[Capítulo anterior: Todo volvió a la normalidad, palabras e imágenes puestas en su lugar, pero cinco desesperadas llamadas perdidas en el teléfono, aguardando para atormentarme con el nombre del remitente, Georg…]
Una, dos, tres, cuatro, cinco. Cinco veces e marcado a su número pero nada, sólo la voz de la compañía del teléfono, indicando que la llamada no a sido contestada.
- ¡Ya se que no a sido contestada, no soy estúpido! – le grité a mi aparato, que siendo electrónico, no tenía la habilidad de entender mi desesperanza.
- ¿A no? ¿No lo eres? – entró Tom bufándose a mi negación de estupidez. Traía un par de cajas de pizza en las manos.
- ¡JA! Que gracioso – torcí los ojos, pero aún así intenté arreglar el momento con una sonrisa.
- Vamos, no seas grosero Hagen, todavía que te traigo el pan de cada día, te amargas – interpretó un adulto maduro, pudo parecer real, pero pronto los dos estábamos rompiendo en carcajadas.
- ¿Y por que negabas que eras estúpido hace unos momentos? – me pregunto después de constantes risas, una tras otra.
- Nada. El teléfono intentaba mofarse de mí.
- Ves, hasta el teléfono te ve cara de simio.
- Cállate Kaulitz – lo fulminé con la mirada.
Arranqué un trozo de pizza de aquella circunferencia y al tratar de abarcar la mitad de este con mis mandíbulas una mancha salpicó en mi playera. El recuerdo de Daiana me vino a la mente, justo aquella noche en el restaurante mexicano, donde la torpeza se apoderó de mí y la copa de vino fue directa a su ropa. Las imágenes de su escote al tratar de limpiarse, crearon en mi ese efecto que todo hombre tiene al ver piel femenina.
Me hacía enfurecer todo lo ocurrido; todo aquel embrollo del ventanal y su `` amorcito ´´, ese tipejo pálido con melena de pandroso.
Aunque en cierta parte yo tenía que seguir mi vida a la normalidad. ¿Por qué sufrir? Así como decía Tom, ella no era nada de mi, nada.
- ¡Ay! no me digas que es ella de nuevo.
- Es ella de nuevo.
- Te dije que no me lo dijeras – me lanzó una lata de cerveza hacia las manos, y comenzó a pasearse por mi departamento, el cual las fiestas y reuniones hacían que Tom lo conociera a la perfección.
- Es bonita Tom, muy bonita – admití, ideándomela entre mi mente, como en una nube de recuerdos.
- Bonitas, muchas.
- Daiana, sólo una – suspiré de una forma ridícula.
- ¿Y tú? ¿Desde cuando centras la mirada en una chica en especial? Siempre has sido más relajado en ese punto hombre – Tom me miró ¿decepcionado?
- Es que es ella, sus movimientos, su aroma, su sonrisa, ¡ella! – pasmé la palma de mi mano directo a mi frente.
- Hagen, ¿Por qué no me ayudas a escribir algo? – Tom soltó repentinamente, mientras corría de un lado a otro, volvió con un pedazo de papel, el cual lucia como una servilleta, y un lápiz mordisqueado.
- ¿Y eso? – pregunté sin captar la relación del cambio de tema.
- Sí, sí – colocó la lata de cerveza vacía en el piso de una forma vertical, y le dio un pisotón con fuerza – El viejo, David, nos manda de nuevo a trabajar.
- Ya era hora, perderemos fans si seguimos así – me recargué en lo más lejano del sillón – Pues pon cerebro en las letras, lo siento, no es mi responsabilidad.
- Ayúdame, se me han secado las ideas.
- Que raro – dije con sarcasmo.
- Bien sabelotodo, entonces tú escribe – me aventó el papel y el lápiz a la cara y sacó de algún rincón de mi cueva, aquella guitarra que meses atrás había olvidado por ahí.
- Tu bien conoces que yo para escribir, no sirvo.
