domingo, 20 de diciembre de 2009

Cap. 23 < Coincidencia >









[Capítulo anterior: arrojé mi celular al fondo del bolso mientras el tono amable de mi voz pero las duras palabras, seguramente comenzaban una revolución en la mente de Georg.]

- Amor de lejos es de pen… sarse – Elisa reía acerca de nuestra conversación, que dio lugar a la frase. Sus manos se deslizaban sobre el volante.

- No, te equivocas – corregí entre carcajadas – El amor es de pen… sarse.

- Muy cierto, muy cierto – confirmó mientras echaba un vistazo al espejo retrovisor – Sólo que eso no rima – el automóvil estallaba en risas.

- Ay, acelera mujer – me quejé, cambiando el tema - ¿desde cuando te gusta lucir este bebé como una carcacha?

- Sabes que la velocidad es adictiva, no quiero morir con un gran título en los noticieros como el `` choque del siglo ´´ -

- Ni que manejaras tan rápido.

- Grosera.

- ¿Yo? – sonreí sarcástica.

- Ahora por eso, ten una cucharada de tu propia medicina.

Apoyó el pie con delicadeza sobre el acelerador, pero el efecto que esto produjo no fue delicado, nada delicado. Íbamos como dos locas, recorriendo las calles de Berlín, con las cuatro ventanillas hasta abajo, la música como encargada de llamar la atención por el volumen, el viento impactando en nuestros rostros y algunos gritos de emoción cortados por el mismo.

De nuevo, sentí ese apapacho que la actividad me producía; ese que hace años necesitaba, su ausencia ya me tenía más que irritada. Era algo absurdo, algo así como engañarme a mi misma; bien sabía que las pervertidas miradas de tipos desconocidos y la sensación de envidia de algunas chicas que pasaban por ahí, sólo subestimaban ese ego escondido y rellenaba el vacío de mi corazón.

- Pff… llegamos – Elisa me sacó de el estado eufórico cuando detuvo el coche – Extrañaba hacer eso.

- Lo extrañaba, yo también – sonreí con dulzura y nos adentramos en el lugar mientras ella le arrojaba las llaves del auto a un valet parking.

Esa noche habíamos decidido ir a divertirnos un poco, pues no bastaron más de dos segundos para que la noticia de mi posible nuevo empleo corriera de la boca de Atziri a la de Elisa. Aún no estaba nada seguro del todo, pero a ese par de maniáticas no les faltaba motivo para celebrar, y a veces yo me incluía en esa situación.

Elegimos un club de la zona. Prefería algo más tranquilo, pero Elisa se negó a muerte; ella quería recordar los viejos tiempos en donde aquellos tugurios eran nuestro refugio de nueve de la noche hasta la más lejana hora posible de la madrugada.

Atziri se ausentó esa noche, no quiso decirnos el por que, sonaba emocionada y sospechosa al cancelarnos.

- Debimos de haber rentado un par de películas y una pizza – le dije, más bien le grité, cuando entramos al ruidoso lugar – Me estoy desacostumbrando a esto.

- No me gusta el espíritu hogareño.

Sonrío con picardía y en menos de tres segundos tenía a un chico embobado con el que bailaba en el centro de la pista.

Te lo cobraré Elisa , dije para mis adentros, mientras me daba cuenta que ahora mi compañía era nada más y nada menos que… yo.

Exagerando la actitud solitaria, me balanceé un poco al ritmo de la música y en unos segundos me encontraba pidiendo un trago en la barra.

Recordé lo ocurrido en todo el día, Atziri, Taylor, cantar o no cantar, contratos, disqueras desconocidas, y llamadas. Hasta el momento caía en cuenta que había dicho un ``no ´´ a una invitación que estaba deseando desde unos días atrás, y lo que me inquietaba era el por que de lo sucedido. Acaso… acaso… ¿Me estoy arrepintiendo?

Mientras las luces de colores se proyectaban en mi vestido y el trago quemaba mi garganta, me encontraba con esa soledad, que por actitud de diva y autosuficiente, yo causé. Era algo que en el momento, me mataba.

Pedí otro trago como un intento de consolación, y de ahí proseguí, otro trago y otro trago, después del quinto, perdí la cuenta…

. . . . . .

- Cómo te atreves a darle tanto alcohol – entreabrí los ojos y escuché la voz de Elisa que le reclamaba al Barman. Mi cachete se recargaba contra la barra y me dolía la cabeza de una forma tremenda.

- Pero si yo sólo, obedecí al cliente – se defendía este con un poco de pena.

