miércoles, 30 de diciembre de 2009

Cap. 26 < Incomodidad >








[Capítulo anterior: Sabía que me engañaba a mi misma y que ahí en aquel sillón estaba mi amiga y no el, pero se sentía tan hermoso pensar de otra manera, fantasear sólo un rato.]


(Bill)

Ninguno de nosotros había logrado entender la partida tan temprana de Daiana, la cual en realidad había sido forzada por Elisa.

Tom, como la mayoría de las veces, no le dio tanta importancia al asunto y nos contagió su indiferencia aquella noche; pero lo sucedido no dejó de inquietarme ni sólo un instante y una frase rondaba por mi cabeza con constancia: `` No le interesas Bill Kaulitz, no le interesas, eres muy tranquilo para ella ´´. Por obviedad ese pensamiento se basaba en la piel mulata más exquisita que haya visto, Elisa.

No me hace sentir orgulloso de mi mismo cuando la invasión de celos se me da, pero tengo que admitir que ese tal Peter no me agradó del todo.

En realidad, no quiero asumir nada aún y no quiero desconfiar de Elisa; pero cuando eliminaba el mar tercio que yo estaba formando entre Daiana y Georg, y mis pasos se dirigían hacia la barra del lugar, me pareció ver la sombra de Elisa, apenas como un fantasma, en posiciones muy comprometedoras como para que Peter, fuera más que su amigo.

Eso no… no puede ser. Elisa, sabe que guardo un interés en ella desde la primera vez que la vi, tiene que saberlo. ¿Acaso yo no lo demuestro?

Elisa, ella sería incapaz de mentirme ¿O si? No, no, seguro las luces del lugar me jugaron una mala broma y confundí a una romántica pareja con mi pesadilla.

Fuera lo que fuera, un mal presentimiento me acompañaba y eso comenzaba a aterrarme. El pequeño y ridículo cosquilleo en el estómago, comenzaba poco a poco; el único problema es que no sabía diferenciar si se trataban de traviesas mariposas en el estómago o… celos.


(Gustav)

¿Hice algo mal?

Sí, creo que eché todo a perder. Hubiera sido mejor si ignoraba que Daiana pasaba enfrente de mis narices, pero claro, tuve que detenerla para empezar el caos en el bar.

Aunque lo nieguen, a esos tres les sucede algo desde hace dos días que nos encontramos a las chicas; en especial a Bill y a Hagen.
Cuando me causaban dolores de cabeza al parlotear todos a la vez, todo indicaba normalidad, pero ahora yo soy el que tiene que relajar el ambiente con una u otra platica causal y eso si que es raro.

Me siento fuera de casa, lejos de mis amigos, todo en un rato. ¿Qué habrá pasado? Ni siquiera Tom es el de antes; le planté un episodio de la casa de las conejitas Playboy y sólo hizo uno que otro gesto.

¿Estaré dramatizando o es que nadie lo ha notado?

Fuimos al estudio ayer, a seguir preparando el nuevo álbum, pero fue imposible. El lugar estaba muerto y David se desesperó por lo mismo. Las frases que sonaban sólo eran `` Ánimo chicos ´´ `` ¿Están bien? ´´ `` Vamos, ¿Qué ocurre? ´´ `` Necesito más energía ´´ `` Les daré un Redbull ´´ `` Suena perfecto, pero falta potencia ´´ `` No estoy bromeando ´´.

Y la última frase que fulminó con la grabación: `` Váyanse ya, regresen pasado mañana, pero regresen siendo Tokio Hotel, no un cuarteto de mudos ´´.

Esto en verdad comienza a preocuparme. Creo que tengo a unos compañeros enamorados, o tal vez apenas comienzan a madurar y con ello, a amargarse.


(Tom)

Puedo declarar aquella noche como una de las noches más aburridas de mi vida. Hasta mis ridículos tenis eran más divertidos que el ambiente. Bill me preguntó varias veces acerca de mi comportamiento varias veces, a lo que siempre contesté con un `` no pasa nada´´.

Mentí al decir que no había chicas lindas, pues varias nenas en el antro desviaron mi mirada de los `` Lummy – tenis ´´ a lo largo, más bien corto, de sus faldas. Bien pude llevarlas a un hotel cercano para hacerlas señoras de Kaulitz por un rato, pero la noche era desabrida, y hasta flojera me daba llevar el cortejo acabo para convencerlas de salir de ahí hacia un lugar donde pudiéramos estar `` tranquilos ´´ , aunque mi forma de hacerlas suspirar no se define como tranquila, al contrario. Siendo yo eso me hubiera tomado menos de 15 minutos ( mi tiempo récord es de un minuto y medio ) pero en esos momentos no le veía objetivo alguno.

No puedo negar que Daiana y Elisa lucían encantadoras y… dejémoslo en encantadoras; pero al parecer les causaron un largo shock a Hagen y a mi hermano. No han hablado, ni comido, ni bebido, ni trabajado, ni bromeado con normalidad desde el último encuentro con ellas, hace dos días ya. Mi loca hipótesis es que ellas dos, en su otra vida, fueron brujas y ya han capturado a ese par de bobos con un hechizo, pero ahora que lo razono, es poco probable. Mi lógica hipótesis es que los idiotas, se han enamorado.

Entiendo que es muy su cuestión; pero no perdonaría que Bill saliera lastimado, y no me agrada que todo esto huela a un mal final.

No he querido mencionarle nada a Bill, pero anteayer, mientras Gustav y yo nos encontrábamos cerca de la barra, me pareció ver los brazos de Elisa enrollados al cuello del tal tan amigo `` Peter ´´, bien parece ser que Elisa trata bastante bien a sus amigos.

Pero esa historia aún permanece como leyenda, nadie ni nada puede asegurarme que sea real; había mucho ruido, gente, luces y humo como para poder confirmar una mentira.

Sólo se que a Bill, Peter le cayó como un baño de agua helada, pude notarlo en sus pupilas y en su comportamiento. Además de esa comunicación que todos los hermanos poseen, pero en el caso de los gemelos se multiplica infinitamente, y la mayoría de las veces, puedo ponerme en los zapatos de Bill y sentir todo lo que al siente, sucede de manera viceversa también. Aún así, no he mencionado que mi hermanito es los celos hechos persona. Se derrite por Elisa, ella cumple todos los requisitos de su chica ideal, y el hecho de que se embobe por una mujer me parece fantástico, pues es raro en él, pero a la vez me parece una catástrofe, no soportaría verlo sufrir.

Por otro lado, regresé al apartamento con las manos vacías y con cero paradas a algún hotel. Fue cuando, recostado en mi cama y admirando el lavadero de mi abdomen que mi torso desnudo dejaba al descubierto, pensé en Atziri.

Tenía tiempo sin verla y me intrigó su vida. Me atrae su forma de ser. No se puede describir como femenina ni delicada, pero eso no la deja de hacer ver sensual. Imagino que podríamos pasar una tarde entera jugando videojuegos y ella no tendría ningún inconveniente con eso. Las escasas veces que he podido intercambiar palabras con esa despreocupada voz, me siento yo mismo y hasta es como si platicara con un chico, eso me llena de curiosidad por saber si pasaría una noche conmigo. Aclaro que eso no me hace gay, en lo absoluto. Es confuso, pero excitante imaginar como es ese cuerpo playero, repleto de color, debajo de sus ropas.


(Georg)

Ahora sí que estoy cayendo en la locura, y sólo hay un motivo para eso… ¿Qué diablos hace Daiana?

Es tan dulce y tan fría. Tan besable, pero tan desconfiada. Se acerca tanto a la perfección y por lo mismo no paso desapercibido ninguno de sus movimientos.

Supongo que al igual que a mi, a Bill, Tom y Gustav nos invade la misma pregunta ¿Qué fue lo que pasó anteayer? Recuerdo todo, pero sólo en pequeños fragmentos.

Me hace feliz saber que pude tener a Dai tan cerca de mi otra vez, pero me hace tan miserable saber que sólo fue por un rato.

Tengo ganas de correr hasta su departamento y ser invisible; sólo para verla dormir, comer, cantar, reír. Ya que eso no me es posible, la dibujo una y otra vez en mis recuerdos.

Con cada rencuentro, hay una nueva ilusión.

Por desgracia, cada vez que la veo entre mi mente, es con unos ojos diferentes. A veces con anhelo, otras con dulzura, lujuria, algunas con ternura, tristeza y hasta rabia, ya que hay algo que marca profundamente, y con ese `` algo ´´ no me refiero a mi rechazada invitación, sino a esas oscuras memorias del ventanal y verla acompañada, para mal o para bien, con aquel, Danny Rowman.

Es sólo que no me la imagino de la mano de otro hombre que no sea yo. No se trata de orgullo ni de hombría, es sólo que al tenerla un par de veces entre mis brazos, desearía que fuera toda mía.

Tengo esperanza de que algún día, aquel rumor que estropeó un cacho de la vida de Daiana y alborotó a nuestras fans, sea verdad.