- Hagen en realidad no sirves para nada – río mientras deslizaba por las comisuras de su boca las palabras `` es broma ´´ - Me vale un reverendo cacahuate que no sepas escribir, Bill ya tiene varias letras, pero ya esta agotado, quiero cooperar con más material – comenzó a afinar las cuerdas de aquella Gibson – Estás inspirado, piensa en Daiana, ¡Escribe!
Curiosamente lo obedecí, como alumno al maestro. Apoyé la afilada punta del lápiz contra el papel, y bastaron cinco segundos para que este se empezara a mover como loco. Tom ideaba un suave ritmo en la guitarra, en el cual me basé y me inspiró para continuar con las palabras. Pasaron no más de dos horas.
- Léela – Tom señaló el papel, que ya estaba repleto por ambos lados.
Tuve la amplia esperanza de que Tom no se burlara de las palabras anotadas a esa absurda servilleta maltratada, y ahora entintada. Sabíamos con que reír y con que callar, y en esta ocasión sin duda se debía callar, y escuchar, sólo escuchar. Divisé a Daiana entre mis ideas, y comencé a deslizar mi mirada en la línea de palabras, leyendo.
- It was a wrong time, maybe just a bad moment, the voice inside my head said that you was the one, the right one, always the one, the one… -
- ¿Cómo? ¿Yo? – dije cuando Taylor terminó de hablar.
- Sí Daiana, tú – sonrió orgulloso de su discurso, en el cual sólo pude escuchar las palabras clave, suficiente para entender la idea.
- Dai, es una excelente oportunidad – Atziri tomó de mi brazo – Aparte de todo, tu andas buscando trabajo, ¿Cómo no vas a aceptar? –
- No, no es lo mío – me limité a decir entre una nerviosa risa.
- Cariño, ¡Abre los ojos! Sería una desición que te cambiará la vida para bien, no pierdes nada, nada de nada, sólo inténtalo – Taylor suplicó, torció sus labios bien hidratados.
- Yo soy escritora, no soy…. –
- Cantante – completó Atziri con aburrimiento a la frase - ¿Cuántas veces más escucharé eso? –
- Es la primera vez que lo digo – corregí, aceptando la taza de café que Taylor me extendió.
- Sí, el día de hoy – ella puso los ojos en blanco – Desde la primera vez que te oí cantar dijiste eso, y no paras de repetirlo cada vez que comento algo sobre tu voz –
- En efecto, es sólo la verdad – metí un poco mis labios dentro de la taza para darle el primer sorbo – Escribir y cantar son dos cosas muy distintas –
- ¡Estupendo! Eso beneficia, en vez de cantante, serás cantautora – aseguró Taylor, como si yo hubiera aceptado.
- No lo creo, les soy sincera, no es lo mío.
- ¡Santo cielo Daiana! ¿Cómo no lo va a ser? Te he escuchado cantar por años – Atziri jaló un poco de mi mano libre.
- Cierto, pero sólo dentro de la regadera.
- Pues es hora de salir ahí, por lo que Atzi me a hecho comprender, tienes una prodigiosa voz – Taylor entrelazó los dedos de sus manos y me miró cansado, intrigado por mi respuesta.
- ¿Con cual disquera o productora implicaría mi NO asegurada desición? – resalté la palabra negativa.
- No es seguro, eso se sabe hasta el momento de firmar el contrato, pues varias disqueras quieren nuevas voces, prácticamente, aunque no suene muy atractivo, es al azar – él acercó un papel a través de la mesa, bases y condiciones del contrato. Sonaba tentador, pero, no era un plan que yo tuviera en mente, nunca lo tuve, y tal vez nunca lo tendré.
- Yo…. – ambos miraron esperanzados – Yo no lo se –
- Hey, tienes que aceptar, usarás mis diseños – bromeó Atziri, plantándome un beso en mi mejilla derecha, con fuerza al impactar sus labios a mi piel.
