troto descalza por la natural alfombra verde. Corre, pero a los escasos pasos se detiene haciendo graciosas expresiones.

- ¡Hey! Changuita saltarina, tienes batería para estar así más de un año – sonríe. Su cabello le estorba, pues el viento es fuerte - ¿Acaso nunca jugaste cuando eras niña y ahora me cobras tu infancia?

- Nada de eso – exclama Mimi, haciendo esfuerzo para que la escuchemos – Más bien, Constantine sigue siendo un bebé.

- Más bien, ustedes están amargados y viejos – digo entrecortadamente y les saco la lengua como gesto estrella.

- Que madura respuesta Dai. – se burla Bill con una mirada divertida.

Georg y yo reímos. Su risa se convierte en tos, una tos muy profunda. Comienzo a acercarme, puesto a que no puedo ver su rostro ya que está inclinado.

- ¿Estás bien?

- Yo… no… - me hace señas nada entendibles con su mano derecha, no puede hablar, la tos continua, cada vez más sonora.
- ¿Georg? – mi voz se quiebra dejando una onda de preocupación en el oxígeno.

- Demonios hobbit, ya deja el cigarro – dice Tom, aún sentado en el pasto.

- No, aguarden… - digo deteniendo la ola de burlas que estaba apunto de explotar. El ruido no cesa. Doy tres pasos más hacia el, pues es la distancia que quedaba entre nosotros. Me inclino para poder verlo cara a cara, pero de pronto tiene los ojos cerrados. No tose más, no habla, no se mueve, no respira, no nada.

- Ge… Geo... ¿Georg? – silencio mortal.

- ¡AMARGADO JAMÁS! – da un grito impresionante y me abraza con mucha fuerza. Estalla en risas al igual que todos, yo simulo una, pero los ojos los tengo acuosos. Me ha pegado un buen susto.

- ¡Buena esa! – Andreas le guiña un ojo a su amigo.

- Diste un salto imposible Dai – voltea mi cuerpo, ya que me estaba abrazando desde atrás. Escondo mi mirada cristalina con ayuda del fleco de mi cabello. Aún así, noto que la descubre – Creo que te asusté demasiado.

- Sólo un poco – digo sarcástica dándole una sonrisa. El seca con su dedo índice la primer lágrima que brota por una de mis cuencas, antes de que se deslice por mi mejilla. Esto evita que las demás gotitas salgan.

- Dime que no te hice llorar – las pupilas en sus ojos tiemblan.

- No – respondo con frialdad, haciendo muy creíble mi negación.

- A… ¿no? ¿No lo logré? – me dice retador, posando como me gusta que lo haga.

- Ni siquiera estuviste cerca – ataco con velocidad.

- Pues entonces tendré que intentarlo de nuevo – pasa los mechones de mi cabello detrás de mi oreja. Se aleja - ¡Tienes suerte de correr rápido bonita!

Y comenzamos la persecución de nuevo. Mi pantalón tiene manchas infinitas de rastros de la naturaleza y mi pelo se decora con hojas secas. Él tiene una ligera mascarilla de tierra. Las nubes terminan por cerrar filas en el cielo, oscureciendo las aguas de los lagos a lo lejos y haciendo descender la temperatura. Está anocheciendo y ni siquiera lo habíamos notado, ninguno de los presentes.

. . . . .

Siguiendo el suave trazado de sus venas azuladas del pliegue de su codo, mi mano avanza sobre los perfectos músculos de su brazo. Georg me ayuda a bajar de la camioneta que David Jost mandó al parque, para traernos de regreso al hotel.
- Noche de fiesta – canturrea Tom cruzando el lobby.

- Ni lo pienses – nos recibe David – Mañana tienes trabajo. Estás loco.

- Sólo unos tragos Dave – Andreas rodea al `` jefe ´´ con su brazo. A decir por el gesto de Jost, creo que no le agrada mucho la idea.