En cierto modo, mis amigos y mi familia comenzaban a acostumbrarse de verme con novia, pues mi última relación duró cuatro años, con Zara, una bella chica que decidió mudarse a Australia con su familia, y ese fue el motivo que nos distanció. Durante aquella relación pasamos buenos ratos, pero siempre la oculté de las cámaras por su propia seguridad. Admití que establecía una relación con una mujer maravillosa cuando los entrevistadores preguntaban acerca del tema, sólo lo dije por respeto a nuestro noviazgo. Con la sorpresa de la noticia, los paparazzis hicieron todo lo posible para salvar su empleo y salió una foto de Zara en la red, la cual en pocos segundos fue a dar a la vista de todos los fans. En ese momento ella se volvió propensa a cualquier histérico ataque fanático, y su familia, por miedo, abandonó Alemania llevándosela a ella también y culpándola como causa principal al abandono de su país natal.

Desde ese entonces extraño los brazos y el cariño de alguien, por lo cual lucharé para que Daiana sea ese alguien, y pasemos tardes enteras en mi casa, riendo y gozando uno del otro.




Continue lendo...

domingo, 27 de diciembre de 2009

Cap. 25 < Dime de que se trata >







[Capítulo anterior: - Dime que rayos fue todo eso – ordené divagando la vista por las luces ciudadanas que se reflejaban como hermosos colores en el vestido, ese vestido curiosamente arrugado.]


- Elisa – llamé a su nombre al no tener respuesta alguna. Yo debía de enterarme, tenía el derecho, o por lo menos eso es lo que pensaba; al fin y al cabo éramos amigas; y aún así cuando las amigas guardan pequeños secretos entre ellas, esto no era para ocultarse.

- ¿Qué Daiana? ¿Qué es lo que quieres? – golpeó una de sus manos contra el volante, lo cual provocó que el auto danzara de un lado a otro. Recuperó el control enseguida.

- Ten cuidado – conocía muy bien que las ideas y el control de Elisa con el cerebro caliente eran un desastre – Sólo quiero una lógica y real explicación de lo que pasó hace unos minutos.

- Nada, no pasó nada – la velocidad que abrazaba al coche murió cuando la luz roja del semáforo modeló frente a nosotras.

- Eso no es lógico.

- A ver querida – refunfuñó - ¿Qué es lógico para la princesita Daiana? – fingió un tono meloso.

- ¿Qué me es lógico? – Sonreí con furia – Lógico es que le hayas dicho a Bill respecto a Peter, tú amigo de toda la vida, al cual conociste hace tres horas, tan sólo para librarte de una de las tuyas.

Elisa no me contestó. Su pie volvió al acelerador cuando tocó el turno de la luz verde. Ambas dirigimos la mirada al frente, pero segundos después seguir con eso me fue imposible al notar como la piel mulata de ella se desvanecía hasta sólo parecer un tenue bronceado playero.

- No quiero hablar de eso ahora – fueron sus últimas palabras de la autopista, hasta llegar a la fachada de mi edificio.

Agradecí una vez abajo del auto. El portero de la construcción ya se ponía atento para recibirme.

- Nos vemos luego – dije junto a la ventanilla del conductor, después caminé hacia mi hogar mientras mi mente sólo pensaba en la palabra `` dormir ´´. Anhelé que Elisa me detuviera con alguna disculpa, pero no fue así hasta llegar a la puerta de mi edificio.

- Daiana – susurró a mis espaldas – Yo… lo siento.

Giré para toparme con esa carita de perro abandonado. La miré con compasión, mientras nuestras manos se unían.

- Ven conmigo – le dije con ternura – Un chocolate caliente te sentará bien.

Junto al silencio como compañero, llegamos a la agonía de mi departamento.

- Pasarás aquí la noche ¿uhu? – pregunté mientras le extendía una taza de chocolate humeante, repleta de bombones blancos en la superficie.

- Si no te es molestia.

- Claro que no – una cobija completó el ambiente hogareño que yo le brindé – Me causarías un gran pendiente si te fueras en este momento, son las 3 de la madrugada.

- Gracias.

- Bien, si quieres dormir puedes hacerlo en mi cama, pasarás buena noche, es calientita…

- No – me interrumpió acelerando su trago a la bebida – No quiero dormir.

- Ok, no lo hagas entonces – levanté los hombros.

- Quiero hablar.

- ¿De qué?

- Respecto a lo que pasó en el club.

- No te apures, creo que entendí todo, sólo me confundí.

- Pero yo quiero hablarte de ello – se quejó.

- En verdad Elisa, tú sabes como sacarme de mis casillas – reí – Cuando quiero hacerte hablar no lo haces, y ahora exiges que te escuche.

- Por favor Dai, escúchame.

Puse ambas manos en mi boca y me convertí en sólo oídos.

- Me sentí un asco cuando Bill me saludó con esos ojos que lucían tan felices al encontrarse conmigo, y yo sin embargo en mis `` asuntos ´´. Fue tan pésimo el sentimiento que no encontré más remedio que mentirle cuando me preguntó por aquel chico – dio un gran trago al chocolate – Pero ahora me doy cuenta que he metido la pata… dos veces.

- Billy es un chico con buen corazón nena, entiendo la presión que sentiste en esos instantes, pero aún así, no le vuelvas a tratar de ver la cara, no a él.

Asintió con culpa y miedo tal vez.

- Buenas noches.

- ¿A dónde vas? – preguntó inquieta después de dar otro sorbo a la taza.

- A dormir, deberías de intentarlo tu también – limpié el `` bigote ´´ de espuma que le había dejado el último trago – Bobita.

- Boba tú – rió con superioridad y deslizó sus dedos encima de mis manos, obteniendo espuma embarrada en ellos – No eres perfecta.

- No, no lo soy.

Cerré la puerta de mi cuarto con una sonrisa.

.   .   .    .   .   .

- Que escándalo te traes ja – dije aún con voz modorra y una bata puesta. Me tallé los ojos y bostezó un par de veces.

- ¡Ay! Te desperté – se disculpó Elisa mientras seguía tallando una fibra contra los platos sucios de mi fregadero – Perdón, es que tenía esto hecho un desastre.

- Lo se, pero no lo hagas – le aparté las manos del agua, las cuales salpicaron el piso de la cocina con gotas de agua espumosa – Tu odias lavar trastos.

- No importa, me tengo que acostumbrar ¿No? – sonrío.

- Yo me encargo de esto, se te va a hacer tarde para ir al trabajo.

- ¡Dhu! Hoy es sábado – me salpicó unas cuantas gotas de esa agua jabonosa.

- Cierto, pierdo la noción del tiempo cuando tengo tanto tiempo libre.

- Pues tanto, tanto, tanto tiempo libre no tienes amor – secó sus manos contra su ropa, la cual era la misma que el día anterior. Se dirigió a la mesa que yacía en el centro del lugar. Tomó un fólder azul que se encontraba encima de esta. Miré con curiosidad.

- Me tomé la libertad de espiar tu lista de actividades y castings para que comiences tu vida como superstar.

- Pff, tengo mucho por hacer, lo se, lo se.

- Deberías de empezar de una vez; mientras más práctica, más…

- Éxito – complete la frase – Elis… en realidad no se si funcionaré con todo eso de mi posible nuevo trabajo ¡Es todo un lío! – me senté en la barra junto al fregadero, en donde Elisa, con necedad, volvió a introducir las manos.

- ¿Cómo que no? – Me miró sorprendida – Daiana tienes la voz para hacerlo ¿Cuál es el problema?

- No lo se – dudé – Creo que eso del mundo artístico no sólo implica mi talento.

- ¿A que le temes?

- No quiero que la fama cambie lo que soy o a quienes amo.

- Sí es que me amas, yo nunca cambiaré.

- Tonta ¡Claro que te amo! – le di un ligero empujón y después corrí para abrazarla.

- ¡Ya, ya! – gritó entre carcajadas provocadas por mis dedos que se desplazaban sobre su abdomen - ¡Deja de hacerme cosquillas y ponte a vocalizar!

- ¡Ash! – reproché.

El living room siempre fue el lugar que recibía mi voz con esa oscuridad que se colaba por el ventanal todas las tardes lluviosas, y fue por lo mismo que ese sábado lo hizo de nuevo.

- Hace mucho que no lo hago – saqué algunas letras de canciones de un cajón abandonado - ¿Qué tal si ya he perdido el toque?

- Pues entonces renuncias, pero se que no lo has hecho.

- No puedo renunciar por que aún no estoy contratada – reí con simpleza.

- Tu sólo canta – Elisa torció los ojos mientras contemplaba el sonido de la lluvia.

Y así fue, después de calentar un poco y hacer unos cuantos ejercicios, entoné con temor la primera nota…





- Se que tu puedes – se reía mientras continuaba con el ritmo en el piano que ya me tenía atarantada.


- Me da penita – cubría mi cara con aquellas palabras impresas que conformaban una canción.


- Llevamos practicando más de tres meses, y nunca has cantando una canción, tu voz a perfeccionado – quitó una de sus manos del teclado para posarla en mi mejilla – Hazlo.


- Bien, sólo, cambia ese ritmo que ya me tiene harta y hazme acompañamiento ¿Sí? – asintió rozando mi pómulo y comenzó con un ritmo suave, melancólico en las teclas del instrumento.


- ¿Así está bien? – dijo apenas audible, en un susurro.


- Perfecto – confirmé con gusto.