- Si sólo implicara eso, sabes que aceptaría, pero por desgracia, o tal vez fortuna, involucra un sin fin de decisiones y consecuencias que posiblemente a la larga me pesen – sonreí en tono de disculpa – Aparte de ello, no me agrada lo del azar respecto a la productora que me podrían designar –
- Lo siento, esas son las bases que establecieron, yo no las puedo cambiar – dijo Taylor. Lucía indignado u ofendido al ver que mi decisión declinaba más en un `` no ´´ - Sólo digo que cuando acabes con piernas celulíticas, soltera, acné exagerado y veintisiete gatos rodeándote, no vengas a pedirme un contrato –
- Oh claro que lo haré, para entonces el acné será estético y la celulitis un adorno natural – dije para fastidiar, mientras los tres soltábamos una risa.
- ¡Vamos chica! Triunfarías, tienes ese brillo especial, ese que no todas aquellas con voz prodigiosa tienen, tienes un destino exitoso – sonrió entusiasmado – No hagas arrodillarme –
Giré la mirada hacia Atziri para pedir consejo, pero ella sólo levantó los hombros, induciéndome en una peor circunstancia. No sólo sería un juego, sería una profesión; pero esta, a comparación de muchas otras, no sería temporal, me dejaría marcada toda la vida.
-Daiana, no me hagas arrodillar – repitió Taylor, ahora en tono de advertencia.
- No lo se, sólo no se, es difícil para decidir, y más ahora.
Como hice caso omiso a su advertidota frase, tuve que soportar la vergonzosa escena. Sí, Taylor casi aplastando mis pies con sus rodillas, poniendo las manos juntas en suplica, amontonando palabras, jalando de mi cabello y brazos, en total, algo ridículo. La gente que pasaba por ahí, algunos fotógrafos, diseñadores y modelos, pudieron notar la sobrepuesta actuación de Taylor a través de la puerta abierta. Comenzaban a mirar extrañados y cuchicheaban entre sí.
- ¡Está bien! – Elevé la voz, y me paré de inmediato azotando la puerta para detener el espectáculo apto para público morboso – Esta bien, acepto.
- ¡SÍ! – celebraron ambos, chocando palmas.
- Ya me imagino tu primer videoclip y tu voz saliendo por todas las estaciones de radio – Atziri me abrazó con emoción.
- Hey bueno, aún hay que guardar la compostura – Taylor se contradijo mientras arreglaba su corbata – Tienen que hacer algunas pruebas primero, una especie de casting –
- Lo podré soportar – sonreí ligeramente, cada vez la idea me interesaba un poco más.
- Eso es todo, actitud de diva – me devolvió la sonrisa complacido.
- Con ella nació Taylor, por eso ella cuadra perfectamente con todo el mundo artístico – Atz tomó de mi mano y la apretó con firmeza – Pero nunca dejará el talento atrás –
- Se que es una buena desición, estoy segura que no se arrepentirán…-
- ¡Taylor! – exclamó Atziri exaltada para callarlo.
- ¿Quién tampoco se arrepentirá? ¿Hay algo que deban decirme? – levanté el mentón.
- No, nada, en lo absoluto – dijeron a unísono, con cierto nerviosismo y una gran mentira sostenida justo en las pupilas.
- Bueno, no insistiré – acepté mi derrota sin apenas haber empezado la batalla para averiguar quien más no se arrepentiría de `` tenerme ´´, pues sabía que era absurdo luchar para sacarle algo a Atziri, era técnicamente una imposibilidad.
- Pues entonces Daiana… - rompió el incómodo momento, la voz de Taylor.
- Puedes llamarme Dai, si quieres – ofrecí amistosa. El tipo, a pesar de conocerlo hace un par de horas atrás, me había caído bastante bien, y algo en el me era familiar.
- Ok, entonces Dai… – resaltó el diminutivo – te daré un pequeño planificador de todo lo relacionado con el casting, así podrás prepararte –
- Eso sería bueno – recibí la hoja con cuidado y la observé fugaz.
- Verás que pronto mis diseños serán lucidos en tu cuerpo – Atziri me dio una pícara nalgada.
- Es lo que esperamos, este trío ¿Cierto? – Tay se acercó para despedirse cuando se percató que tomaba mi bolso del recargabrazos de la silla y mi abrigo se unía a mi cuerpo.
