domingo, 3 de enero de 2010

Cap. 27 < Estoy de visita >







[Capítulo anterior: (Georg) Desde ese entonces extraño los brazos y el cariño de alguien, por lo cual lucharé para que Daiana sea ese alguien, y pasemos tardes enteras en mi casa, riendo y gozando uno del otro.]


(Daiana)

Pasaron dos días en los que mi voz se acopló a todos los ejercicios, el solfeo y géneros variados; desde los cantos gregorianos hasta el rock progresivo. Mareé a Atziri y a Elisa repitiendo canciones una y otra vez, y les revolví el estómago con mi famoso té para las cuerdas vocales. El casting que definiría mi futuro se acercaba, y por lo mismo mis dos compinches me presionaban con seriedad. Decidieron visitarme a diario para supervisar mi desarrollo.

- ¿Así qué le mentiste a Bill? – preguntó Atziri, más bien confirmó, cuando le acabamos de contar lo sucedido en el club.

- No es necesario que lo repitas – gruñó Elis.

- Pues si eso te hace sentir una mala persona, deberías confesarlo – sugerí.

- Ya lo hice – sonrió orgullosa, mientras hacía un puchero con el aroma de mi té.

- Obvio no con nosotras boba, díselo a Bill – Atziri se escabulló a la cocina y regresó con un helado en manos.

- Te has robado mi elixir – sonreí y le arrebaté la cuchara para sumergirla en el postre – Las mentiras tarde o temprano son descubiertas – regresé al tema.

- Pues entonces que se descubra tarde – dijo Elisa participando también en nuestro tentempié.

- Según yo, no se trata de eso – dije en tono maternal.

- Me costará trabajo, no quiero herirlo.

- Pues justo eso es lo que estás haciendo, lo hieres, pero el aún no se ha dado cuenta – tomé otra cucharada de la delicia.

- ¡Diantre camarada! Odio cuando tienes razón – dijo Elisa en un tono bastante cómico lo cual provocó risas.

- ¿Qué tan difícil puede ser? `` Hey Bill, tengo que confesarte que en realidad Peter no es mi amigo, de hecho lo conocí en el bar y con el me… ´´

- ¡Suficiente! – Interrumpí abriendo demasiado los ojos – Eso no ayuda Atziri.

- ¡Ay dios! Va a ser mil veces más difícil de lo qe pensé – se quejó Elisa mientras se desplomaba en la mesita de la sala. Corrí a consolarla mientras Atz me miraba arrepentida.

- Va a ser difícil, pero tienes la fuerza necesaria para hacerlo ¿Sí? – exigí.

- Sí – confirmó ahora prendiendo la televisión – Está bien, lo haré cuando lo vea.

- Eso ya es una promesa – Atziri le arrebató el control y cambió los canales una y otra vez.

- ¿En serio? – preguntó Elis angustiada, simulando comerse las uñas.

- ¡Sí! – gritamos las contrincantes a unísono y dos cojines fueron directo a parar a la cara de Elisa, ah… y una cucharada de helado también.


.   .  .   .  .  .

Entre programas matutinos, helado y carcajadas, la mañana se empezaba a convertir en tarde. Siendo martes, ya se les había hecho un retraso en el trabajo, así que cabizbajas aceptaron todas mis órdenes para apresurarlas. Les di un desayuno balanceado aportando el papel de madre y Elisa me ayudó en poner el departamento en orden.

Con mucha prisa, después de un rato, Atziri ya se encontraba cruzando la puerta principal para marcharse; las suaves notas de su perfume, me hicieron recordar que últimamente no había tenido la posibilidad de verla tanto, y por ello me apresuré a detenerla.

- Mi última duda para ti el día de hoy – la jalé con suavidad del brazo derecho.

- Dai, tengo prisa, mi jefe – se corrigió – bueno, nuestro jefe, me va a matar, y no querrás que de muñeca Barbie se transforme a Hulk, así que dime, ¿qué ocurre? –

- Primero que nada, dile a la muñeca Barbie que tu retraso es por mi culpa, seguro te perdonará – guiñé un ojo.

- Sí, no te creas, es lo que tenía pensado hacer.

- ¡Mala! Cúlpame sólo cuando te de permiso – reí – y ahora, quiero que mates mi curiosidad explicándome por que nos dejaste solas ese día en el antro, yo sola no pude controlar a Elisa jaja.
Me desorbité enseguida cuando noté que ninguna risa salía de sus labios, y en cambio ahora tenía un semblante nervioso.

- ¿Está todo bien? – puse mis manos en sus hombros – Atzi… ¿Hay algo que me quieras decir?