- Créeme, te sorprenderá lo que has logrado – tomó mi mano y encima de ella apoyó la suya, con su ayuda, comenzamos a reproducir la canción en las teclas.


Luego su voz salió de esos labios delgados. Era clara, grave y siempre me brindaba confianza necesaria para comenzar a entonar yo también. Las primeras dos estrofas de la canción fueron todas suyas, y después yo me acaparé de la atención de la tranquilidad del lugar. Empecé temerosa y desentonada, pero conforme el coro se acercaba, todo se fue despejando. El sonido de las teclas que al principio era lo principal, se convirtió en sólo una guía, un fondo. Mi voz era la que sonaba ahí, y aún no podía creerlo. Sí, era la misma voz de siempre, pero ahora con esa increíble potencia, fuerza, poder. Todos aquellos recovecos escondidos en la capacidad de mi canto se dieron a conocer. No caí muy bien en cuenta cuando él me dejó de hacer coro, pero ello me causaba un orgullo aún mayor. Era yo sola junto a la sinfonía del piano, las campanadas de las gotas de lluvia impactando contra las ventanas y el gran placer de descubrir mi habilidad.


`` Gracias ´´ fue la única palabra que le regalé al terminar la pieza.


- Ha llegado la parte más triste de esta historia, he completado mi trabajo. Te he enseñado a que te dieras cuenta de lo que eras capaz de hacer, tu hermana me mandó con este objetivo, y es hora de decir adiós.


- ¿Mi hermana te mandó…


- Ella siempre supo que tenías una hermosa voz, no la culpes – frotó sus manos en mis brazos – Te ama.


- ¿Y tu no me amas?


- Creo que a tu hermana no le daría gusto saber que el profesor de música de su pequeñita se convirtiera en su novio.


- Ella lo podría soportar – sonreí mientras me sentaba junto a él en el banquillo del piano.


- Ella sí… ¿Y tú?


- Claro.


Acercamos nuestras caras y me compartió de ese aliento tan cálido como el mío, los cuales se fusionaron en un movimiento suave y calculado, por primera vez.


- Gracias – volví a decir cuando pudimos separar nuestros labios.


- Shhh…. Sólo deléitame con otra canción.


Y así cruzamos aquella tarde en mi living room, lluviosa como muchas otras, pero especial como ninguna; repleta de canciones, con sus dedos acariciando las teclas y mi voz mostrando un bello camino de sucesos a futuro.


Aquel sábado fue lo mismo, sólo que esta vez cerré los ojos con fuerza. Me negué a abrirlos pensando que los atentos oídos de Elisa, era la deseada presencia de Danny, atento a cada nota y detalle de mi voz.

Sabía que me engañaba a mi misma y que ahí en aquel sillón estaba mi amiga y no el, pero se sentía tan hermoso pensar de otra manera, fantasear sólo un rato.


Continue lendo...

miércoles, 23 de diciembre de 2009

Cap. 24 < Ops...! >








[Capítulo anterior: Te lo cobraré Elisa, repetí para mis adentros, en una busca desesperada de toda excusa y una fuerza divina para poder mirar a Georg a los ojos, aunque fuera sólo un santiamén.]

Comencé a sentir húmedas mis manos, mientras mis piernas adoptaban un ligero movimiento nervioso.

- Daiana, ¿Elisa está aquí? – repitió Bill con el mismo entusiasmo pero ahora con mayor curiosidad.

- Eh ¿Elisa?

- Sí, sí, Elisa. ¿Vino contigo? – pareciera que Bill estaba tan curioso por la respuesta que si le fuera posible, se entrometería en mi cabeza. Tom, mientras se entretenía activando las luces de sus extravagantes tenis al pisar, como un infante.

- Bueno, ella… - me era imposible mentirle – Sí ella está aquí.

Me mordí los labios mientras Bill me sonreía; vaya que era baja mi capacidad de timar.

- ¡Genial! – Celebró – Todo indica que será una noche fabulosa.

- No, ni tanto; no veo ninguna chica guapa por aquí – se quejó Tom, quien dejó el cortejo para jugar con sus `` lumi-tenis ´´, como Gustav había apodado.

- Mhm… - Bill carraspeó la voz mientras le metía un tremendo codazo a la altura de las costillas a su gemelo.

- Bueno, más que Daiana – Tom aceptó, escaneándome con la vista – Pero ella es de Listing.

La frase le causó un segundo codazo marca Bill.

- ¿Qué? – Preguntó Tom indiferente mientras se sobaba el abdomen, su hermano giraba los ojos - ¡Caray! Nada les gusta.

- Yo voy por un trago, ¿quién me acompaña? – Gustav propuso en seco; de inmediato entendí el propósito de su ida a la barra.

- Yo – se levantó Bill enseguida, jalando a su hermano, con una discreción no muy propia del objetivo.

- Yo también – ahora fue Georg quien se apartó de su lugar – Estoy tan sobrio que me siento enfermo.

- Oh no Hagen, me temo que tu te quedas – Tom ejerció fuerza sobre uno de los hombros de Georg, obligándolo a sentarse. Creo que el objetivo de la ida por los tragos era muy claro. Un momento a solas entre Geo y yo; algo que se convertiría en un momento incómodo.

- Sí, no te esfuerces, esta tarde te dolía la cabeza ¿recuerdas? – Bill abrió los ojos como plato y lo pisó levemente para dar una señal. A Bill se le daba perfecto el concepto de discreción, pero esta vez se la había escapado de las manos.

- No me dolía la cabe…

- ¡Sí te dolía la cabeza! – el Kaulitz apretó la dentadura con fuerza, y después suavizó lo dicho con una linda sonrisa – Mejor quédate aquí y nosotros te traeremos algo.

- Eso está bien ¿Gustas algo de la barra Dai? – preguntó Gustav apurado.

- Muchas gracias, pero así estoy bien Gus – dije con dulzura, y aguantándome la risa al mismo tiempo. Su plan estaba resultando un desastre.

- ¿A ti que te traemos? – Tom se dirigió a Georg - ¿Refresco? No, no, eso te altera demasiado, mejor que sea agua mineral.

- En realidad yo quería whisk

- Me vale, hasta crees que soy tu mesero – Tom se rió mientras nos daba la espalda e imponía rumbo.

- Bueno, yo, yo iré por algo para comenzar la noche – Bill dijo nervioso mientras retrocedía, Gustav ya estaba lejos – Con suerte me topo a Elisa en el camino.

- Eh – tensé mi mirada – Sí, con suerte – sonreí apenada. Esperaba que no fuera el día de `` suerte ´´ para Bill, pues de lo contrario, un lío le esperaba.

Observé como se llevaba la mano a la frente y luego la dirigía hacia nosotros junto a una sonrisa que sus labios dibujaban. Instantáneamente, la multitud lo hacia indistinguible y ahora, la privacidad era lo que reinaba en la mesa.

Supuse que un largo e incómodo silencio se establecería, pero lo incómodo fue disminuyéndose, cada vez más. Miraba a mí alrededor y me balanceaba al ritmo de la música, que por cierto, era bastante buena; bien parece ser que a Georg también le agradó, pues a lo inconciente, nuestros pies zapateaban contra el suelo al mismo compás.

Nuestras miradas tropezaron un par de veces, simplemente actuábamos como un par de idiotas cobardes. Estuvimos de esa forma un rato, hasta que me propuse ir al grano, pero… ¿Cuál era el grano? ¿De que teníamos que hablar?

- Daiana.

- Georg.

- Tu primero – dijimos a unísono.

- No, tú – volvimos a hacernos coro.

- ¡Tú! – repetimos al mismo tiempo. Nos quedamos callados, y después estallamos en risas. Justo cuando la situación no podía ser más embarazosa, Georg decidió comenzar.

- No entendí lo de esta tarde – recorrió su cuerpo dos bancos más. Cuando estaba a un lado mío prosiguió – Ya sabes, lo de las llamadas.

- ¿Por qué no? ¿Acaso no fui clara?

- ¡Por supuesto que fuiste clara! – pude escucharlo un cuanto abrumado – Lo que no entiendo es el por que.

- No siempre se puede obtener un si como respuesta Georg.

- Pero…

- No siempre las cosas son como uno quiere – interrumpí el posible reclamo que cada vez se aproximaba más.

- Creo que no te intereso en lo absoluto ¿verdad Daiana? – dejó de rondar sus ojos por el lugar, para posarlos en los míos. Esa mirada profunda comenzó a causar una especie de revuelta dentro de mi organismo.

- Disculpa, ¿Alguna vez dije eso? – pude argumentar después de salir de la hipnosis.

- No – chocó la palma de su mano contra su frente – Esta bien, un punto para ti – rió con un poco de timidez al principio – Es sólo que no me esperaba eso venir.

- Georg, no quiero entrometerme con nadie, por ahora.

- ¿Te puedo hacer cambiar de opinión? – hice caso omiso a su galanteo.

- No soy fácil de obtener – sonreí macabramente – Pero ese no es el punto – me torné seria, no quería seguir el juego, pero era complicado, la coquetería siempre se activaba en mi de forma natural.

Abrió los labios para articular frase, pero después, con arrepentimiento los cerró.