Realmente cargaba una jaqueca terrible, los ojos me pesaban y una sensación rara en mi estómago aumentaba.

- No estoy ebria – me paré enseguida, y me sorprendió la mentira, que luego se convirtió en verdad. En efecto, no estaba ebria.

- ¿Y cómo explicas quedarte dormida aquí? – Elisa tocaba mi frente, mis cachetes, e incluso pidió desesperadamente que soplara un poco para inspeccionar mi aliento - ¿Y cómo explicas toda esta fila de tragos vacíos? – señaló los caballitos ya sin líquido una vez que sus argumentos fueron agotados.

- Sólo una vez me has visto mal, y para eso tuve que acabarme toda tu colección de vodkas – dije a su oído, pues el ambiente en la cueva continuaba. No era nada tarde aún, apenas la media noche caía.

- Y entonces….

- Eli, creo que sólo me quedé dormida, eso es todo.

- ¿Dormida? ¿Aquí? – puso una cara de asco cuando volteó a ver la barra.

- Sí aquí – conteste cortante.

Levantó los hombros extrañada, y de nuevo adoptó el ritmo de la música a su cuerpo. Noté que el chico de hace rato aún permanecía junto a ella, embobado por los encantos de mi amiga, así que después de la escena se escabulleron de mi vista.

Ni siquiera yo comprendía como había quedado `` dormida ´´ ahí. Era raro que el alcohol me hiciera un efecto con facilidad. Comencé a sacar conclusiones, caí desmallada.

Sin duda, era algo que no comentaría… el exceso de sentimientos lo provocaba, y era un efecto que Elisa ya conocía, no la preocuparía con mis asuntos.

Sumergí la vista en el lugar; lo típico, chicas y chicos dando, o tratando de dar, lo mejor de si respecto al movimiento de sus cuerpos junto al del DJ. Esa noche no tenía ganas de sumar parte de la tribu. Quería partir a casa cuanto antes.

Después de pagar la suma de los tragos, me adentré en la pista para buscar a Elisa, pero su mirada no se proyectó en ningún lugar. Comencé a estresarme. Para colmo, su celular me mandaba directo a buzón.

- ¿Buscas a Elisa? Creo que la vi pasar, cerca de los sanitarios.

- Gracias.

Comencé a caminar entre las personas, pero a los dos pasos me detuve en seco. ¿De donde provenía la voz?

- Por un momento pensé que ibas a pasar de largo – me sonrío cuando giré para ver a la versión humana de la voz.

- ¡Gustav! – Dije emocionada y corrí a saludarlo – Discúlpame, estoy tan atarantada.

- No hay problema.

- ¿Y dime, que haces por aquí? – nos preguntamos el uno al otro a unísono mientras caminábamos a una de las mesas que se encontraban rodeando a la pista. Nos quedamos callados, esperando a que uno de los dos contestara, y al no ser así, reímos.

- Pues, digamos que vine a marchas forzadas – me dijo con ese tono calmado, y hasta serio que era muy de el.

- Ya somos dos – reí como boba por la coincidencia – Pero por lo menos el lugar tiene ambiente.

- Sí – puso cara de `` ya que más da ´´ , y luego rectifiqué lo de `` marchas forzadas´´ .

- ¿Entonces, vienes acompañado? – pregunte con pena, tratando de no sonar como una entrometida. Pero luego levanté las cejas y le di un pequeño codazo.

- No Dai, no con esa compañía, no con la clase de compañía que quisiera.

- ¿Eh? No te entiendo…

- Voltea para ver a mis `` hermosas ´´ acompañantes – dijo entre una carcajada.

Con la vista sobre mi hombre pude comprender su broma.

- He aquí Tokio Hotel – murmuré para mi misma mientras los gemelos y Georg se aproximaban a la mesa.

- ¿Hermosas acompañantes? Te escuché – Bill gritó antes de llegar a la mesa. La oscuridad que el lugar en donde me encontraba brindaba, era lo suficiente como para desaparecerme de ahí.

- Déjalo Bill, nos tiene envidia – ahora apoyó el otro gemelo mientras saltaba de una forma salvaje; en un abrir y cerrar de ojos ya se apoderaba de uno de los curiosos banquitos cuadrados que rodeaban la mesa. Bill y Georg le siguieron.

No hablé, ni siquiera respiré. Quise pasar desapercibida. El ruido y las luces del lugar me brindaban esa invisibilidad sagrada. Comencé a despegarme del asiento, todo salía a la perfección…

- ¿Daiana? – preguntó una voz justo en el momento más importante para irme de ahí.