- Cierto, cada vez estoy más convencida.
- De eso se trata.
Sentí el tono polifónico de mi celular como nunca antes, más la molesta vibración del aparato que se acumulaba en mi bolso.
- ¿Sí? – apreté la tecla verde, sin dar ni un vistazo al display del aparato.
- Hola.
Aquella voz me era conocida, bastante conocida. Aparté el móvil de mi oreja y vi el nombre de la misteriosa voz en la pantalla. Volví a colocar el teléfono en su lugar para continuar con la llamada.
- Oh, ¡que sorpresa! – Dije - ¡Hola!
- ¿Cómo has… -
- Bien, muy bien, gracias – contesté rápidamente, sin apenas haber dejado que argumentara la frase, me sentí como una estúpida - ¿Y tú? – puse más tranquilidad a las palabras.
- Pues bien, no me quejo – sonaba relajado.
- Que bueno – y yo aún sonaba como una estúpida.
- ¿Qué tal, ya has conseguido algún trabajo?
- Justo eso es en lo que estaba.
- Ah, por eso no me contestaste – sonó curioso, y un poco preocupado.
- Aha, disculpa las llamadas perdidas, era una difícil desición, tal vez un trabajo que me cambie la vida.
- ¿Qué tal si me cuentas acerca de ello, mañana en la noche, en algún bar lounge de la ciudad? - tomó sus técnicas de ligue y las puso en juego. Con mi oreja pegada a la bocina del celular, escuché, además de su voz, otra al fondo, que lo llenaba de consejos y lo atiborraba sin cesar - ¿Qué dices Dai? Será divertido.
- No lo creo Georg, ah… salúdame a Tom ya que está por ahí ¿no?; me alegra haber hablado contigo, ya veo que lo de la otra noche no afectó en nuestra relaci… amistad – arrojé mi celular al fondo del bolso mientras el tono amable de mi voz pero las duras palabras, seguramente comenzaban una revolución en la mente de Georg.
(Georg)
Una, dos, tres, cuatro, cinco. Cinco veces e marcado a su número pero nada, sólo la voz de la compañía del teléfono, indicando que la llamada no a sido contestada.
- ¡Ya se que no a sido contestada, no soy estúpido! – le grité a mi aparato, que siendo electrónico, no tenía la habilidad de entender mi desesperanza.
- ¿A no? ¿No lo eres? – entró Tom bufándose a mi negación de estupidez. Traía un par de cajas de pizza en las manos.
- ¡JA! Que gracioso – torcí los ojos, pero aún así intenté arreglar el momento con una sonrisa.
- Vamos, no seas grosero Hagen, todavía que te traigo el pan de cada día, te amargas – interpretó un adulto maduro, pudo parecer real, pero pronto los dos estábamos rompiendo en carcajadas.
- ¿Y por que negabas que eras estúpido hace unos momentos? – me pregunto después de constantes risas, una tras otra.
- Nada. El teléfono intentaba mofarse de mí.
- Ves, hasta el teléfono te ve cara de simio.
- Cállate Kaulitz – lo fulminé con la mirada.
Arranqué un trozo de pizza de aquella circunferencia y al tratar de abarcar la mitad de este con mis mandíbulas una mancha salpicó en mi playera. El recuerdo de Daiana me vino a la mente, justo aquella noche en el restaurante mexicano, donde la torpeza se apoderó de mí y la copa de vino fue directa a su ropa. Las imágenes de su escote al tratar de limpiarse, crearon en mi ese efecto que todo hombre tiene al ver piel femenina.
Me hacía enfurecer todo lo ocurrido; todo aquel embrollo del ventanal y su `` amorcito ´´, ese tipejo pálido con melena de pandroso.
Aunque en cierta parte yo tenía que seguir mi vida a la normalidad. ¿Por qué sufrir? Así como decía Tom, ella no era nada de mi, nada.
- ¡Ay! no me digas que es ella de nuevo.
- Es ella de nuevo.