- El mundo no acaba con un `` no ´´ - dije con dificultad, la música había aumentado de volumen, y nuestras voces eran inaudibles. Sentí como Georg, de una forma astuta, debido a este fenómeno, se acercó a mi oreja, y… a mi cuerpo también.

- Depende de quien provenga ese `` no ´´ - susurró a mi oído con su cálido aliento.
Me sentí un cuanto intimidada al tener su cuerpo tan cerca del mío. Un ligero rose entre mi hombro, que el vestido que portaba dejaba al desnudo, contra las puntas de su suave cabello me hizo estremecer. Se fabricó un intenso calor entre ambos cuerpos, el cual logró despertar mi lado travieso. Una de sus manos se posó sobre mi pierna con pesadez, y se deslizó de una manera lenta, con intenciones de causar un gran goce, subía cada vez más, mi imaginación se preguntó hasta donde llegaría. La tela del vestido era lo suficiente delgada como para transmitir la temperatura y la textura de mi piel. Me miraba intrigado en mis gestos.

- Para – le ordené deteniendo la mano en su emocionante camino, apenas un poco más arriba de la rodilla. Me obedeció en seguida, pero sus labios se dirigieron a mi oído, una vez más me puse a disposición de escuchar sus palabras, pero no articuló letra alguna. Inesperadamente sentí un ardor impresionante debajo de la oreja. Georg estaba ¿Mordiendo mi cuello?

. . . . . .

(Georg)

- Nunca terminaste de contar el motivo de tu visita a este lugar – pregunté cuando nuestras respiraciones volvieron a su estado normal. Unas cuantas travesuras pasaron a la historia, no le hacían daño a nadie ¿O si?

- Mi compinche me forzó – dijo con una leve sonrisa – Ella quería celebrar.

- ¿Celebrar qué? – me estaba convirtiendo en un perfecto chismoso.

- Bueno pues, - me miró extrañada por la curiosidad – Un nuevo empleo está frente a mis narices, puede ser una gran oportunidad, y Elisa no pasa ningún evento del estilo por alto.

- ¡Que bueno! ¿Ahora cual revista está en tus manos?

- En realidad ninguna – torció la boca – Es un giro muy distinto.

- ¿Modelo? – pregunté tratando de elogiarla.

- Ja, no, yo no sirvo para eso – me agradeció con una veloz caricia en uno de mis brazos – Cantante, y por lo visto también compositora.

- ¿Cantante? – pregunté emocionado.

- Y compositora – agregó – Aún no se que disquera es la que me corresponde, pero pronto me enteraré.

- Házmelo saber de inmediato, tal vez David Jost te pueda echar una mano con todo eso, le caes de maravilla.

Sonreí de lado a lado. Cada vez me identificaba más con ella, y el hecho de que se involucrara con el mundo artístico, aunque suene ridículo, me hacia sentir que la podía tener más cerca de mi.

Algo me aterroriza; somos tan parecidos, pero tan diferentes a la vez. No se como es eso posible, pero sin duda, es eso lo que me deja con ganas de más cada vez que la veo. Esa terrible inocencia que su rostro da a conocer, sirve como perfecto disfraz a lo que apenas conozco de ella. Podría pasarme horas sentado en un cuarto en blanco, sólo para tratar de describirla en breves palabras, y sólo llevaría menos de una octava parte de lo que ella es.

- Daiana – la llamé después de un largo silencio, que no era tan notorio por el ambiente del lugar, pero de lo contrario hubiera sido mortal.

- ¿Sí?

- Eres muy… bonita –

- Ah, gracias – torció las cejas y río un poco, bueno, se burló.

¿Bonita? ¡¿Bonita?! Oh Daiana eres muy bonita, en verdad que soy idiota.

(Daiana)

Por lo menos soy bonita ja, dije para mis adentros. No me sentía en un estado de ego elevado. Tenía sed de palabras que asesinaran mi soledad.

- El tiempo dirá todo – reflexioné conmigo misma, pero las palabras escaparon de mi boca de una manera automática. Algo que debí haber callado.

- En eso confío – ahora le había brindado a Georg una extrema esperanza, tan falsa.

Dios mió, en definitiva verlo sacaba el uso de razón de mi cerebro. Ni siquiera podía hacerme responsable de mis palabras.

Nuestra platica cambió de dirección y comenzamos a tomar temas en común; música, comida, animales, etcétera…

- Los gatos son lindos, pero los perros son como un fiel compañero – nombró con seguridad.

- Sí los perros son así ¿Por qué los gatos no pueden serlo? – defendí, y luego reímos.

- Ya veo que te gusta mantener tu punto de vista.

- Siempre estoy dispuesta a abrirme a diferentes opiniones, pero la mía va de por medio.

- Eso me gusta – sonrió y ahora la hipnosis no fue de mi parte.

Divisé como los gemelos y Gustav regresaban a la mesa, claro, acompañados de ese equipo de seguridad; que por cierto pude deshacerme del mió por lo menos esa velada. Gustav y Tom caminaban al mismo ritmo, sin embargo Bill iba un poco más despacio, sonreía, y movía los labios pues Elisa lo acompañaba. Ella no lucía del todo bien.

- Tienen una buena selección de tragos aquí, lástima que haya escasez de bellezas – Tom aterrizó junto al banco en donde Georg estaba.

- ¿Qué me trajiste? – preguntó este.

- Lo siento, no había vino espumoso para el bebé – se burló Tom dándole un trago al raro brebaje que poseía en una mano.

- Trae para acá – en dos segundos el recipiente ya estaba en la boca de Georg – Esta rico – se lo devolvió.

- Estaba rico – dijo este con repulsión empujando el vaso - No gracias, te lo regalo - Georg levantó los hombros y se lo empinó en un soplo.

Llegaron Bill y Elisa, de la mano. En cambio Elis, no lucía nada, nada feliz.

- Nos deberíamos de ir ya – Elisa me jaló de un brazo. Me paré enseguida para evitar un drama.

- ¿No se quedan un ratito más? – preguntó Bill, desconforme con nuestra futura partida – Elisa y yo apenas pudimos intercambiar un par de palabras, con eso de que me presentó a su amigo de toda la vida, Peter, es un buen tipo, me da buena espina.

- ¿Peter? – me extrañé, algo sucedía ahí. No conocía al tal Peter de ningún lado.

- Sí, Peter – contestó Elisa con agresividad.

Capté unos segundos después, Elisa le había mentido a Bill, algo que yo no había hecho, pero ella se encargó de ello. El chico que había visto por primera vez en su vida en esa cueva, se había convertido en el `` amigo de toda la vida ´´ para su propia conveniencia.

- Vamonos ya – me jaló de nuevo a pesar de que ya estaba incorporada – Tenemos muchas cosas que hacer mañana.

Me despedí fugazmente de todos, ella ni siquiera se molestó en hacerlo. Prometí futuras llamadas y encuentros también. Los chicos me nombraron algo respecto a David y el equipo de seguridad pero ahora no lo recuerdo con precisión, también me informaron que el rumor comenzaba a desvanecerse y que me sería más fácil caminar libremente por las calles de Alemania.

Tomé mi bolso y adapté mi abrigo a mi cuerpo, era una noche fría.

Cuando caí en cuenta, Elisa ya estaba manejando su auto por las curvas de Berlín, y yo me había transformado en su copiloto.

- Dime que rayos fue todo eso – ordené divagando la vista por las luces ciudadanas que se reflejaban como hermosos colores en el vestido, ese vestido curiosamente arrugado.



------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Hola Hola Sweet Hearts! ^^

Primero que nada quiero agradecer que hayan leído este capítulo y todos los anteriores! No saben cuanto aprecio sus leecturas y sus comentarios.

En verdad les deseo lo mejor para estas fiestas diciembrinas! ñ.ñ

Coman mucho, Regalen mucho, Reciban mucho, Sonrían mucho, Besen Mucho, Abrazen Mucho.

M E R R Y   X M A S!


Bezzucos navideños directos de mi locura sabor TH ... <3

Continue lendo...

domingo, 20 de diciembre de 2009

Cap. 23 < Coincidencia >









[Capítulo anterior: arrojé mi celular al fondo del bolso mientras el tono amable de mi voz pero las duras palabras, seguramente comenzaban una revolución en la mente de Georg.]

- Amor de lejos es de pen… sarse – Elisa reía acerca de nuestra conversación, que dio lugar a la frase. Sus manos se deslizaban sobre el volante.

- No, te equivocas – corregí entre carcajadas – El amor es de pen… sarse.

- Muy cierto, muy cierto – confirmó mientras echaba un vistazo al espejo retrovisor – Sólo que eso no rima – el automóvil estallaba en risas.

- Ay, acelera mujer – me quejé, cambiando el tema - ¿desde cuando te gusta lucir este bebé como una carcacha?

- Sabes que la velocidad es adictiva, no quiero morir con un gran título en los noticieros como el `` choque del siglo ´´ -

- Ni que manejaras tan rápido.

- Grosera.

- ¿Yo? – sonreí sarcástica.

- Ahora por eso, ten una cucharada de tu propia medicina.

Apoyó el pie con delicadeza sobre el acelerador, pero el efecto que esto produjo no fue delicado, nada delicado. Íbamos como dos locas, recorriendo las calles de Berlín, con las cuatro ventanillas hasta abajo, la música como encargada de llamar la atención por el volumen, el viento impactando en nuestros rostros y algunos gritos de emoción cortados por el mismo.

