viernes, 17 de septiembre de 2010

Cap. 44 < Resetea tus memorias >






[Tom ha venido esta noche, sin decir nada. Se sentó en una esquina del cuarto con esa hermosa guitarra de madera y tocó una suave música para mí, la cual, me las recordó, me recordó a las hermanas Ruzzo. Me pregunto si su hermandad es tan perfecta o ha sido tan perfecta como lo es ante los ojos de todos. Me pregunto si una a la otra se ha aterrado. Me pregunto si han sido unidas.]


- Será mejor que te apresures – le advierto mientras doblo la última blusa y la meto a mi equipaje. Le doy un último vistazo a mi cuarto. Estoy lista.

- Tu sabes que yo siempre estoy a tiempo – alcanzo a oírla desde la sala. Omito la mentira con una sonrisa en el rostro.

Salgo de la habitación y la veo abrumada, corriendo de un lado a otro. Acomodo las maletas a un lado de la puerta principal. Me pongo el abrigo y enrredo mi cuello con la bufanda; es una noche intensa.

Enchufo mis oídos a los audífonos del Ipod a la vez que me dejo caer al sofá. Me entretiene verla metiendo tantas cosas a su bolsa de mano en el tiempo restante. El vuelo sale exactamente en dos horas.

- ¿Y el bronceador? – dice, después de detenerse en seco de su larga carrera por el departamento - ¿Dónde está el bronceador?

- ¿Bronceador? – pregunto, quitándome un auricular para asegurarme si lo que dice es verdad.

- Sí, bronceador. Líquido amarillento destinado a broncear la piel de las personas.

- ¡Ah! ¡Claro! Está en el segundo cajón de mi armario, donde guardo mi dotación completa de bronceadores para clima de invierno en Alemania – giro los ojos – Mimi, sólo date prisa.

- Tu siempre tan burlona – también ríe y se mete al estudio con la velocidad de la luz.

- ¡Por lo menos quítate los tacones! ¡Son míos! ¡Los vas a romper! – le grito con una carcajada y me hace callar.

Han pasado dos semanas con exactitud. Hoy es el lunes 8 de diciembre del 2015. Estamos esperando para partir al aeropuerto, bueno, por lo menos ese es mi caso. Mimi aún sigue en los preparativos.

Cuando le comenté a Taylor acerca del plan aceptó de inmediato, siempre y cuando lo siguiera al pie de la letra. Ese sujeto es adorable. Es tiempo de recorrer este país, junto a mi hermana y el hombre que da vueltas en mi cabeza una y otra vez.

El sonido de la canción en el mp3 se encima con los cantos de Mimi al fondo de este lugar. Ella canta cuando está feliz. Ella canta cuando está conmigo, a mi lado, junto a mí. Un pitido de coche me hace brincar, puedo distinguir la camioneta negra a pesar del color de la noche, este está aguardando por nosotras en la fachada del edificio.

- Es tiempo de partir – anuncio, pero en voz baja.

- Te dije que iba a estar lista – cruza la puerta que yo estoy deteniendo, me rebasa. Jala su maleta y comienza a trotar en las escaleras, cuesta abajo.

- ¡Estás demente! ¡Es el último piso!

- ¡Más te vale que me alcances! – Canturrea divertida, lo único que me llega de su voz es un eco que rebota con cada escalón - ¡Y no utilices el elevador!

- Loca – me digo, por obediente.

Después de bajar los centenares de escaleras y con la respiración agitada, la veo recargada contra una pared, inhalando aire con fuerza, me sonríe. Pasa uno de sus brazos por mis hombros y caminamos juntas hasta la entrada del edificio. Alex, el que alguna vez fue mi guardaespaldas y consejero también, nos saluda agitando su brazo en lo alto desde el asiento conductor de la camioneta.

Ahora nos dirigimos hacia la casa de los aviones. Es un día peculiar, no ha caído ni una sola gota a diferencia del resto de la semana. Creo que ella piensa que lo he olvidado, piensa que he dejado a un lado una fecha tan especial, pero eso yo nunca lo haría.

- No me gusta este lugar – dice Mimi. Hemos llegado. Alex nos conduce al acceso exclusivo donde abordaremos el pequeño avión hacia nuestro primer destino. A partir de ese momento viajaremos en el bus oficial de la banda.

- ¿Por qué?

- Es un edificio lleno de despedidas.

- Sí… - hago una pausa, observando todos los curiosos locales que rodean el lugar – Pero también es el centro de nuevas etapas de la vida.

Me mira con unos ojos atascados de ternura y me abraza, dándome toscas palmadas en la espalda.

- Constance, no creo que lo recuerdes, no importa mucho en realidad…

- Nunca lo olvidaría.

- Espera, tú… ¿sabes por lo menos de qué hablo?

- Por supuesto.

- Creo que te estás confundiendo con algo más – posa sus manos en su cadera. Le noto cierto tono de esperanza.