- Te dije que no me lo dijeras – me lanzó una lata de cerveza hacia las manos, y comenzó a pasearse por mi departamento, el cual las fiestas y reuniones hacían que Tom lo conociera a la perfección.
- Es bonita Tom, muy bonita – admití, ideándomela entre mi mente, como en una nube de recuerdos.
- Bonitas, muchas.
- Daiana, sólo una – suspiré de una forma ridícula.
- ¿Y tú? ¿Desde cuando centras la mirada en una chica en especial? Siempre has sido más relajado en ese punto hombre – Tom me miró ¿decepcionado?
- Es que es ella, sus movimientos, su aroma, su sonrisa, ¡ella! – pasmé la palma de mi mano directo a mi frente.
- Hagen, ¿Por qué no me ayudas a escribir algo? – Tom soltó repentinamente, mientras corría de un lado a otro, volvió con un pedazo de papel, el cual lucia como una servilleta, y un lápiz mordisqueado.
- ¿Y eso? – pregunté sin captar la relación del cambio de tema.
- Sí, sí – colocó la lata de cerveza vacía en el piso de una forma vertical, y le dio un pisotón con fuerza – El viejo, David, nos manda de nuevo a trabajar.
- Ya era hora, perderemos fans si seguimos así – me recargué en lo más lejano del sillón – Pues pon cerebro en las letras, lo siento, no es mi responsabilidad.
- Ayúdame, se me han secado las ideas.
- Que raro – dije con sarcasmo.
- Bien sabelotodo, entonces tú escribe – me aventó el papel y el lápiz a la cara y sacó de algún rincón de mi cueva, aquella guitarra que meses atrás había olvidado por ahí.
- Tu bien conoces que yo para escribir, no sirvo.
- Hagen en realidad no sirves para nada – río mientras deslizaba por las comisuras de su boca las palabras `` es broma ´´ - Me vale un reverendo cacahuate que no sepas escribir, Bill ya tiene varias letras, pero ya esta agotado, quiero cooperar con más material – comenzó a afinar las cuerdas de aquella Gibson – Estás inspirado, piensa en Daiana, ¡Escribe!
Curiosamente lo obedecí, como alumno al maestro. Apoyé la afilada punta del lápiz contra el papel, y bastaron cinco segundos para que este se empezara a mover como loco. Tom ideaba un suave ritmo en la guitarra, en el cual me basé y me inspiró para continuar con las palabras. Pasaron no más de dos horas.
- Léela – Tom señaló el papel, que ya estaba repleto por ambos lados.
Tuve la amplia esperanza de que Tom no se burlara de las palabras anotadas a esa absurda servilleta maltratada, y ahora entintada. Sabíamos con que reír y con que callar, y en esta ocasión sin duda se debía callar, y escuchar, sólo escuchar. Divisé a Daiana entre mis ideas, y comencé a deslizar mi mirada en la línea de palabras, leyendo.
- It was a wrong time, maybe just a bad moment, the voice inside my head said that you was the one, the right one, always the one, the one… -
(Daiana)
- ¿Cómo? ¿Yo? – dije cuando Taylor terminó de hablar.
- Sí Daiana, tú – sonrió orgulloso de su discurso, en el cual sólo pude escuchar las palabras clave, suficiente para entender la idea.
- Dai, es una excelente oportunidad – Atziri tomó de mi brazo – Aparte de todo, tu andas buscando trabajo, ¿Cómo no vas a aceptar? –
- No, no es lo mío – me limité a decir entre una nerviosa risa.
- Cariño, ¡Abre los ojos! Sería una desición que te cambiará la vida para bien, no pierdes nada, nada de nada, sólo inténtalo – Taylor suplicó, torció sus labios bien hidratados.
- Yo soy escritora, no soy…. –
- Cantante – completó Atziri con aburrimiento a la frase - ¿Cuántas veces más escucharé eso? –
- Es la primera vez que lo digo – corregí, aceptando la taza de café que Taylor me extendió.