De nuevo, sentí ese apapacho que la actividad me producía; ese que hace años necesitaba, su ausencia ya me tenía más que irritada. Era algo absurdo, algo así como engañarme a mi misma; bien sabía que las pervertidas miradas de tipos desconocidos y la sensación de envidia de algunas chicas que pasaban por ahí, sólo subestimaban ese ego escondido y rellenaba el vacío de mi corazón.

- Pff… llegamos – Elisa me sacó de el estado eufórico cuando detuvo el coche – Extrañaba hacer eso.

- Lo extrañaba, yo también – sonreí con dulzura y nos adentramos en el lugar mientras ella le arrojaba las llaves del auto a un valet parking.

Esa noche habíamos decidido ir a divertirnos un poco, pues no bastaron más de dos segundos para que la noticia de mi posible nuevo empleo corriera de la boca de Atziri a la de Elisa. Aún no estaba nada seguro del todo, pero a ese par de maniáticas no les faltaba motivo para celebrar, y a veces yo me incluía en esa situación.

Elegimos un club de la zona. Prefería algo más tranquilo, pero Elisa se negó a muerte; ella quería recordar los viejos tiempos en donde aquellos tugurios eran nuestro refugio de nueve de la noche hasta la más lejana hora posible de la madrugada.

Atziri se ausentó esa noche, no quiso decirnos el por que, sonaba emocionada y sospechosa al cancelarnos.

- Debimos de haber rentado un par de películas y una pizza – le dije, más bien le grité, cuando entramos al ruidoso lugar – Me estoy desacostumbrando a esto.

- No me gusta el espíritu hogareño.

Sonrío con picardía y en menos de tres segundos tenía a un chico embobado con el que bailaba en el centro de la pista.

Te lo cobraré Elisa , dije para mis adentros, mientras me daba cuenta que ahora mi compañía era nada más y nada menos que… yo.

Exagerando la actitud solitaria, me balanceé un poco al ritmo de la música y en unos segundos me encontraba pidiendo un trago en la barra.

Recordé lo ocurrido en todo el día, Atziri, Taylor, cantar o no cantar, contratos, disqueras desconocidas, y llamadas. Hasta el momento caía en cuenta que había dicho un ``no ´´ a una invitación que estaba deseando desde unos días atrás, y lo que me inquietaba era el por que de lo sucedido. Acaso… acaso… ¿Me estoy arrepintiendo?

Mientras las luces de colores se proyectaban en mi vestido y el trago quemaba mi garganta, me encontraba con esa soledad, que por actitud de diva y autosuficiente, yo causé. Era algo que en el momento, me mataba.

Pedí otro trago como un intento de consolación, y de ahí proseguí, otro trago y otro trago, después del quinto, perdí la cuenta…

. . . . . .

- Cómo te atreves a darle tanto alcohol – entreabrí los ojos y escuché la voz de Elisa que le reclamaba al Barman. Mi cachete se recargaba contra la barra y me dolía la cabeza de una forma tremenda.

- Pero si yo sólo, obedecí al cliente – se defendía este con un poco de pena.

Realmente cargaba una jaqueca terrible, los ojos me pesaban y una sensación rara en mi estómago aumentaba.

- No estoy ebria – me paré enseguida, y me sorprendió la mentira, que luego se convirtió en verdad. En efecto, no estaba ebria.

- ¿Y cómo explicas quedarte dormida aquí? – Elisa tocaba mi frente, mis cachetes, e incluso pidió desesperadamente que soplara un poco para inspeccionar mi aliento - ¿Y cómo explicas toda esta fila de tragos vacíos? – señaló los caballitos ya sin líquido una vez que sus argumentos fueron agotados.

- Sólo una vez me has visto mal, y para eso tuve que acabarme toda tu colección de vodkas – dije a su oído, pues el ambiente en la cueva continuaba. No era nada tarde aún, apenas la media noche caía.

- Y entonces….

- Eli, creo que sólo me quedé dormida, eso es todo.

- ¿Dormida? ¿Aquí? – puso una cara de asco cuando volteó a ver la barra.

- Sí aquí – conteste cortante.

Levantó los hombros extrañada, y de nuevo adoptó el ritmo de la música a su cuerpo. Noté que el chico de hace rato aún permanecía junto a ella, embobado por los encantos de mi amiga, así que después de la escena se escabulleron de mi vista.

Ni siquiera yo comprendía como había quedado `` dormida ´´ ahí. Era raro que el alcohol me hiciera un efecto con facilidad. Comencé a sacar conclusiones, caí desmallada.

Sin duda, era algo que no comentaría… el exceso de sentimientos lo provocaba, y era un efecto que Elisa ya conocía, no la preocuparía con mis asuntos.

Sumergí la vista en el lugar; lo típico, chicas y chicos dando, o tratando de dar, lo mejor de si respecto al movimiento de sus cuerpos junto al del DJ. Esa noche no tenía ganas de sumar parte de la tribu. Quería partir a casa cuanto antes.

Después de pagar la suma de los tragos, me adentré en la pista para buscar a Elisa, pero su mirada no se proyectó en ningún lugar. Comencé a estresarme. Para colmo, su celular me mandaba directo a buzón.

- ¿Buscas a Elisa? Creo que la vi pasar, cerca de los sanitarios.

- Gracias.

Comencé a caminar entre las personas, pero a los dos pasos me detuve en seco. ¿De donde provenía la voz?

- Por un momento pensé que ibas a pasar de largo – me sonrío cuando giré para ver a la versión humana de la voz.

- ¡Gustav! – Dije emocionada y corrí a saludarlo – Discúlpame, estoy tan atarantada.

- No hay problema.

- ¿Y dime, que haces por aquí? – nos preguntamos el uno al otro a unísono mientras caminábamos a una de las mesas que se encontraban rodeando a la pista. Nos quedamos callados, esperando a que uno de los dos contestara, y al no ser así, reímos.

- Pues, digamos que vine a marchas forzadas – me dijo con ese tono calmado, y hasta serio que era muy de el.

- Ya somos dos – reí como boba por la coincidencia – Pero por lo menos el lugar tiene ambiente.

- Sí – puso cara de `` ya que más da ´´ , y luego rectifiqué lo de `` marchas forzadas´´ .

- ¿Entonces, vienes acompañado? – pregunte con pena, tratando de no sonar como una entrometida. Pero luego levanté las cejas y le di un pequeño codazo.

- No Dai, no con esa compañía, no con la clase de compañía que quisiera.

- ¿Eh? No te entiendo…

- Voltea para ver a mis `` hermosas ´´ acompañantes – dijo entre una carcajada.

Con la vista sobre mi hombre pude comprender su broma.

- He aquí Tokio Hotel – murmuré para mi misma mientras los gemelos y Georg se aproximaban a la mesa.

- ¿Hermosas acompañantes? Te escuché – Bill gritó antes de llegar a la mesa. La oscuridad que el lugar en donde me encontraba brindaba, era lo suficiente como para desaparecerme de ahí.

- Déjalo Bill, nos tiene envidia – ahora apoyó el otro gemelo mientras saltaba de una forma salvaje; en un abrir y cerrar de ojos ya se apoderaba de uno de los curiosos banquitos cuadrados que rodeaban la mesa. Bill y Georg le siguieron.

No hablé, ni siquiera respiré. Quise pasar desapercibida. El ruido y las luces del lugar me brindaban esa invisibilidad sagrada. Comencé a despegarme del asiento, todo salía a la perfección…

- ¿Daiana? – preguntó una voz justo en el momento más importante para irme de ahí.

- ¡Daiana! – ahora era Bill quien me daba un gran abrazo y me llenaba de saludos y preguntas.

- ¡Hola! – Dije nerviosa, mientras una falsa sonrisa forzaba mi boca – Que coincidencia.

- ¡Exacto! – Bill sonreía también. Todos parecían felices con mi presencia menos Georg, lucía incómodo.

- Vamos, siéntate, siéntate – Bill me ordenaba.

- Eh yo no se… yo ya me iba.

- ¿Pero que dices Dai? ¿Bromeas cierto? – el gemelo luchaba por mi estadía, y yo sólo podía sonreír nerviosa. Lo que menos quería ahora tomaba escena.

- La noche apenas comienza – Tom me guiñó un ojo, y comenzó a inspeccionar toda `` hembra ´´ del lugar.

- Sí, pero yo, no veo prudente el hecho de que me quede aquí – dije amable mientras jugaba con el lazo de mi bolso.

- Ay Daiana, por dios, esas son fantochadas – Bill se acomodó en el asiento. Lucía natural, ningún rastro de maquillaje en sus facciones ni una gota de lacra en el cabello. Tom, portaba el estilo de siempre, pero se quejaba de los tenis anchos que su hermano había elegido, pues prendían lucecillas que rompían con su estilo galán y lo convertían en un estilo más cómico y hasta infantil. Gustav había optado por unas gafas con armazón rojo eléctrico que resaltaban sus ojos. Georg… no me fijé en su vestimenta, ni siquiera muy bien en su mirada.

- En verdad, creo que no sería bueno que alguien de la prensa nos viera juntos, ya saben… más cotilleo para ustedes.