- No. Nunca arrinconaría, ignoraría o confundiría el 8 de diciembre. Feliz cumpleaños Mimi – mis labios se curvean en la más sincera sonrisa. Pienso en cuanto deseaba aquello, volver a felicitar a mi hermana frente a frente, pero decido poner cara de indiferencia opacando la sonrisa y no permitir que se de cuenta de que para mí significaba mucho. No suelo expresarme con tanta facilidad.

- No intentes hacerte la dura. No te queda – me arrebata otro abrazo. Ese me hace explotar en felicidad, lo devuelvo con euforia.

- Eh… chicas, sé que la vida es color rosa y hermosa, pero no lo será sí no seguimos caminando. David Jost me va a matar – Alex nos mira con desesperación meciéndose en sus talones. Ella y yo nos reímos entre dientes y retomamos el paso. Atrapa mi mano que se esta balanceando en el aire con la suya, caminamos así el resto del camino.

.   .  .  .  .


Todos tenemos una copa con una poción ámbar por dentro. El sonido de la turbina de la aeronave cruje con fuerza. Nos reunimos justo al centro del lujoso transporte.

- Por un exitoso futuro y presente también – celebró Dunja. Los cristales tintinearon a la vez y bebimos de ellos.

Mis labios pasaron por mejillas de todos, aunque tuve la tentación de posarlos en sólo una boca. Intenté acordarme de respirar. Tuve que desviar la mirada para recuperarme.

- Así que aquí estamos – me gusta su voz.

- Aquí estamos – asiento con una simple risa.

- ¡Sí! Aquí estamos – Andreas, un chico rubio que me acaban de presentar, se entromete entre Georg y yo, nos abraza a ambos. Es el mejor amigo de los Kaulitz desde hace ya mucho tiempo, había oído hablar de él. Compruebo que realmente es un payaso – Y aquí estaremos. Juntos por cuarenta días, así que quiten su cara de deseo sexual que para eso tienen mucho tiempo.

- Y tú tienes mucho tiempo para embriagarte – le devuelve Georg arrebatándole la copa de sus manos. Andreas levanta los hombros y chasquea la boca, da media vuelta y camina hacia una de las sobrecargos para solicitar más de la bebida.

- Es todo un personaje – digo animada. El chico rubio se ha olvidado del alcohol y mejor se ha dedicado a coquetear con la azafata.

- Es un tonto – Georg ríe y niega moviendo la cabeza – Le ha puesto un ojo encima a tu hermana, cuídala de ese perdedor. También se ha fijado en ti, te apuesto que ya estaría tratando de ligarte a no ser de… - para de hablar.

- ¿A no ser de que tu ya lo estás haciendo conmigo? – suelto con un semblante tan seguro que hasta a mi me sorprendió.

- Sí, así es – ríe impresionado.

Traté de controlar mentalmente mi sangre para que no subiera a mi rostro, y evité así sonrojarme. Se me acelera el pulso. Deseo poder refrenarlo al presentir que eso, los latidos de mis venas, lo va a dificultar todo un poco más. Esta tan cerca de mi que lo más seguro es que él puede oírlo.

Me dirige una sonrisa al leer mi vacilación y extiende los brazos hacia mí. Mi corazón reacciona. Sus labios se curvean en una de esas sonrisas traviesas tan hermosas que casi detienen el latir de mi ser.

Georg, te amo.

Georg, te amo.

Georg, te amo.

.   .   .   .  .


- Aire fresco – Bill me sonríe al bajar del avión. Esa ropa negra lo hace ver más delgado de lo normal, no luce mal, sólo un poco cansado. Tiene rasguños en el cuello y unas manchas moradas, parecen moretones.

- ¿Qué te ha sucedido en el pecho Billy? – me acerco curiosa y acaricio una de las sombras púrpuras. El se exalta, dando un ligero brinco hacia atrás y quita mis dedos con delicadeza. Se ha incomodado.

- Hice enfadar al gato – se muerde los labios – Se desquitó con sus afiladas garritas.

- Mi hermano maltrata a los animales – sonríe Tom interviniendo. Está radiante a comparación de la vez pasada – Publicaré el tema ante la prensa.

- ¡Haces eso y te mato! – le advierte Jost en broma desde lo lejos, quien está hablando por celular para llamar a la camioneta que nos dirigirá al hotel esta noche.

- No hagan enfadar a David niños – dice Dunja con su dulce voz maternal – Luego yo soy la que le tengo que estar preparando su té anti-estrés.

El vehículo negro brillante no tardó más de diez minutos en arribar frente a nosotros. Es amplio y cómodo, lo cual nos permite platicar sin pausas. Jost no suelta el teléfono móvil en lo absoluto y Andreas le ha amenazado varias veces de tirárselo por la ventana al no convivir con todos. Mimi y yo contamos anécdotas de nuestra infancia, y todos parecen divertidos, aunque Tom también tiene la vista sólo en su celular, aunque a él nadie advierte en quitárselo. Bill le da ``discretos ´´ codazos de vez en cuando; el gemelo aparenta prestar atención unos segundos y vuelve la vista a su teléfono, está inquieto. Algo pasa ahí.