- Jamás.

- ¡Pero yo no estoy en la banda! – Celebra el rubio – Voy a conseguir algunas nenas y beber hasta que me de cirrosis. Perdedores.

- No lo creo Andy – Dunja hace presencia con su vocecilla alegre – El contrato de la gira dice que cada integrante de esta, sea de la banda o no, debe establecerse a los horarios y rutinas. Así que… a dormir todo el mundo.

- Dunji, ni siquiera hemos cenado – se queja Bill y señala su estómago.

- Mi pequeño – dice con ese tono consentidor muy suyo – Pediré algo al Room Service. Y para todos ustedes también, mounstritos. ¿Las hermanas Ruzzo van a querer algo?

- Yo estoy bien por ahora Dun – Mimi agradece.

- Y yo estoy muerta. Sinceramente sólo quiero una cama ahora.

- Oh Dai, claro que la tendrás, pero en unos minutos. David y yo tenemos que afinar unos cuantos detalles respecto a tu aprendizaje, aquí, en la gira.

Todos suben hablando de lo que van a ordenar, comida, comida y comida. Les pierdo la imagen por el elevador. Me gustan sus sonrisas en conjunto.

``Papá y mamá ´´ de Tokio Hotel me explican acerca de las tácticas, que aprenderé y en que podré utilizarlo. También me dan indicaciones de Taylor y peticiones por igual. Me asignan tareas y me piden observar el comportamiento de los fans en los eventos, puesto a que también tendré que lidiar con ello.

Mi habitación me espera después de una no tan corta charla. Abro la puerta de la suite, quiero tumbarme en la cama sin tan siquiera cambiarme a la ropa de dormir.

Hay una tenue luz que se proyecta desde la habitación principal, escucho risas, la de Mimi por evidencia, pero hay alguien más.

- Andreas, quítate de mi cama en este mismo momento – exijo al divisar los pantalones entubados y tenis asomándose por el edredón. Se descubre la cara. Mimi está en la otra cama, luce una cara de preocupación.

- No, Dai, hay que hacer una pijamada – noto el estado de ebriedad de Andreas con tan sólo escuchar las primeras palabras.
- Oh demonios, Mimi, ¿qué le diste?

- ¿Crees qué le daría algo a este engendro, y después de ponerlo ebrio lo recibiría con los brazos abiertos en mi cuarto? – Pone cara de fastidio – Tocaron la puerta, abrí, y era él. Entró haciendo una fiesta, y no lo puedo sacar. Hazlo ahora o me regreso a California de inmediato ¡Me está volviendo loca! ¡Ha cantado todas las canciones de Vaselina y ahora quiere empezar con las de High School Musical!

- Puedo hacer un cover de Lady Gaga, si así lo prefieren – el borracho intenta mirarme con atención, pero sus pupilas revolotean como dos mariposas en un frasco.

- Más que cover, sería parodia – Mimi le ve con asco y se cubre con el edredón; apenas se asoma un mechón de su oscuro cabello.

- ¡Ella es bien groserota! – Andreas apunta el bulto que conforma el cuerpo de mi hermana a través de las cobijas – Me da miedo. ¡Algún día me voy a estar bañando y llegará a acuchillarme con su cara de maldita!

- Esto va a ser difícil – digo, más bien pensando en voz alta.

- Sí. Y tú, Constance, vas a tener que solucionarlo por tu cuenta si quieres dormir en tú cama. Diviértete.

- ¡Lo vez! – reprocha Andy abriendo la boca a manera de sorpresa. Siento el aroma a tequila que comienza a inundar la habitación - ¡Eso que está ahí no es un hermana! ¡Eso es un mounstro!

- De mounstro, tengo lo que tú tienes de inteligente – dice Mimi incorporándose un segundo, aventando una almohada directo a el pelo del rubio y volviendo a recostarse.