- Los chismes nada más logran hacernos más famosos – dijo Tom, con esa actitud relajada – Aparte de eso, a Georg le harían un favor – todos nos miramos extrañados – Su mamá estaría tan orgullosa cuando viera en el periódico que su `` cuchurrumín´´ tiene su primer novia.

Todos estallamos en risas, incluso yo que ya mordía mi lengua. Georg después de un apoyo de Tom y algunos golpecitos en el pecho por el mismo, dio las primeras risas.

- Cállate ya lucecita – le regresó la jugada Georg. Tom se puso serio y escondió un poco sus pies.

- Por lo menos, a mi no me batean las invitaciones – Tom trabó de bromear, pero sin embargo todo se tornó serio. El gemelo se dio cuenta que había combinado aceite con agua en su broma.

Después de unos segundos Gustav carraspeó la voz y rompió el silencio…

- Dai – llamó Gustav a mi nombre – No terminaste de decirme por que estás aquí, marchas forzadas es lo único que mencionaste.

- ¿Marchas forzadas? – por primera vez escuché la voz de Georg dirigirse a mi, lucía curioso, pero no precisamente de la manera buena – ¿Alguien te forzó a venir?

- Nada grave, sólo bromeaba – quité su sed de información – Vine a festejar, obligada por Elisa en realidad, vine a festejar mi…

- ¿Elisa? ¿Ella está aquí? – Bill interrumpió con un dejo impresionante de esperanza y entusiasmo en la voz. Un momento antes de asistir y hacerle el favor a Bill, mis labios se cerraron negando expulsar palabra.

Elisa estaba ahí… pero no precisamente en un buen momento para que Bill alabara el verla.

Te lo cobraré Elisa, repetí para mis adentros, en una busca desesperada de toda excusa y una fuerza divina para poder mirar a Georg a los ojos, aunque fuera sólo un santiamén.


Continue lendo...

martes, 15 de diciembre de 2009

Cap. 22 < Todo tiene solución > Parte II







[Capítulo anterior: Todo volvió a la normalidad, palabras e imágenes puestas en su lugar, pero cinco desesperadas llamadas perdidas en el teléfono, aguardando para atormentarme con el nombre del remitente, Georg…]

(Georg)

Una, dos, tres, cuatro, cinco. Cinco veces e marcado a su número pero nada, sólo la voz de la compañía del teléfono, indicando que la llamada no a sido contestada.

- ¡Ya se que no a sido contestada, no soy estúpido! – le grité a mi aparato, que siendo electrónico, no tenía la habilidad de entender mi desesperanza.

- ¿A no? ¿No lo eres? – entró Tom bufándose a mi negación de estupidez. Traía un par de cajas de pizza en las manos.

- ¡JA! Que gracioso – torcí los ojos, pero aún así intenté arreglar el momento con una sonrisa.

- Vamos, no seas grosero Hagen, todavía que te traigo el pan de cada día, te amargas – interpretó un adulto maduro, pudo parecer real, pero pronto los dos estábamos rompiendo en carcajadas.

- ¿Y por que negabas que eras estúpido hace unos momentos? – me pregunto después de constantes risas, una tras otra.

- Nada. El teléfono intentaba mofarse de mí.

- Ves, hasta el teléfono te ve cara de simio.

- Cállate Kaulitz – lo fulminé con la mirada.

Arranqué un trozo de pizza de aquella circunferencia y al tratar de abarcar la mitad de este con mis mandíbulas una mancha salpicó en mi playera. El recuerdo de Daiana me vino a la mente, justo aquella noche en el restaurante mexicano, donde la torpeza se apoderó de mí y la copa de vino fue directa a su ropa. Las imágenes de su escote al tratar de limpiarse, crearon en mi ese efecto que todo hombre tiene al ver piel femenina.

Me hacía enfurecer todo lo ocurrido; todo aquel embrollo del ventanal y su `` amorcito ´´, ese tipejo pálido con melena de pandroso.
Aunque en cierta parte yo tenía que seguir mi vida a la normalidad. ¿Por qué sufrir? Así como decía Tom, ella no era nada de mi, nada.

- ¡Ay! no me digas que es ella de nuevo.

- Es ella de nuevo.

- Te dije que no me lo dijeras – me lanzó una lata de cerveza hacia las manos, y comenzó a pasearse por mi departamento, el cual las fiestas y reuniones hacían que Tom lo conociera a la perfección.

- Es bonita Tom, muy bonita – admití, ideándomela entre mi mente, como en una nube de recuerdos.

- Bonitas, muchas.

- Daiana, sólo una – suspiré de una forma ridícula.

- ¿Y tú? ¿Desde cuando centras la mirada en una chica en especial? Siempre has sido más relajado en ese punto hombre – Tom me miró ¿decepcionado?

- Es que es ella, sus movimientos, su aroma, su sonrisa, ¡ella! – pasmé la palma de mi mano directo a mi frente.

- Hagen, ¿Por qué no me ayudas a escribir algo? – Tom soltó repentinamente, mientras corría de un lado a otro, volvió con un pedazo de papel, el cual lucia como una servilleta, y un lápiz mordisqueado.

- ¿Y eso? – pregunté sin captar la relación del cambio de tema.

- Sí, sí – colocó la lata de cerveza vacía en el piso de una forma vertical, y le dio un pisotón con fuerza – El viejo, David, nos manda de nuevo a trabajar.

- Ya era hora, perderemos fans si seguimos así – me recargué en lo más lejano del sillón – Pues pon cerebro en las letras, lo siento, no es mi responsabilidad.

- Ayúdame, se me han secado las ideas.

- Que raro – dije con sarcasmo.

- Bien sabelotodo, entonces tú escribe – me aventó el papel y el lápiz a la cara y sacó de algún rincón de mi cueva, aquella guitarra que meses atrás había olvidado por ahí.

- Tu bien conoces que yo para escribir, no sirvo.

- Hagen en realidad no sirves para nada – río mientras deslizaba por las comisuras de su boca las palabras `` es broma ´´ - Me vale un reverendo cacahuate que no sepas escribir, Bill ya tiene varias letras, pero ya esta agotado, quiero cooperar con más material – comenzó a afinar las cuerdas de aquella Gibson – Estás inspirado, piensa en Daiana, ¡Escribe!

Curiosamente lo obedecí, como alumno al maestro. Apoyé la afilada punta del lápiz contra el papel, y bastaron cinco segundos para que este se empezara a mover como loco. Tom ideaba un suave ritmo en la guitarra, en el cual me basé y me inspiró para continuar con las palabras. Pasaron no más de dos horas.

- Léela – Tom señaló el papel, que ya estaba repleto por ambos lados.

Tuve la amplia esperanza de que Tom no se burlara de las palabras anotadas a esa absurda servilleta maltratada, y ahora entintada. Sabíamos con que reír y con que callar, y en esta ocasión sin duda se debía callar, y escuchar, sólo escuchar. Divisé a Daiana entre mis ideas, y comencé a deslizar mi mirada en la línea de palabras, leyendo.

- It was a wrong time, maybe just a bad moment, the voice inside my head said that you was the one, the right one, always the one, the one… -

(Daiana)

- ¿Cómo? ¿Yo? – dije cuando Taylor terminó de hablar.

- Sí Daiana, tú – sonrió orgulloso de su discurso, en el cual sólo pude escuchar las palabras clave, suficiente para entender la idea.

- Dai, es una excelente oportunidad – Atziri tomó de mi brazo – Aparte de todo, tu andas buscando trabajo, ¿Cómo no vas a aceptar? –

- No, no es lo mío – me limité a decir entre una nerviosa risa.

- Cariño, ¡Abre los ojos! Sería una desición que te cambiará la vida para bien, no pierdes nada, nada de nada, sólo inténtalo – Taylor suplicó, torció sus labios bien hidratados.

- Yo soy escritora, no soy…. –

- Cantante – completó Atziri con aburrimiento a la frase - ¿Cuántas veces más escucharé eso? –

- Es la primera vez que lo digo – corregí, aceptando la taza de café que Taylor me extendió.

- Sí, el día de hoy – ella puso los ojos en blanco – Desde la primera vez que te oí cantar dijiste eso, y no paras de repetirlo cada vez que comento algo sobre tu voz –

- En efecto, es sólo la verdad – metí un poco mis labios dentro de la taza para darle el primer sorbo – Escribir y cantar son dos cosas muy distintas –

- ¡Estupendo! Eso beneficia, en vez de cantante, serás cantautora – aseguró Taylor, como si yo hubiera aceptado.

- No lo creo, les soy sincera, no es lo mío.

- ¡Santo cielo Daiana! ¿Cómo no lo va a ser? Te he escuchado cantar por años – Atziri jaló un poco de mi mano libre.

- Cierto, pero sólo dentro de la regadera.

- Pues es hora de salir ahí, por lo que Atzi me a hecho comprender, tienes una prodigiosa voz – Taylor entrelazó los dedos de sus manos y me miró cansado, intrigado por mi respuesta.

- ¿Con cual disquera o productora implicaría mi NO asegurada desición? – resalté la palabra negativa.