- Más bien, ¿Hay algo que nos quieras decir? – dijo Elis a lo lejos, resaltando el `` nos ´´. Tenía los brazos cruzados y esperaba, igual que yo, una respuesta.

- Eh yo… - Atziri cruzó la mirada para todos lados. Sin duda ahí existía algo turbio.

- ¿Sí? – pregunté ansiosa.

- Fui a visitar a mi mamá – tragó una gran cantidad de saliva.

- ¡¿Qué!? – gritamos Elisa y yo.

- ¿Por qué rayos no me dijiste que visitarías a Claudia? – Elisa se apresuró a llegar a la puerta y sacudió a Atziri con ambos brazos.

Claudia, la madre de Atz, era una señora de esas que inmediatamente se hacen querer. Apenas con 43 años encima, y una excelente figura a pesar de un único parto. Con pocos de años de conocerla, Elisa y yo éramos como sus sobrinas, y ella como la tía traviesa que les cumple todos los caprichos a sus capullitos, a escondidas de sus padres. La conocimos en LA, y ni un minuto dejamos de extrañarla.

- Espera – corté el momento y automáticamente tuve un par de miradas posadas en la mía - ¿Fuiste a México y regresaste en un día?

- Pff… No – contestó Atziri, pero segundos después, se dio cuenta de su error.

- Atziri, Claudia vive en México.

- Bueno, sí sí, eso obviamente lo se, es mi madre; lo que quise decir es que establecimos una video llamada, ya saben que mi mamá apenas comienza con eso del mundo cibernético, y me exigió llevar acabo lo que ya sabe hacer en el tema, por eso no pude ir al club – sonrió con falsedad.

- Ah sí… claro, es mejor que te marches ya, se te hace tarde – exclamó Elisa dejándola ir. En un abrir y cerrar de ojos, ya no había más perfume de Atziri por ahí.

- Ella ocultaba algo – refunfuñé - ¿Por qué dejaste que se fuera? – reclamé a Elis.

- No soy policía como para detenerla – levantó los hombros – Supe que nos ocultaba algo desde el viernes que negó ir con nosotras sin ninguna explicación.
De repente todo encajaba a la perfección como un rompecabezas.

- Sí, aunque es muy mala para mentir, es toda una experta para ocultar, y nunca lograremos hacerla escupir la sopa.

- Lo descubriremos de todas formas, tal vez mañana o tal vez en un año…

- Pero lo sabremos – concluimos a coro, reímos por lo mismo.

- Sólo espero que no sea una de las suyas – suspiré, mientras contemplaba mi reflejo en los vidrios del ventanal.

.   .  .   .  .  .

- Aún no entiendo por que te estoy acompañando al trabajo – me quejé mientras el auto de Elisa nos desplazaba por la ciudad, sobre la ruta que se me hacía tan familiar y que a ratos añoraba.

- No lo entiendes, pero lo estás haciendo – agitó el dedo índice al aire de su mano disponible, pues la otra dominaba al volante.

- Siempre me logras convencer, sea lo que sea.

- Así es.

Después de que el auto arrasara con todos las curvaturas del camino, caí en cuenta que nos introduciríamos en el estacionamiento subterráneo de Intense Magazine. La oscuridad del lugar se coló en el interior de la nave, y la pelea por un lugar disponible entre cientos de vehículos, era tan épica que por lógica no se dejó de repetir.

Sonreímos satisfechas cuando abarcamos un cubículo cerca del elevador que te llevaba hacia el lobby del edificio. Antes de bajar del auto, Elisa por fin me dio una explicación de que demonios yo estaba haciendo ahí.

- En primera, todo tiene que ver con Stephenie – comenzó mientras retocaba su maquillaje con ayuda del espejo establecido en la visera.

Desde ahí, era un mal inicio.

- … Pero dime que tu ingeniosa mente también tiene que ver en esto.

- Para tu suerte, sí – guardó sus cosméticos en algún rincón del interior del auto y continuó – Stephenie, de una forma vil, cruel y despiadada me ordenó escribir un artículo…

- Ese es tu trabajo – encogí las cejas.

- Pero, acerca de TÚ rumor.

- ¡Maldita perra que es! – Exclamé – Ops.

- No te preocupes, sabes muy bien que pienso lo mismo de ella – luego suspiró – Me duele admitir que acepté.

Le sonreí, sabía que lo había hecho para conservar el puesto y no romper la promesa que me hizo cuando yo fui despedida.

- Entiendo por que – le di un beso en la mejilla – Creo que se lo que quieres decir y también lo que quieres hacer… así que ¡Manos a la obra! – abrí la puerta y bajé en un brinquito.