- ¡Mimi! – no puedo evitar reírme, la expresión desconcertada de Andy es insuperable.

- Se lo merece, por ser una rubia tonta.

- Soy rubia, pero no tonta ¿Eh? – mueve el cuello de lado a lado y chasquea los dedos.

- Sí, y de repente te cambiaste de sexo ¿Verdad? – giro los ojos.

- Exact... ¡No! ¡Espérate! ¡Eso no!

- Más te vale que te quites de mi cama en menos de cinco segu…

Mi frase es cortada por un sonido de lo más desagradable. Puedo enterarme que es lo último que cenó Andreas gracias a la mancha prominente en mis sábanas. Él se limpia la boca con su antebrazo en un movimiento fugaz. Un olor fétido llega directo a mi nariz y penetra revolviéndome el estómago.

- Repugnante – es lo que Mimi se limita a decir y continúa adormilándose.

- ¡Dai! – Grita su voz, que ahora se encuentra un poco más sobria - ¡Perdóname! ¡Lo limpiaré enseguida y me iré en cuanto termine! ¡Perdón! ¡Soy un asco!

En un salto, se encuentra en el cuarto de baño arrancando tiras de papel higiénico para desaparecer la pizza a medio procesar.

- ¿Sabes qué? Olvídalo Andy, dormiré en la sala – exclamé sin dedicarle una mirada.

- ¡No! ¡Esto quedará como nuevo! – trata de convencerme, pero su apariencia no le ayuda.

- En verdad. Deberías quitar todas esas cobijas y pedirle a Jost que alguien del equipo las lleve a la lavandería. Dedícate a dormir, te vez fantasmal y la resaca te comenzará a pegar en un par de horas – guiño el ojo izquierdo, mientras retrocedo – Ah, y rocía un poco de esto – le entrego una botellita lila de perfume – No querrás que Mimi se desmaye con tremenda peste.

- Sí, eso me daría un punto menos – ríe apenado recibiendo el frasco de aromas y recuerdos – No duermas en la sala nena, la cama de mi suite está desocupada. El hobbit aún está con los gemelos en el bar. Yo tomo rápido, ya sabes, me mandaron a dormir. Pero ellos son unos niños llorones y lentos con eso de los tragos, así que Georg volverá al amanecer.

- Bien – le dedico una esforzada sonrisa – Ahora duerme, o te acusaré con Dunja.

La amenaza funciona como esperaba, y en cuanto Andreas se acorruca tal cual bebé en mi dañada cama, me adentro en mi pijama que consiste en una blusa holgada y muy larga.

Todas las suites son muy parecidas, pero esta, tiene una luz roja fascinante y la vista de la ciudad es aún más impresionante que en la mía. La noche es salpicada por incontables puntitos brillantes, como si de manchas de pintura se tratara. El calor de la oscuridad acaricia mi piel, la cual está un poco sudorosa debido a la temperatura.

Me instalo en la cama de Andreas, la cual reconozco porque a diferencia de la otra, no tiene un deslumbrante bajo negro encima. La televisión me acompaña un rato, pero decido apagarla ya sólo genera ruido dentro de mis pensamientos.

Mi mente divaga, imágenes borrosas pasan por ella al igual que canciones e ideas, es hora de dormir…

- Sabía que ibas a caer en cuanto vieras un lugar en donde acostarte.

- Estoy rendida, apaga la luz… - mi voz adormilada sale automáticamente, pero el eco de esta es lo que me hace reaccionar - ¡Georg! – me incorporo de un salto tallándome los ojos con frenesí, la iluminación que genera el foco del cuarto me deslumbra.

- ¡Daiana!

- ¡Georg!

- ¡Dai… ¡¿Daiana?!

- Disculpa, ¿qué hora es?

- Son las 3 de la madrugada. Pensé que eras Andrew – se ríe, seguramente de mi cara de dormida y mi cabellera alborotada.