- No es seguro, eso se sabe hasta el momento de firmar el contrato, pues varias disqueras quieren nuevas voces, prácticamente, aunque no suene muy atractivo, es al azar – él acercó un papel a través de la mesa, bases y condiciones del contrato. Sonaba tentador, pero, no era un plan que yo tuviera en mente, nunca lo tuve, y tal vez nunca lo tendré.

- Yo…. – ambos miraron esperanzados – Yo no lo se –

- Hey, tienes que aceptar, usarás mis diseños – bromeó Atziri, plantándome un beso en mi mejilla derecha, con fuerza al impactar sus labios a mi piel.

- Si sólo implicara eso, sabes que aceptaría, pero por desgracia, o tal vez fortuna, involucra un sin fin de decisiones y consecuencias que posiblemente a la larga me pesen – sonreí en tono de disculpa – Aparte de ello, no me agrada lo del azar respecto a la productora que me podrían designar –

- Lo siento, esas son las bases que establecieron, yo no las puedo cambiar – dijo Taylor. Lucía indignado u ofendido al ver que mi decisión declinaba más en un `` no ´´ - Sólo digo que cuando acabes con piernas celulíticas, soltera, acné exagerado y veintisiete gatos rodeándote, no vengas a pedirme un contrato –

- Oh claro que lo haré, para entonces el acné será estético y la celulitis un adorno natural – dije para fastidiar, mientras los tres soltábamos una risa.

- ¡Vamos chica! Triunfarías, tienes ese brillo especial, ese que no todas aquellas con voz prodigiosa tienen, tienes un destino exitoso – sonrió entusiasmado – No hagas arrodillarme –

Giré la mirada hacia Atziri para pedir consejo, pero ella sólo levantó los hombros, induciéndome en una peor circunstancia. No sólo sería un juego, sería una profesión; pero esta, a comparación de muchas otras, no sería temporal, me dejaría marcada toda la vida.

-Daiana, no me hagas arrodillar – repitió Taylor, ahora en tono de advertencia.

- No lo se, sólo no se, es difícil para decidir, y más ahora.

Como hice caso omiso a su advertidota frase, tuve que soportar la vergonzosa escena. Sí, Taylor casi aplastando mis pies con sus rodillas, poniendo las manos juntas en suplica, amontonando palabras, jalando de mi cabello y brazos, en total, algo ridículo. La gente que pasaba por ahí, algunos fotógrafos, diseñadores y modelos, pudieron notar la sobrepuesta actuación de Taylor a través de la puerta abierta. Comenzaban a mirar extrañados y cuchicheaban entre sí.

- ¡Está bien! – Elevé la voz, y me paré de inmediato azotando la puerta para detener el espectáculo apto para público morboso – Esta bien, acepto.

- ¡SÍ! – celebraron ambos, chocando palmas.

- Ya me imagino tu primer videoclip y tu voz saliendo por todas las estaciones de radio – Atziri me abrazó con emoción.

- Hey bueno, aún hay que guardar la compostura – Taylor se contradijo mientras arreglaba su corbata – Tienen que hacer algunas pruebas primero, una especie de casting –

- Lo podré soportar – sonreí ligeramente, cada vez la idea me interesaba un poco más.

- Eso es todo, actitud de diva – me devolvió la sonrisa complacido.

- Con ella nació Taylor, por eso ella cuadra perfectamente con todo el mundo artístico – Atz tomó de mi mano y la apretó con firmeza – Pero nunca dejará el talento atrás –

- Se que es una buena desición, estoy segura que no se arrepentirán…-

- ¡Taylor! – exclamó Atziri exaltada para callarlo.

- ¿Quién tampoco se arrepentirá? ¿Hay algo que deban decirme? – levanté el mentón.

- No, nada, en lo absoluto – dijeron a unísono, con cierto nerviosismo y una gran mentira sostenida justo en las pupilas.

- Bueno, no insistiré – acepté mi derrota sin apenas haber empezado la batalla para averiguar quien más no se arrepentiría de `` tenerme ´´, pues sabía que era absurdo luchar para sacarle algo a Atziri, era técnicamente una imposibilidad.

- Pues entonces Daiana… - rompió el incómodo momento, la voz de Taylor.

- Puedes llamarme Dai, si quieres – ofrecí amistosa. El tipo, a pesar de conocerlo hace un par de horas atrás, me había caído bastante bien, y algo en el me era familiar.

- Ok, entonces Dai… – resaltó el diminutivo – te daré un pequeño planificador de todo lo relacionado con el casting, así podrás prepararte –

- Eso sería bueno – recibí la hoja con cuidado y la observé fugaz.

- Verás que pronto mis diseños serán lucidos en tu cuerpo – Atziri me dio una pícara nalgada.

- Es lo que esperamos, este trío ¿Cierto? – Tay se acercó para despedirse cuando se percató que tomaba mi bolso del recargabrazos de la silla y mi abrigo se unía a mi cuerpo.

- Cierto, cada vez estoy más convencida.

- De eso se trata.


. . . . . .


Sentí el tono polifónico de mi celular como nunca antes, más la molesta vibración del aparato que se acumulaba en mi bolso.

- ¿Sí? – apreté la tecla verde, sin dar ni un vistazo al display del aparato.

- Hola.

Aquella voz me era conocida, bastante conocida. Aparté el móvil de mi oreja y vi el nombre de la misteriosa voz en la pantalla. Volví a colocar el teléfono en su lugar para continuar con la llamada.

- Oh, ¡que sorpresa! – Dije - ¡Hola!

- ¿Cómo has… -

- Bien, muy bien, gracias – contesté rápidamente, sin apenas haber dejado que argumentara la frase, me sentí como una estúpida - ¿Y tú? – puse más tranquilidad a las palabras.

- Pues bien, no me quejo – sonaba relajado.

- Que bueno – y yo aún sonaba como una estúpida.

- ¿Qué tal, ya has conseguido algún trabajo?

- Justo eso es en lo que estaba.

- Ah, por eso no me contestaste – sonó curioso, y un poco preocupado.

- Aha, disculpa las llamadas perdidas, era una difícil desición, tal vez un trabajo que me cambie la vida.

- ¿Qué tal si me cuentas acerca de ello, mañana en la noche, en algún bar lounge de la ciudad? - tomó sus técnicas de ligue y las puso en juego. Con mi oreja pegada a la bocina del celular, escuché, además de su voz, otra al fondo, que lo llenaba de consejos y lo atiborraba sin cesar - ¿Qué dices Dai? Será divertido.

- No lo creo Georg, ah… salúdame a Tom ya que está por ahí ¿no?; me alegra haber hablado contigo, ya veo que lo de la otra noche no afectó en nuestra relaci… amistad – arrojé mi celular al fondo del bolso mientras el tono amable de mi voz pero las duras palabras, seguramente comenzaban una revolución en la mente de Georg.

Continue lendo...

viernes, 4 de diciembre de 2009

Cap. 21 < Todo tiene solución > Parte I

 






[Capítulo anterior: Después de unos minutos, con el apuntador de la computadora parpadeando, ansioso por comer más de las palabras que transmitirían mi miseria, ideé un plan…]

(Daiana)

Dejé que el día transcurriera con esa pesada lentitud. No pude hallar el sueño ni tampoco la normalidad. Esa era la causa por la que al día siguiente amanecí con unas ojeras bastante notorias.

Desperté a las ocho de la mañana, con el cielo despojado de todo rastro de oscuridad. Me apresuré en capturar un taxi.

- Pff... Un coche es lo que requiero – dije al aire, mientras el amable conductor del taxi me abría una de las puertas traseras del vehículo.

Divisé conforme avanzábamos por las calles de Berlín, como el equipo de protección masiva en contra de los ataques de fans, comenzaba a seguir el taxi en el que me encontraba. Por el espejo retrovisor de este, noté como Alex me saludaba desde la camioneta; le correspondí.

Hice un largo tiempo de autopista tratando de organizar mis pensamientos.

Según los cálculos de mi mente, media hora más tarde fui llevada hasta mi destino. Al bajar, corrí hacia donde se situaba el interpón de la puerta y apreté el botón de este.

- ¿Sí? – contestó su voz, que aún sonaba soñolienta.

- ¡Hola! – respondí al artefacto.

- Oh, Dai… pasa – un sonido forzado activó a la puerta que se abrió con sencillez.

Hice algunas señas con las manos hacia Alex, que aún se encontraba en la camioneta negra, con las que logré convencerlo para que me dejara un rato sola.
Decidida entré al edificio, dedicando un `` buenos días ´´ a aquellas almas con las que me topé en mi camino. Subí por el ascensor hasta el piso 17.

- La puerta está abierta, entra nena – expresó su voz con confianza cuando escuchó el sonido de mis pasos una vez abierto el elevador.

- Buenos días mi bella durmiente – saludé, admirándola como madre a su bebé. Su cuerpo posaba en una posición informal, aunque muy cómoda, a lo largo del sillón. Aún tenía el pijama encima y su cabello permanecía alborotado.

Dejé mi bolso y mi abrigo en el perchero de siempre.

- Toda la vida e tenido una simple pregunta – sus ojos lucían desorientados por el cansancio - ¿Por qué te arreglas tanto? – soltó en forma de un `` cordial ´´ saludo.

- Te confieso que hubiera preferido un `` hola ´´ - le sonreí cruzando los brazos a la altura del pecho.