- ¡Daiana! – ahora era Bill quien me daba un gran abrazo y me llenaba de saludos y preguntas.

- ¡Hola! – Dije nerviosa, mientras una falsa sonrisa forzaba mi boca – Que coincidencia.

- ¡Exacto! – Bill sonreía también. Todos parecían felices con mi presencia menos Georg, lucía incómodo.

- Vamos, siéntate, siéntate – Bill me ordenaba.

- Eh yo no se… yo ya me iba.

- ¿Pero que dices Dai? ¿Bromeas cierto? – el gemelo luchaba por mi estadía, y yo sólo podía sonreír nerviosa. Lo que menos quería ahora tomaba escena.

- La noche apenas comienza – Tom me guiñó un ojo, y comenzó a inspeccionar toda `` hembra ´´ del lugar.

- Sí, pero yo, no veo prudente el hecho de que me quede aquí – dije amable mientras jugaba con el lazo de mi bolso.

- Ay Daiana, por dios, esas son fantochadas – Bill se acomodó en el asiento. Lucía natural, ningún rastro de maquillaje en sus facciones ni una gota de lacra en el cabello. Tom, portaba el estilo de siempre, pero se quejaba de los tenis anchos que su hermano había elegido, pues prendían lucecillas que rompían con su estilo galán y lo convertían en un estilo más cómico y hasta infantil. Gustav había optado por unas gafas con armazón rojo eléctrico que resaltaban sus ojos. Georg… no me fijé en su vestimenta, ni siquiera muy bien en su mirada.

- En verdad, creo que no sería bueno que alguien de la prensa nos viera juntos, ya saben… más cotilleo para ustedes.

- Los chismes nada más logran hacernos más famosos – dijo Tom, con esa actitud relajada – Aparte de eso, a Georg le harían un favor – todos nos miramos extrañados – Su mamá estaría tan orgullosa cuando viera en el periódico que su `` cuchurrumín´´ tiene su primer novia.

Todos estallamos en risas, incluso yo que ya mordía mi lengua. Georg después de un apoyo de Tom y algunos golpecitos en el pecho por el mismo, dio las primeras risas.

- Cállate ya lucecita – le regresó la jugada Georg. Tom se puso serio y escondió un poco sus pies.

- Por lo menos, a mi no me batean las invitaciones – Tom trabó de bromear, pero sin embargo todo se tornó serio. El gemelo se dio cuenta que había combinado aceite con agua en su broma.

Después de unos segundos Gustav carraspeó la voz y rompió el silencio…

- Dai – llamó Gustav a mi nombre – No terminaste de decirme por que estás aquí, marchas forzadas es lo único que mencionaste.

- ¿Marchas forzadas? – por primera vez escuché la voz de Georg dirigirse a mi, lucía curioso, pero no precisamente de la manera buena – ¿Alguien te forzó a venir?

- Nada grave, sólo bromeaba – quité su sed de información – Vine a festejar, obligada por Elisa en realidad, vine a festejar mi…

- ¿Elisa? ¿Ella está aquí? – Bill interrumpió con un dejo impresionante de esperanza y entusiasmo en la voz. Un momento antes de asistir y hacerle el favor a Bill, mis labios se cerraron negando expulsar palabra.

Elisa estaba ahí… pero no precisamente en un buen momento para que Bill alabara el verla.

Te lo cobraré Elisa, repetí para mis adentros, en una busca desesperada de toda excusa y una fuerza divina para poder mirar a Georg a los ojos, aunque fuera sólo un santiamén.


3 comentarios

Zeltzin dijo...

wuaaa..!!

- ¿Elisa? ¿Ella está aquí? – Bill interrumpió con un dejo impresionante de esperanza y entusiasmo en la voz. Un momento antes de asistir y hacerle el favor a Bill, mis labios se cerraron negando expulsar palabra.

Elisa estaba ahí… pero no precisamente en un buen momento para que Bill alabara el verla.

*****
P.D: demonios! ¿por qué? Billy .. noooo! jajaja

P.D2: pobre Georg...

P.D3: jajaja lucesita xD! que genial

P.D4: te amo <3

OreoEffeckt dijo...

jajajajajajajajajajaja[...]jajajajajajajajaja Lucesita!! XDDDD

Constantine! donde estas?

te extraño u.u

excelente capi.... yaaaa, publica todos los dias!

te amo <3

Soul dijo...

Muy bueen fic, escribes muy bien en realidad... yo ahora tenia la idea de empezar un fic de th en mi blog :), bueno sigue asi, y sube capis seguidos,

küssess, Tchüsss

Publicar un comentario