- Se supone que ibas a llegar mucho más tarde – digo enfadada, imaginado el rostro de Andreas.

- ¿Llegar de dónde?

- ¡Del bar! – sí, grito. Me levanto en un movimiento tan rápido que me hace marear y me encuentro con mi reflejo en el espejo de cuerpo completo. No es mi cabello lo que me preocupa, tampoco son mis ojos entrecerrados. Es mi organismo semidesnudo en completa exhibición. Un juego de lencería blanco y nada más. ¿En qué momento me quité lo demás?

- ¡Epa! – expresa él con una sonrisa picarona y cambia la mirada hacia el lado contrario de la pieza.

- ¡Carajo! – suelto en una risa avergonzada. Esto no puede estar sucediendo. Debí de haberme despojado de mi ropa entre sueños, debido al calor abrumante.

- ¿Bar? ¿Llegar más tarde? ¿De qué estás hablando Dai? – Pone una mano sobre su cara de una manera sutil, lo que me da oportunidad de buscar mi blusón – Y si no es indiscreción ¿qué haces dormida en la cama de Andreas en ropa interior?

- ¡No es lo que tu piensas! – perfecto, una respuesta de lo más estúpida. Esto va de mal en peor.

- Oh, claro, no es lo que yo pienso – sarcasmo reluciente.

- ¡Demonios! ¡Se que sonará poco creíble, pero déjame explicarte…

- Sí, seguro llegaste a tu habitación y Andreas se encontraba ocupando tu cama, por lo cual, decidiste venir a dormir aquí.

- De hecho – me sentí ridícula al aceptarlo y tan vulnerable. El resto de mi ropa no aparece.

- Te creo – su tono fue sincero. Lo miré directo.

- ¿Qué?

- Te creo. Y no estoy mintiendo. Yo estuve en la suite desde que subimos de la recepción y en ningún momento escuché… bueno, no escuché nada ¿Me entiendes?

- Sí, entiendo – le digo con una sonrisa. El me mira de reojo, tratando de enfocarse sólo en mi rostro – ¿Estuviste todo el tiempo aquí?

- Así es, en el estudio.

- ¿No me oíste al entrar?

- Tenía los audífonos del Ipod puestos – me sonríe.

- Dijiste que no habías escuchado nada, pero entonces era porque estabas escuchando música – jalo una se las sábanas y la adapto a la forma de mi cuerpo.

- Bueno sí… - admite – Pero aún así te creo. Yo se que nunca dormirías con Andreas.

- ¡Buen punto! – suelto en una carcajada. El por fin me mira de frente – Andy se embriagó y se le ocurrió visitar a Mimi. Cuando llegué estaba abarcando mi espacio. Me dijo que podía venir aquí a pasar la noche, que el cuarto estaba vacío y tú llegarías hasta el amanecer.

Todo me cae en cuenta. Era el plan estrella de Andreas. Reunirme con Georg. Una noche para estar solos, para tenernos el uno al otro. El también lo percibe y se hecha a reír.

- ¡Eh! Seguro ya estaba lo demasiado borracho que pensó que yo lo había acompañado al Bar – dijo, tratando de disimular – Ese tipo no sabe medirse. Disculpa por haberte despertado linda.

- Disculpa por haberme despertado en lencería – levanté los pulgares.

- ¡No! Créeme, no te disculpes por eso. De hecho, yo te debería de agradecer – levanta las cejas.

- Depravado – mi voz fue apenas un susurro y le di un beso a través del aire. Caminó hasta estar cara a cara.

- Vuelve a la cama, anda, te arroparé yo – mi frente es besada por sus labios, esos labios.

- No tengo sueño.

- Niña rebelde, deberías de descansar.

- Debería.

- Pero no lo vas a hacer ¿Verdad?

- No – le sonrió sin mostrar los dientes.