- Hola Dai, buenos días – se incorporó para recibirme. Ambas de mis mejillas fueron besadas.

- Así está mejor, buenos días Atziri – le sonreí. Extrañaba ver aquellos intrigantes ojos y aquella figura, que me llegaba a seducir.

- ¿Algo de desayunar? – me ofreció, recogiendo todos los despeinados mechones de cabello en una cola de cabello.

- No gracias. Ya he comido algo.

- Pero, ¡apenas están dando las nueve de la mañana!

- Al que madruga, Dios le ayuda Atz…

- O encuentra todo cerrado jaja.

- ¡Boba! – Exclamé divertida – Es lindo verte, hay tantas cosas por hacer que el tiempo apenas nos alcanza –

- Lo se – suspiró – Me han enjaretado un nuevo proyecto –

- ¿A sí? – dije curiosa - ¿Y ahora a quien vestirás? –

- Aún no está bien definido. Sólo me pidieron nuevos diseños `` radicales para chicas ´´ - agregó diciendo las ultimas palabras con mofa.

- ¿Esta vez no involucra al mundo artístico?

- Un poco. Varios productores están buscando nuevos talentos, por lo tanto mis diseños serán embonados en esas futuras estrellas.

- Entiendo – dije sin darle mucha relevancia al tema, pues era notorio que a Atziri no le causaba entusiasmo. Observé como el pan tostado que ella se acababa de preparar era desmoronado.

- Futuras estrellas – repitió, pero ahora sus ojos divagaron por sus pensamientos – Futuras estrellas –

- Sí, futuras estrellas, ya lo mencionaste.

- ¿Por qué no me acompañas a trabajar hoy? – dijo cambiando el tema, mientras un aire misterioso salía junto con sus palabras.

- ¿Qué planeas? – fruncí el ceño.

- Nada, tan sólo me gustaría tu compañía, hay de tantas cosas por las cuales platicar.

- Atz, no me mientas bombón.

- No miento – pudo escucharse creíble, pero en el fondo una molesta vocecilla me indicaba que ella tenía un macabro plan entre manos.

- Algo me huele misterioso por aquí… pero aceptaré tus palabras.

- ¡Genial! – dio un brinquito de emoción y después el calor de su pijama se unió a mi cuerpo.

- Más te vale que no sea una de las tuyas.

- Aha, más me vale – repitió con ironía, sarcasmo o sinceridad.

- En todo caso, apúrate guapa, que llegarás tarde – señalé su look hogareño y después la puerta del cuarto de baño que aún era visible desde la cocina. Rió apenada y jalando una toalla limpia de la habitación, se dirigió hacia la ducha.

Una hora después estábamos en la puerta, listas para el día laboral…


. . . . . .


- Te agradará el ambiente – dijo una vez que bajábamos del auto.

- Vamos, es el mundo de la moda, hogar dulce hogar – alcé el cuello de mi abrigo y caminamos con seguridad hacia la puerta de entrada.

- Las reglas del lugar son sencillas – rompió el silencio que nacía mientras nuestra sombra se reflejaba en el piso lustroso.

- ¿Reglas?

- Regla número uno; a todas mis locas compañeras – dijo señalando a un chico que lucía realmente afeminado – trátalos como una amiga –

- Fácil.

- Regla número dos, no utilices zapatos Jimmy Choo por aquí, eres propensa a quedarte descalza si los traes encima.

- Traje los Prada – confirmé fingiendo alivio después de una risa.

- Regla número tres, no rezongues y siempre ten tus propios detalles; eso es todo – terminó enumerando con los dedos.

- Tener un propio estilo, perfecto – sonreí.

- Sí, todo eso me soplo a diario.

- No es tan malo darling – acaricié su hombro.

- Supongo que no, después de tener a Stephenie como jefa – Atziri torció los labios y puso la mirada como el quien ve una película de horror.

- Exacto, es a lo que me refiero – suspiré mientras le ``echaba ´´ un vistazo al lugar – Pero ya no más, me he librado de la esclavitud –

- No podrás negar que amabas el trabajo.

- No lo negaré…

Atziri afirmó moviendo la cabeza. A lo lejos pude contemplar como Alex entraba con todo el equipo en el edificio, en donde nos encontrábamos, en el trabajo de Atziri.

- ¿Es mi imaginación o acaso Hombres de Negro III está por grabarse? – de inmediato, Atz se dio cuenta del escuadrón que daban pasos hacia nosotras. Se quedaron inmóviles un cuanto distantes de donde nos encontrábamos, evitando así llamar la atención.

- Oh, vienen conmigo.

- ¡Wow! ¿Desde cuando tienes guaruras?

- Desde anteayer me parece.

- Dai, eres hermosa, pero ¿no crees que esto es demasiado?

- Ja, no es esa la causa.

- ¿Entonces?

- Reclámale a David Jost.

- Ya veo, es por tu seguridad.

- Sí, eso dicen…

- ¡Atzirieee! Querida, te he estado buscando - un chico nos interrumpió. Tenía un aspecto completamente tierno. Sus pestañas enchinadas y el gloss en los labios me hizo suponer que era una de sus `` locas compañeras´´ como ella solía llamarles.

- ¡Taylor! – saludó correspondiéndole el beso inglés, en ambos cachetes.

- ¿Por qué estás tan tranquila? ¡Tienes kilos de ropa que diseñar! – Chasqueó los dedos, en forma de apuro – El nuevo proyecto no es juego de niños, puede brindarte más oportunidades y podrás así salir de este mundo de chocolate en donde realizamos `` disfraces ´´ para Britney Spears –

- Ja, no has perdido el humor Tay – Atziri le dio un golpecito en el pecho –El Taylor de siempre.

- Sí ese soy yo, pero seré el Taylor de siempre versión diva furica si no comienzas a platicar con la máquina de coser – torció los ojos, aquellos que eran cubiertos por unos pupilentes en tono miel.

Permanecí callada en la escena, al parecer el `` jefe ´´ de Atz, Taylor, no se había dado cuenta de mi presencia.

- Y por cierto, muy buen diseño el vestido negro con aquel brocado… - Taylor giró su cabeza a la derecha en el medio de su frase, paró de hablar.

- Mucho gusto, Daiana Ruzzo – estreché mi mano cuando caí en cuenta de que aquel silencio era causado por mi recién notada presencia. Él estrechó la mano para corresponderme el saludo.

- Vaya, mucho gusto, Taylor Pethel – reaccionó unos segundos después.

- Hey quita los ojos de encima, eres gay – lo regañó Atziri colocándole una de sus manos encima de aquellos ojos mieles y pestañas ultra definidas.

- Cierto, lo olvidaba – dijo con cara de bobo mientras se balanceaba sobre los talones - ¿Entonces, tu eres Daiana? –

- ¡Sí señor!, ella misma.

- Me han contado mucho de ti, puras hermosas palabras, te puedo prometer, por cierto, acabo de comprobar que en fotos eres bella, pero cara a cara las fotos pueden llegar a hacerte fea – Taylor sonrió galante.

- Gracias Taylor, pero no los deseo interrumpir con el trabajo, puedes llevarte a Atziri para que comiencen con el dichoso proyecto – sonreí sin mostrar dentadura.

- En cierta parte vamos atrasados con los deberes, pero antes de todo, quiero hacerte una propuesta, Atziri me ha platicado sobre tu perspectiva artística, y el físico te ayuda aún más – pareció apenado - ¿Aceptas?

- Sería un placer escucharla – respondí con cortesía, intrigada en las palabras, mientras Atziri sonreí ansiosa; como ya había dicho, un plan macabro deslizaba por sus manos.

- Perfecto, ¿Segura que tienes tiempo?

- Es lo que supongo – saqué de uno de los bolsillos del abrigo mi celular para informarme acerca del horario. Era temprano aún, el tiempo comenzaba a convertirse en sólo… tiempo. Entre todos los colores brillantes que la pantalla de mi móvil proyectaba, percibí aquella caja que indicaba cinco llamadas perdidas. Mi estómago subió hasta mi garganta.

- Bueno, pues entonces acompáñanos a un lugar más cómodo, el lobby no es buen lugar para conversar – comenzamos a emprender marcha hacia lo que me parecía el lugar de trabajo de Taylor. Abrió una puerta la cual desprendió un fino olor a fresas, que en el momento revolvió mi cuerpo, más mis ideas que mi estómago.

- Pasa – dijo Atziri una vez adentro, cuando me miró perpleja en el marco de la puerta. Obedecí. Se que notó que algo andaba no muy bien. Tomé asiento en una de las dos sillas frente al escritorio.

¿Qué podía hacer? Extrañarme era demasiado y portarme indiferente era patético. Guardé el aparato en el mismo bolsillo, y me concentré más en las propuestas laborales que en las de otro tipo.

Taylor despegaba los labios y hablaba con claridad, pero los verbos, sílabas y letras que decía se combinaban. Mis sentidos se agudizaron, enfoqué lo que había a mí alrededor. Todo volvió a la normalidad, palabras e imágenes puestas en su lugar, pero cinco desesperadas llamadas perdidas en el teléfono, aguardando para atormentarme con el nombre del remitente, Georg.

Continue lendo...