- Sí, el día de hoy – ella puso los ojos en blanco – Desde la primera vez que te oí cantar dijiste eso, y no paras de repetirlo cada vez que comento algo sobre tu voz –
- En efecto, es sólo la verdad – metí un poco mis labios dentro de la taza para darle el primer sorbo – Escribir y cantar son dos cosas muy distintas –
- ¡Estupendo! Eso beneficia, en vez de cantante, serás cantautora – aseguró Taylor, como si yo hubiera aceptado.
- No lo creo, les soy sincera, no es lo mío.
- ¡Santo cielo Daiana! ¿Cómo no lo va a ser? Te he escuchado cantar por años – Atziri jaló un poco de mi mano libre.
- Cierto, pero sólo dentro de la regadera.
- Pues es hora de salir ahí, por lo que Atzi me a hecho comprender, tienes una prodigiosa voz – Taylor entrelazó los dedos de sus manos y me miró cansado, intrigado por mi respuesta.
- ¿Con cual disquera o productora implicaría mi NO asegurada desición? – resalté la palabra negativa.
- No es seguro, eso se sabe hasta el momento de firmar el contrato, pues varias disqueras quieren nuevas voces, prácticamente, aunque no suene muy atractivo, es al azar – él acercó un papel a través de la mesa, bases y condiciones del contrato. Sonaba tentador, pero, no era un plan que yo tuviera en mente, nunca lo tuve, y tal vez nunca lo tendré.
- Yo…. – ambos miraron esperanzados – Yo no lo se –
- Hey, tienes que aceptar, usarás mis diseños – bromeó Atziri, plantándome un beso en mi mejilla derecha, con fuerza al impactar sus labios a mi piel.
- Si sólo implicara eso, sabes que aceptaría, pero por desgracia, o tal vez fortuna, involucra un sin fin de decisiones y consecuencias que posiblemente a la larga me pesen – sonreí en tono de disculpa – Aparte de ello, no me agrada lo del azar respecto a la productora que me podrían designar –
- Lo siento, esas son las bases que establecieron, yo no las puedo cambiar – dijo Taylor. Lucía indignado u ofendido al ver que mi decisión declinaba más en un `` no ´´ - Sólo digo que cuando acabes con piernas celulíticas, soltera, acné exagerado y veintisiete gatos rodeándote, no vengas a pedirme un contrato –
- Oh claro que lo haré, para entonces el acné será estético y la celulitis un adorno natural – dije para fastidiar, mientras los tres soltábamos una risa.
- ¡Vamos chica! Triunfarías, tienes ese brillo especial, ese que no todas aquellas con voz prodigiosa tienen, tienes un destino exitoso – sonrió entusiasmado – No hagas arrodillarme –
Giré la mirada hacia Atziri para pedir consejo, pero ella sólo levantó los hombros, induciéndome en una peor circunstancia. No sólo sería un juego, sería una profesión; pero esta, a comparación de muchas otras, no sería temporal, me dejaría marcada toda la vida.
-Daiana, no me hagas arrodillar – repitió Taylor, ahora en tono de advertencia.
- No lo se, sólo no se, es difícil para decidir, y más ahora.
Como hice caso omiso a su advertidota frase, tuve que soportar la vergonzosa escena. Sí, Taylor casi aplastando mis pies con sus rodillas, poniendo las manos juntas en suplica, amontonando palabras, jalando de mi cabello y brazos, en total, algo ridículo. La gente que pasaba por ahí, algunos fotógrafos, diseñadores y modelos, pudieron notar la sobrepuesta actuación de Taylor a través de la puerta abierta. Comenzaban a mirar extrañados y cuchicheaban entre sí.
- ¡Está bien! – Elevé la voz, y me paré de inmediato azotando la puerta para detener el espectáculo apto para público morboso – Esta bien, acepto.
- ¡SÍ! – celebraron ambos, chocando palmas.
- Ya me imagino tu primer videoclip y tu voz saliendo por todas las estaciones de radio – Atziri me abrazó con emoción.
- Hey bueno, aún hay que guardar la compostura – Taylor se contradijo mientras arreglaba su corbata – Tienen que hacer algunas pruebas primero, una especie de casting –
- Lo podré soportar – sonreí ligeramente, cada vez la idea me interesaba un poco más.