Comienza un calor aquí dentro que me provoca cosquilleo en el cuello. Gustav opta en abrir las ventanas y el aire helado entra de repente. Georg, quien ríe concentrado en la forma tan graciosa de cómo Mimi cuenta la historia de la vez que intentamos hacer agua de limón y en vez de eso obtuvimos un panal de abejas dentro de la cocina al regar toda el azúcar en el piso, a veces se fija en mi rostro, en mi pelo expuesto al viento que entra por la ventana abierta, en nuestras manos unidas.

- ¿Qué les parece esta organización? – pregunta David en voz baja. Hemos llegado al hotel. Gustav, Bill, Tom y Georg llevan gafas de sol y gorros puestos. Mimi y yo nos cubrimos con los gorros de las sudaderas. Los fanáticos se atiborran en la entrada – Bill compartirá habitación con Tom, Daiana compartirá habitación con Marabi, Gustav y Georg tendrán habitaciones individuales al igual que Dunja y yo.

- ¿Y yo? – pregunta Andreas más que en tono triste, de reclamo.

- Tú dormirás en el armario de alguna de las habitaciones – le dice Tom dándole un golpe en la cabeza – Y ni te emociones. No será en el de las chicas.

- Pues entonces que no sea en el de Georg ni Gustav ¡Que trauma! – vacila cubriéndose la cara con las manos – En el de Bill y Tom tal vez…

- Ni en tus sueños – contesta Bill de inmediato.

- Calma – dice Gustav – No es nuestra culpa que te hayas unido al plan segundos antes de partir de Berlín. Compartirás suite con alguien, y lo siento, ese alguien no soy yo.

- Maldito egoísta engreído. Baterísta creído. Por eso tengo a mi amigo, el bajista querido, dueño de mi delirio… - rapea el rubio.

- Está bien, está bien, está bien. Compartiremos cuarto sólo si dejas de hacer eso – asegura Georg poniendo los ojos en blanco.

Con ayuda de Alex y más hombres del equipo de seguridad subimos el equipaje hasta la habitación, la cual, era más que hermosa.

- Todo ha sido tan rápido – suelta con un suspiro, tirada en lo horizontal de su esponjosa cama. Ya estamos ella y yo, solas.

- Sí. Un viaje veloz.

- No me refiero a eso tontita – se endereza para verme directo a los ojos – desde que llegué aquí, es como si los días se resumieran a horas.

- ¿Tu también lo sientes? – le pregunto mientras me siento a su lado.

- Desde luego. Entonces… ¿No es el país que me causa esa sensación?

- No, es nuestra compañía mutua – le sonrío y acaricio las puntas incendiadas en color rojo de su cabello.

- Eres una cursi con la boca llena de razón Constance.

La convencí de que descansara un rato después de varios duros intentos. Ahora puedo llevar mi plan acabo. Tengo la intención de apresurarme. El agua caliente de la ducha me relaja los músculos de la espalda y me calma el pulso. El olor familiar de la pequeña botellita de shampoo del hotel me trae buenos recuerdos.

Uso el vestido negro azulado que ha ella tanto le gusta, lo he traído conmigo. Confirmo la reservación especial en el restaurante del hotel. Está todo listo. La despierto con una de sus canciones favoritas a un alto volumen.

- Sí no fuera por la canción, te estaría gritando.

- Lo sé – le extiendo una mano para ayudarla a levantar. Es ahí cuando me ve y sonríe – Hay un vestido para ti en el armario. Póntelo. Te espero en la recepción.

- No sé desde cuando me das órdenes, pero no es tan malo como yo pensé que sería – la tranquila risa indica que mi plan estaba resultando.

Bajo por el elevador, cantando en donde nadie me puede escuchar. Pasan unos minutos, yo aquí parada en la recepción y ahí está ella. Con su vestido. Una de las pocas piezas suyas que conservé durante la distancia. Se ve tan bonita en él, como siempre.

Caminamos hacia el restaurante. Nuestra sonrisa es imborrable. Comienza la velada, su cena de cumpleaños. Le doy sus regalos que abre con tanta emoción. Me desespera verla abrir las envolturas con delicadeza pero a la vez me fascina.

Platicamos de nosotras. De lo que queríamos hacer en nuestras vidas, cosas generales. De las buenas películas y música por igual. Platicamos en nuestro interior de la suerte de tenernos juntas de nuevo.

- Estás agotada Constantine – acaricia mi mejilla – Ve a dormir.

- Vayamos.

- No. Quiero quedarme un rato aquí. Voy a terminar mi copa.

- ¿Estás segura? Todavía resisto un poco más – le digo a pesar de que los párpados me pesan.

- Está bien. Descansa y muchas gracias por todo esto.

- Te lo mereces. Y créeme, nunca olvidaría el cumpleaños de mi hermana mayor.

Arrastré mis pies y mis pensamientos hasta la suite, y los dejé caer con la suavidad de una pluma sobre la almohada. Estaba feliz. Estoy feliz.

Feliz cumpleaños Marabi…

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