- Vaya, ¿Cómo lo sabías?

- Telepatía amiguera.

- Perfecto, dejémosle a esa villana un buen susto.

Chocamos palmas y subimos por el elevador. Las puertas abrieron donde siempre, en frente de la recepción.

- Buenos días Monique – la saludé. Había cambiado su look, ahora me recordaba a mi en mis primeros días en Alemania, tratando de conquistar al mundo, pero a la vez tan fuera de lugar.

- Buenos días – dijo esta distraída hasta que giró la vista - ¿Daiana?

- Vine a saludar.

- No creo que Steph esté muy de acuerdo con eso – dijo nerviosa mientras igualaba los pasos de Elisa y los míos también, los cuales iban encaminados hacia el siguiente elevador.

- Ese es el chiste – susurré mientras las puertas del ascensor ya cerraban, con Elisa y yo adentro, haciendo que Monique se comiera sus propios nervios.


(Stephenie)

Tenía varios proyectos en mente, se acercaba la Fashion Week y había una sesión de fotos ese día para la revista. Aún así las ventas no suben, necesito el chisme acerca Ruzzo y el bajista de Tokio Hotel, ahora, lo antes posible.

Sonó el timbre del ascensor que da en mi oficina y las puertas abrieron.

- Buenos días Elisa, estoy un poco ocupada – no le puse mucha atención, mientras ella entraba.

- Eso lo se…

- ¿Entonces? Ah por cierto, llegas tarde – comencé a carburarme.

- Es sólo que una amiga te quiere saludar.

¿Por una amiguita suya que admira mi trabajo, me interrumpe? Dios, estaba perdiendo dinero por una idiotez.

- A ver, tráela de una vez pues – volví a la laptop para seguir haciendo fortuna. Mientras más rápido acabara con esto, mejor.

- Buenos días Steph.

Entonces, quise explotar. Sus típicos taconcitos retumbaron en el piso. Ahí estaba la maldita escuincla organizándole una coartada a Elisa para salvarla de escribir el estúpido artículo, obvio.

- Ruzzo, mira que sorpresa – expulsé con sarcasmo.

- Nunca nos hablamos de apellido Stephenie – con confianza tomó asiento frente a mi.

- Tal vez sea hora de hacerlo.

- No le veo sentido – sonrió – sabes, ya te extrañaba; el otro día que estaba viendo una película con Elis, me acordé tanto de ti… ¿Qué película era nena? – se dirigió a su `` amiguita ´´, la cual por cierto debía de estar trabajando.

- La Momia – dijo ella, suprimiendo la risa con los dientes.

- Ay, que simpática – reí forzadamente, con ganas de aniquilar a esa, siempre me trajo problemas - ¿Qué es lo que quieres Daiana?

- Que respetes a tus ex empleados y que después de despedirlos, no trates de hacerles la vida miserable, aparte… ese rumor ya pasó de moda.

- Eso era todo Steph, volveré a mi trabajo y redactaré un artículo de cómo ser una perra maldita en diez pasos – rió Elisa dejándome con las palabras en la boca.

- Gracias por tu tiempo Steph, ya sabes, sólo estoy de visita – los estúpidos taconcitos volvieron a sonar junto a los de Elisa y bajaron por el ascensor, llenándome de rabia.

Minutos después regañaba a Monique por dejar pasar a Ruzzo a mi oficina y le relataba lo sucedido.

- ¡Eso de La Momia estuvo bueno! – comenzó a carcajearse.

- Cállate. – la fulminé con la mirada – Tráeme un café – asintió mientras salía de lugar y mi boca se llenaba de bilis por el enojo.

- `` Sólo estoy de visita ´´ - dije imitando el meloso tono de voz de Daiana y mi puño fue a dar contra el escritorio. ¿Cómo había permitido todo eso? Yo soy Stephenie, dueña de una revista, y ella… sólo mi ex empleada.


3 comentarios

OreoEffeckt dijo...

hahahaha XDDDDD

La momia! Eres dinamita Constantine!

Y por cierto... ¿Como es que este capitulo esta taaaaaaaaaaa[...]aaaaaaaaaaaan Corto!?


Te amo <3

Zeltzin dijo...

hahahahaha la Momia XD!

boba...

te adoro!

hahahahahahahhahaha

sabes ... te amo <3

Bill Bill ... :S

Anónimo dijo...

tsss... haha la momia xD haha ches chamacas xD!! aii aii aii como las amo!! oiie oiie ya quiiero ver a Tommy :/ haha

las amoooo!!
aiooz

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