- Eso es todo, actitud de diva – me devolvió la sonrisa complacido.
- Con ella nació Taylor, por eso ella cuadra perfectamente con todo el mundo artístico – Atz tomó de mi mano y la apretó con firmeza – Pero nunca dejará el talento atrás –
- Se que es una buena desición, estoy segura que no se arrepentirán…-
- ¡Taylor! – exclamó Atziri exaltada para callarlo.
- ¿Quién tampoco se arrepentirá? ¿Hay algo que deban decirme? – levanté el mentón.
- No, nada, en lo absoluto – dijeron a unísono, con cierto nerviosismo y una gran mentira sostenida justo en las pupilas.
- Bueno, no insistiré – acepté mi derrota sin apenas haber empezado la batalla para averiguar quien más no se arrepentiría de `` tenerme ´´, pues sabía que era absurdo luchar para sacarle algo a Atziri, era técnicamente una imposibilidad.
- Pues entonces Daiana… - rompió el incómodo momento, la voz de Taylor.
- Puedes llamarme Dai, si quieres – ofrecí amistosa. El tipo, a pesar de conocerlo hace un par de horas atrás, me había caído bastante bien, y algo en el me era familiar.
- Ok, entonces Dai… – resaltó el diminutivo – te daré un pequeño planificador de todo lo relacionado con el casting, así podrás prepararte –
- Eso sería bueno – recibí la hoja con cuidado y la observé fugaz.
- Verás que pronto mis diseños serán lucidos en tu cuerpo – Atziri me dio una pícara nalgada.
- Es lo que esperamos, este trío ¿Cierto? – Tay se acercó para despedirse cuando se percató que tomaba mi bolso del recargabrazos de la silla y mi abrigo se unía a mi cuerpo.
- Cierto, cada vez estoy más convencida.
- De eso se trata.
. . . . . .
Sentí el tono polifónico de mi celular como nunca antes, más la molesta vibración del aparato que se acumulaba en mi bolso.
- ¿Sí? – apreté la tecla verde, sin dar ni un vistazo al display del aparato.
- Hola.
Aquella voz me era conocida, bastante conocida. Aparté el móvil de mi oreja y vi el nombre de la misteriosa voz en la pantalla. Volví a colocar el teléfono en su lugar para continuar con la llamada.
- Oh, ¡que sorpresa! – Dije - ¡Hola!
- ¿Cómo has… -
- Bien, muy bien, gracias – contesté rápidamente, sin apenas haber dejado que argumentara la frase, me sentí como una estúpida - ¿Y tú? – puse más tranquilidad a las palabras.
- Pues bien, no me quejo – sonaba relajado.
- Que bueno – y yo aún sonaba como una estúpida.
- ¿Qué tal, ya has conseguido algún trabajo?
- Justo eso es en lo que estaba.
- Ah, por eso no me contestaste – sonó curioso, y un poco preocupado.
- Aha, disculpa las llamadas perdidas, era una difícil desición, tal vez un trabajo que me cambie la vida.
- ¿Qué tal si me cuentas acerca de ello, mañana en la noche, en algún bar lounge de la ciudad? - tomó sus técnicas de ligue y las puso en juego. Con mi oreja pegada a la bocina del celular, escuché, además de su voz, otra al fondo, que lo llenaba de consejos y lo atiborraba sin cesar - ¿Qué dices Dai? Será divertido.
- No lo creo Georg, ah… salúdame a Tom ya que está por ahí ¿no?; me alegra haber hablado contigo, ya veo que lo de la otra noche no afectó en nuestra relaci… amistad – arrojé mi celular al fondo del bolso mientras el tono amable de mi voz pero las duras palabras, seguramente comenzaban una revolución en la mente de Georg.
1 comentário
oh my goshhhhhhhhhhh
esto se pone cada vez mas buenooooooooooooooooooooooooo
mimiiiiiiiiiiiiiiiiii
donde estas???????????
XDD
ya Koni, no seas mala conmigoooo
xD
Te amo<3