Su expresión alegre me emociona. Pasa un mechón de pelo detrás de mi oreja derecha y después repite el procedimiento con la izquierda. Acaricia mis facciones con mucha suavidad. Miradas fijas, otra vez, lo verde de sus ojos me sumerge. Siento su respiración entrelazarse a la mía, como dos corrientes de aire sutil. La sangre me hierve bajo la piel quemándome los labios. Mi respiración se convierte en un violento jadeo. Aferro su pelo con los dedos, atrayéndolo hacia mí, con la boca entreabierta para respirar su aliento embriagador.

- ¿Cómo es posible que Andreas puede hacerte suya y yo no? – bromea con una gran carcajada. Toma uno de los extremos de la sábana que me envuelve y tira de el con lentitud. La tela se desliza por mi cuerpo hasta quedar en el suelo. Me mira, me mira de una forma diferente. Diferente a todos los demás.

- Yo…

- Quiero tenerte Dai.

- Georg…

- Quiero que ya no le pertenezcas a nadie, sólo a mí. Que te quedes a mi lado, que me hagas feliz de esa forma que tu lo sabes hacer, sin ni siquiera intentarlo.

- Te quiero – susurro, mi cuerpo tiembla. Es algo que el no sabe. Es algo que nadie sabe. Es algo que nadie cree, lo que me pone así. Lo que causa una sensación de querer salir corriendo.

- Quiero que ya no le pertenezcas a nadie, sólo a mí – repite, en mi oído.

No me creerá. Nadie lo hace. Pero el roce de la piel me provoca. Es una oleada de sentimientos, pensamientos. En mi cabeza, en mi piel. No se como hacerlo. Sus manos se dirigen hacia mi, su boca hacia mis labios.

- Georg.

- Hermosa.

- Georg, yo no le pertenezco a nadie – sus ojos vuelven a los míos, me ve con curiosidad y nerviosismo – Yo nunca le he pertenecido a nadie. Tengo miedo, tengo miedo a amarte. Pero tengo voluntad para hacerlo, no quiero quedar extraviada en el camino. Nunca he estado con nadie.

- Te tomaré de la mano y nunca te soltaré. Nunca.

- Yo… no se cómo hacer esto. Soy como una pequeña en su primer día de escuela. Han aplastado mi corazón en el pasado, han intentado encuentros carnales conmigo, para después dejarme como muñeca de trapo, olvidada en lo más profundo de un cajón.

- El acto de querer, no se presiona, sólo brota y vence al miedo en lo más profundo. Dame la oportunidad de alumbrarte el camino, lo cruzarás caminando de esa manera tan tuya que me conquistó desde el día en el que te conocí en aquel club. Lo cruzarás con tu risa encantadora y tu mirada coqueta, con tus gustos inusuales y tu forma de disfrutar la música como nadie más. Con ese collar que nunca te quitas, con tus cantitos mientras cocinas, con la forma de apreciar los más pequeños pero los más bellos detalles, con tu forma de besarme.

- ¿Me has escuchado cantar mientras cocino? – río mientras mis ojos comienzan a tambalear y a ponerse acuosos.

- Cientos de veces, también te he visto hacer un bailecito adorable – su risa se combina con la mía, haciendo una sinfonía nocturna que se combina con mi euforia, con sus sentimientos – Me tienes como un loco, corriendo por mi mente de noche y de día, sólo quiero estar a tu lado. Respirarte, tenerte, sentirte. Daiana, te amo. ¿Puedo presentar a la señorita Ruzzo como mi novia ante el mundo?

- Siempre y cuando eso no les rompa el corazón a las fans – su novia, su novia, su novia.

- Tendrán que aprender a perdonarme – la mejor se las sonrisas explota en él y me levanta con facilidad para hacerme girar por el aire. Me besa inagotablemente. Mis labios son su comida, su presencia mi agua, nuestro amor es nuestro oxígeno.

Hey señor Listing, te amo.

No me dejes caer…

jamás.



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